viernes, 2 de noviembre de 2007

Lo que otros no han querido mirar

Jueves no es un día apropiado para lanzar señales de humo
País:México
Fuente:Periódico El Financiero
Sección:Cultural Tipo Nota:Columna
Fecha: 10/25/2007

Autor: Víctor Roura


Carlos Sánchez abandonó su Hermosillo dos semanas para internarse en las entrañas de la capital de la República, pero no vino de vacaciones sino por asuntos periodísticos, lo que es decir con los ojos y los oídos bien abiertos. Sin embargo no era un forastero, ni un alarmado y sorprendido turista que visita la tierra ansiada, sino un mexicano más que decidía corroborar por sí mismo cómo las tuercas de la política a veces no coinciden con los goznes informativos, casi siempre parcializados, envueltos en particularizados intereses, marcados por simbologías partidistas.

En su libro de efe, de manufactura propia, elabora 14 crónicas donde el padecimiento personal parecería ser el eje centralizador, pero esta pena no proviene, como podría malsanamente suponerse, de la desubicación geográfica, sino de los portentosos sucesos de los que fue un afortunado testigo. "En los ojos del reportero vive un niño más que asustado, sorprendido -dice el autor-. Perseguir la objetividad es un afán que en ese instante se convierte en falacia: ¿cómo encontrar equilibrio para el contenido de la crónica si a los disidentes de Andrés Manuel [por aquel entonces, y cómo pasa el tiempo, considerado el Dios de los pobres] parecería que se los tragó la ciudad?" Porque a eso vino Carlos Sánchez: a cubrir la contienda electoral, que en realidad no lo fue porque, a diferencia de los países que de veras quieren ser democráticos, la poca, escasa, casi nula, diferencia de votos no condujo a una segunda vuelta de los sufragios sino, sencillamente, se eligió vencedor a quien de antema no ya lo era. Y hubiera sido ganador el panista aunque sólo un voto lo hubiese diferenciado de su contrincante. Aquí los plebiscitos no tienen el significado que les otorgan los diccionarios. Tal vez en México quiera decir algo así como la plebe diminuta, nada más.

El reportero se introdujo hacia adentro de los campamentos perredistas. Habló con Gabino Palomares, lo escuchó, aplaudió sus canciones. "Los medios de comunicación -declara Palomares- están totalmente orquestados para denostar este movimiento. Dicen que nosotros estamos impidiendo el libre paso de las personas. Yo les digo: no, pásenle, lo que no están pasando son los carros." Y también tenía razón el cantor, que asimismo no ha dejado, nunca ha dejado, en paz a los santos conservadores de las costumbres milenarias. "Hace tiempo compuse una canción a los mochos -dice Carlos Sánchez que decía Gabino Palomares a su tumultuosa audiencia, en aquella Avenida Reforma paralizada por los manifestantes-. Se acuerdan que cuando entró Fox empezaron a querer hacer las gracias por todos lados: quemar obras de arte, a poner leyes que realmente dan risa, hicieron una cosa que se llamaba del buen vestir y del buen decir, o sea que los que decían una mala palabra en la calle se los llevaban y tenían q ue pagar una multa. Uta, con los chilangos se hubieran enriquecido [aquí hubo risas de a madres, aclara Carlos Sánchez, pertinentemente]. Y en lo del buen vestir era que si veían a una muchacha de minifalda también la llevaban a que pagara una multa. Qué pendejos, yo me la llevaría a otro lado", y aquí la raza soltó más risotadas.

