La Perla y su paso por la vida, los días de infancia, la soledad, la adolescencia de pelo rizado, su capacidad para el ligue, un mal encuentro con los malos, el final
Carlos Sánchez
Cd. Victoria.- Bailaba como la Beyonce.
Era exótica. Morena. Bailaba con cadencia. Fue Miss Tamaulipas en un
concurso de belleza gay. También bailaba en las fiestas, en los bares,
en concursos. Bailaba…
De niño se trepaba a los camiones,
optimizaba los rizos de su larga cabellera, su piel oscura, su cuerpo
esbelto, su voz de canario y se vestía de payaso. Contaba chistes y
pedía dinero por sus números a veces ensayados, otras veces –los más–
improvisados. Cuando un vecino de la colonia se trepaba en el mismo
camión que él, la reacción generalmente era el silencio. Tenía que huir
como si lo acusaran de robo.
En Ciudad Victoria, Tamaulipas, la
paranoia late en todas las calles. En los medios de comunicación se
registra la violencia, pero digamos que la violencia light, la
intrafamiliar, la del bandido que atraca comercios, el cristalazo a la
cervecería, la colisión y las pérdidas irreparables.
Aquí los reporteros de la fuente
policiaca firman notas sobre jueces que rechazan a sus guaruras,
estadísticas de accidentes que son la principal causa de muerte. Nuca la
investigación de un asesinato, nunca los nombres de los que mueren
después de un levantón.
Por eso el nombre de Jorge Alejandro
Camarillo Zapata (a quien de niño apodaban el Negro y cuando fue
creciendo adoptó el de la Perla), no apareció en los periódicos para que
la sociedad se enterara de su muerte, como antes fue costumbre en esas
secciones que paradójicamente llevan por título: Seguridad.
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