lunes, 18 de febrero de 2008

Ciudad nocturna a veinte años de luz


por Carlos Sánchez

Una foto describe la pasión por el movimiento. Habita en el librero de su oficina. Es el móvil de la celebración en esos cuerpos siguiendo las notas de un tango. De noche los encuentros son la algarabía. Escribirlos el ejercicio de lo realmente urbano, lo vivido.
Luis Enrique García construyó hace ya veinte años su Ciudad nocturna, cuentos de esa cotidianeidad que desgarra, divierte, permanece.
Hoy en su espacio de trabajo la tecnología se instala, empero, la nostalgia o la practicidad, tiene un lugar para la máquina de escribir Olympia.
Saludar es tener siempre lista la espontaneidad para el comentario, la risa, la ironía y la fehaciente prueba de seguir siendo.
La academia es la consecución de ese viaje que emprendió hace años, y del cual no puede descender. “Porque si me pongo a escribir no habría modo de tener para comer”. Sin embargo lo hace. Inevitable.
Recordar el vigésimo aniversario es sólo el pretexto para regresar a ese libro hecho con amor: letras impresas con máquina de escribir. Mil ejemplares y circulación óptima.
La ciudad nocturna de esa época y su locación. Ubicar es sólo un divagar por esos personajes.
“La ciudad nocturna del libro no creo que tenga un sitio ideal físico, es un ambiente. Te puedo hablar de la ciudad nocturna de Hermosillo, de Mexicali, de México, de la frontera norte gringa.
“En ella recogí atmósferas, ambientes, personajes que pueden caber en cualquiera de esas situaciones donde la mujer y el hombre viven del prostíbulo, unos de una manera, otros de otra, y que hacen su hábitat en ese tipo de lugares.
“Nunca pensé en retratar, o ficcionar en el último de los casos, un lugar determinado, sino más bien ir a la esencia de lo que todos pudieran haber tenido y pueden seguir teniendo en común: el maltrato a la mujer, que ahí se hace de manera mucho más evidente, la falta de apoyo legal gubernamental, la falta de asistencia social en todos los sentidos para estas trabajadoras de burdel”.
--Sin lugar a dudas, para escribir Ciudad nocturna hay un referente.
“Es el referente colectivo. Me moví en muchos lugares. Siempre he sido muy vago, y pienso que de otra manera habría sido otro libro”.
--¿Por qué elegir el tema y los personajes?
“Fue un accidente como casi todos los libros, en cuanto a que si no se piensan de manera concienzudamente, van saliendo con las circunstancias, en un momento dado yo quería romper con la literatura cargada a la ficción, aun cuando no reniego de ella, sino que estoy muy orgulloso también, de Raza de papel, que fue mi primer libro de cuentos, donde me metí mucho en la onda de la ficción, la realidad diferente, después me dije, bueno, por qué no intentar el aquí y el ahora, el hoy, de lo que vivimos y pensamos.
“Se me ocurrió escribir un par de cuentos que incluso tienen una diferencia de quizá tres o cuatro meses con los otros, que fueron Llámame sol y La otra isla.
“Lo que me animó más que todo fue que por esas épocas estuvo por aquí Miguel Donoso Pareja, y me dijo: mándamelos, te los voy a publicar. Se los llevó, me desentendí, me puse a hacer otras cosas y después me llegaron unas revistas con los cuentos publicados; me dio tanto gusto; yo estaba en esa época crucial en la que si publicabas en México te sentías como el papá real de la cuentística; ya me había publicado también Edmundo Valadés en la revista El cuento. Me dio mucho gusto que mis primeros dos intentos de cuentos apegados al realismo dieran ese resultado, de ahí nació la idea de entrarle por ese lado al libro.
“Empecé a hacer acopio viendo la posibilidad de textos homogéneos, empezando con esos dos textos cuyo padrinazgo era muy positivo. De ahí nace la idea de centrar todo en un lugar, después el título lo decido porque todo ocurre de noche y en lugares estrictamente urbanos.
“Ciudad nocturna me trajo muchas satisfacciones, fue un libro muy promovido, con muchas presentaciones y bastantes críticas, la mayoría positivas, de alguna manera una inyección de nueva sangre para una mejor respiración”.
--La edición está hecha con mucho amor.
“No había más recursos, no había de otra, Darío Galavíz (editor), me dijo: lo vamos a hacer de esta manera porque no debemos perder la posibilidad de circular; el libro ahora puede ser leído, hay mucho movimiento en la ciudad. Me preguntó que si me animaba, mi respuesta fue: le entramos”.
--En la remembranza de la obra de marras nos invade la emoción. Luis Enrique la proyecta en los ojos que son un manojo de sucesos. En el lugar de la conversación, Centro de las Artes de la Universidad de Sonora, la camaradería tiene puertas abiertas. En su cuerpo espigado se apersona Oscar Carrizoza, en su exposición muestra una convocatoria publicada en el diario La Jornada. El convite es para el maestro García, animarlo para que concurse en un certamen de novela. Luis Enrique escudriña las reglas del juego.
“Se vence los primeros días de marzo, me vería obligado a forzar la conclusión de la novela, la quemaría, será mejor esperar”.
--No hay manera de preguntar de nuevo. El sentido de la pregunta en espera, tenía ya respuesta. Luis Enrique sí escribe novela. De ella hablará, promete, en otra entrega. Y nos abrazará con un capítulo.

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