lunes, 3 de diciembre de 2007

Domingo adentro

por Carlos Sánchez

Laura avanza hacia la ciudad. Atrás deja los días de prisión. Desde que aceptó ingresar a la clínica de desintoxicación del CERESO, la vida le dio un vuelco.
Laura mira las calles y el polvo de su barrio la recibe. Escucha una voz que viene de la nada y le sugiere ir a la parte que más disfruta de su casa. En el corral siente el viento sobre su rostro, y mira esos años de jugar a ser niña.
Laura convive con sus hijos, sus padres. Laura está feliz. Cerrar los ojos le ha devuelto la llave a sus pasos. Y avanza.
Laura dice que todas rompieron en llanto cuando la sicóloga les dijo que levantaran los párpados e imaginaran su regreso al CERESO. “Todas nos pusimos a llorar”, insiste.
Hoy que es domingo, tanto para Laura como para dieciséis internas más, hubo pastel de celebración. Y la carne asada no sólo fue pan y sal para los familiares que atraviesan cada semana esa baya metálica custodiando los cuerpos.
A un costado del femenil uno, en el vientre de la clínica, poco más de un mes se concentraron las mujeres que pretenden alcanzar la lejanía de las adicciones.
Desde muy temprano la pulcritud en sus cuerpos evidenciaba más que el ánimo de la elegancia, en todas, la esperanza de las voces del hogar y celebrar con ellas a manera de graduación, el esfuerzo de someter al deseo para que no reincida en el consumo de drogas.
Y vino el convivir: Ulises, hijo de Laura, se trepó a los maceteros, entró a los cuartos, vio caricaturas, comió hotd gos, papitas, tomó soda, engulló medio taco de carne, jugó a los tazos, se arrastró por la banqueta, le nació un chichón en el costado derecho de su cabeza, dibujó a su mamá y puso el nombre de ella en una hoja blanca como sus palabras, y todavía, llevó pastel para su casa.
Nicolle con sus brazos de cinco años se abalanzó al pecho de su mamá la Juanita, ambas tuvieron ganas de eternizar el instante. Las dos siguieron siendo niñas, contándose la vida, la pequeña recreándole el mundo de afuera a la más grande, la que vive adentro.
Nicolle tuvo un menú similar al de Ulises, y también dibujó a lápiz la existencia del mundo que desea.
En ese domingo en el que la mamá Lety convivió con los suyos, y tuvo sonrisas para repartir, las horas se asaron en las brasas de risas tronando contra el carbón. Pamela se vistió de cocinera y se hizo la promesa de que una vez libre, pondrá una taquería. Oralia que es celadora, puso su experiencia en el mandil y con exactitud en los grados centígrados, desparramó la carne en el bracero. Nunca antes tanta armonía en una guardia para con las internas. Los ojos de visita lo vieron, lo sintieron.
Allí, entre ellas, la demagogia es una palabra que no existe. Lo que Laura mostró a su madre doña Gloria, la doñita que regresó desde arriba, allá donde están los hombres y entre ellos dos de sus hijos, para reencontrarse con su hija, escuchó las experiencias aprendidas durante esos cursos de vivencias que obtuvieron las reclusas.
Dijo Laura a su madre que ahora sabe que nunca le ha demostrado la querencia. Y sabe también que el amor de su amá hacia ella, siempre ha estado puesto.
Hubo crédito para la reflexión durante esos más de treinta días en la isla del análisis, apartadas de la guerra de insidia que el exterior tiene tácito.
Apenas ayer agradecían a doctores y sicólogos, a trabajadoras sociales y al director. Y un día después, venía el alivió, la respiración, porque tener cerca los ojos que miran con cariño, relaja más que la mota, más que el cristal.
Ahora saben las internas que estuvieron en ese símil de retiro espiritual, que otras cosas tiene la vida, y que en la memoria se guardan detalles a los que se recurre con facilidad si hay la motivación de los que saben inducir. El equipo que aporta herramientas para las reclusas, fue certero en su trabajo, hasta penetrar en las emociones de las damas que habitan en el penal.
Lo de los trabajos manuales, la elaboración de bolsas de mano, será una anécdota para el aprendizaje. Lo contundente para el alma es la información obtenida allá adentro, donde a manera de reiteración se aprende que el amor existe. Y la familia seguirá siendo un remo en este naufragio llamado vida.
Dijo doña Gloria, madre de Laura, después de escuchar a Nicolle diciendo que ella se quedaría con su mamá, que el corazón le descansa siempre que va a ver a sus hijos: “es como si volviera a respirar”, suspira la doña.
En ese instante, Ulises indaga con sus ojos la bolsa resguardando el pastel. Y Nicolle es una damita más en la fila de cuerpos que pare el penal, y voltea hacia atrás, buscando los brazos de su madre, la Juanita.

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