"El miedo a la parcialidad es constante", dice Carlos Sánchez, pero sus ojos continúan siendo de niño sorprendido. "¿Pueden caer las almas como chubasco? Buscar cómo describir lo que se ha visto es inevitable", sentencia el reportero. "Algunos medios hablarán de cifras, de caos, de manipulación. Los ojos de niño sorprendido no pueden más que seguir viendo la fiesta, la emoción, la oportunidad del joven que ayuda a su padre a vender refrescos aprovechando la manifestación." Quizás asistieron más de dos millones de personas en uno de aquellos ritos postelectorales, mas el periódico Reforma (con fotografías aéreas) "puso alfileres en la cabeza de los manifestantes -nos recuerda Carlos Sánchez- para hacer su conteo exacto, y la cifra se redujo a 350 mil. Aparte de apoyar a la derecha, Reforma ahora hace brujería: encaja alfileres y desaparece a la raza", y él, por supuesto, después de esta apreciación, también ya se ganó la eterna exclusión en dicho rotativo.

El de efe despierta siempre, ocurra lo que ocurra, aunque se hayan manifestado millones de individuos el día anterior. "Porque no sólo de Paseo de la Reforma vive México -comenta Carlos Sánchez-; porque no sólo de política, de información, de análisis, de conflictos que generan los intereses del poder. Hay un rebozo que sirve para trasladar las bolsas de pan, y poner el puesto y elaborar las tortas, y ofertarlas al marchante. Es la vida y no se detiene." El cronista mantiene perfectamente abiertos sus ojos: "La ciudad está -dice-: vive y en silencio tolera la diversidad de corrientes ideológicas. El corazón del de efe late. Mientras, allá en Tele Aztecavisa, que juntos son lo mismo, periodistas más que de prestigio, famosos, seguirán aumentando sus ingresos. Porque ellos, como los políticos, nunca pierden: el rating les asegura una vida más cómoda."

Pero, bueno, aprovechando la visita, el reportero no podía dejar de visitar ciertos recintos míticos de la capital, como, digamos, Tepito o La Lagunilla, cosa que hizo sin pérdida de tiempo. "Son topos que caminan en rumbo inverso -dice Carlos Sánchez-. Es la raza que asoma sus ojos para encontrarlo todo. ¿Cómo enumerar las ofertas? La Lagunilla es un mercado perenne [y es cierto, parecería incluso que estaba allí mucho antes de que llegaran los aztecas, digo yo]. La prisa es un tic tac que sólo cesa en el instante de la transa: vender, comprar y avanzar. A unos pasos la capacidad de la transa aumenta: Tepito es un monstruo que yergue su pecho y mira vigilante a los consumidores acelerados. Controlarlo todo es su posición, fiscalizar el bolsillo del visitante, acariciarlo, dejar que haga su voluntad, mas no dejarlo ir ileso. Compra porque compra. Vende porque vende. Es la ley del comercio: la habilidad para seguir respirando, comiendo, existiendo."

También visitó, cómo no, el Estadio Azul, sin aun decirnos si le va o no al Cruz Azul, o, más aún, si le gusta el futbol o no, si bien deja traslucir una admiración inquebrantable por el dribaldor nato que es el Chelito Delgado. El Cruz Azul ya se ha cansado, dice el cronista, de estrellar en las esquinas, de fallar, de ponerle balones a Richard Núñez y que éste los desaproveche, y pareciera que nos está hablando apenas del último partido de este equipo, acostumbrado a fallar y a andar en un sorprendente subibaja, como el futbol mexicano mismo. "Busco desesperado la última esquina de polvo guarecida en la bolsa diminuta de mi pantalón. Cavilo de impaciencia. Si tan sólo pusiera una línea de cocaína en la nariz de Salvador Carmona, tal vez la exactitud del trazo llegaría", y en acabando de pensarlo viene una jugada precisamente de Carmona para el Chelito Delgado quien la controla de pecho (la pelota, no la cocaína), ve al arquero, la bombea y el balón deja de moverse cuando toca la re d.

Cómo no visitaste el Tianguis del Chopo, Carlos Sánchez, cómo no estuviste en el concierto de John Fogerty o de los Les Luthiers, cómo no estuviste en la inauguración de la megabiblioteca. Qué nos hubieras dicho que otros no han podido mirar o que no quieren mirarlo. Cómo se distinguen los buenos cronistas. De inmediato, y sin necesidad de tener padrinazgos en la literatura.

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