viernes, 24 de junio de 2011

Tengo ganas de ver bailar a un loco. Por el bulevar de la muerte, donde todas las noches un borracho fallece, después de librar la puerta de la cantina. Tengo ganas de ver bailar un loco, después que los faros de un automóvil alumbre su cuerpo y el vendedor de flores arrojé sobre el asfalto las flores que no vendió. Y un borracho inerte a un costado, en la cera de enfrente.

miércoles, 15 de junio de 2011

Como esperando a Alfredo

Carlos Sánchez

La rabia madre por Dios tengo frío. Es éste un verso de Días y flores, una canción de Silvio Rodríguez. La escucho y se me vuelcan a la memoria los ojos de Esperanza, señora madre de un periodista desaparecido hace ya no sé cuántos años. Lo secuestraron y no lo ha vuelto a ver. No lo hemos vuelto a ver.
Un día, no sé exactamente la hora, ella me lo dijo dentro de la cocina de su hogar, en Empalme, Sonora, “Soñé a Alfredo, estaba dentro de una celda, mojado, me pedía una camisa, me decía tengo frío”.
Esperanza tenía su mirada lejos ese día en el que no recuerdo la hora. Luego me contó la alegría de su hijo de oficio periodista, otrora fanático del buen comer y apasionado de la noticia que revela con pelos y señales.
A Esperanza se le abotagaban los ojos en cada frase para construir anécdotas de Alfredo Jiménez. En varias ocasiones sonrió al recordar la sonrisa de su hijo. La pasamos ese día, ¿o tarde?, dentro de la cocina, encima de una mesa. Bebimos café y comimos galletas. Allí Esperanza se convirtió en una esponja apretada por la fuerza de la nostalgia. Y gotear en líquido de añoranza por tanto tiempo ya sin la voz de él irrumpiendo en la casa, como lo hacía habitualmente los fines de semana, al regresar de la capital del estado, donde trabajaba, en el diario de mayor influencia de la región.
Esperanza me dijo que Alfredo está vivo, y que un día regresará. Han pasado ya algunos años desde esa exclamación de fe. Y ahora que ando por el rumbo de la misma búsqueda, en esa línea de conducta dispuesto a explorar mis dolores y los otros, regreso constante al nombre de madre Esperanza que significa no sé si ironía o coincidencia, si un pleonasmo o la implacable marca del destino que puso en ella la etiqueta desde sus primeros días de existencia.
Esperanza se me apersona en esta canción de Silvio, y me remarca la ausencia de su hijo el énfasis al escuchar la elocuencia de sus versos: La rabia bomba, la rabia de muerte / la rabia imperio asesino de niños / la rabia se me ha podrido el cariño / la rabia madre por Dios tengo frío / la rabia es mío esto es mío sólo mío / la rabia bebo pero no me mojo / la rabia miedo a perder el manojo / la rabia hijo zapato de tierra / la rabia dame o te hago la guerra…
Suenan los versos y miro la ciudad que se tiende dispuesta a recibir la infamia en las notas de un periódico que pregona códigos de ética, y el cual exhibe una fotografía de Alfredo, desaparecido, y al cual Esperanza su madre aún espera.
Suenan los versos y las imágenes de Alfredo en el sueño de su madre, mojado dentro de una celda y pidiendo una camisa, me impiden la fácil movilidad de mis mandíbulas, porque me toma con fuerza la impotencia. Y veo en los ojos de la madre mis ojos por la incertidumbre de lo que será en los años de mis hijos que están por crecer.
Ayer por accidente abrí las puertas de un hotel de la ciudad, allí se concentraban distinguidos militantes de un partido político. Uno de los presentes es ahora secretario dentro del organigrama del gobierno del estado. El mismo que coordinaba las labores que en el momento de su desaparición, Alfredo Jiménez realizaba.
Ahora este secretario es quien dicta los lineamientos hacia lo que deben decir y hacer los medios, de acatar las consignas dependen los contratos y las prebendas gubernamentales. Si se le contradice, el medio que se atreva, de plano a rascarse con sus uñas en el confinamiento similitud de Auschwitz. Se llama Jorge Morales, el secretario quien antes se dedicaba a hacer notas y entrevistas, después a dar órdenes de trabajo. Y fue que un día no previó las dimensiones del terreno adonde enviaba a uno de sus trabajadores más entusiastas, Alfredo Jiménez.
Se llama Jorge Morales el secretario, y va por la vida de manera tenebrosa, con arrogancia de dictador.

miércoles, 1 de junio de 2011

es una sonrisa que se cuela por la venta
de la boca hacia el vientre