sábado, 28 de febrero de 2009
La invención enemiga de Malú Huacuja del Toro
Malú Huacuja del Toro, prolífica escritora que en sus manos el filo de la mezquindad de otros escritores, teatreros (teatreras), le ha provocado heridas.
Hace unos años emigró hacia otro país, después de una serie de infamias en contra de su obra y su persona. Como lector conozco sus Crónicas anticonceptivas, y puedo desde el día de mis ojos en el contenido de esas historias, admirar la calidad de redacción, construcción y congruencia de la autora.
Desde ese día que cayó en mi vida el libro publicado por ediciones de El Financiero, y que atinadamente adquirí en la Feria del Libro de Palacio de Minería en 2007, la esperanza me atrapó (ante la proliferación de redactores, impostores, que se autonombran escritores) supe entonces que no todo está perdido, que hay seres como Malú que defenderán hasta con los dientes la pasión por la escritura, y saldrá a la vida a decir esta boca es mía. Lo hace desde su pluma y no teme a las figuras de escaparate que monopolizan, transan, discriminan y hurtan con cuello banco lo que a otros le pertenecen teniendo como comparsa a “los intelectuales” panegíricos de los enquistados en poder político, y demás.
El jueves 26 de febrero se publicó una entrevista en la sección cultura de El Financiero con Malú Huacuja del Toro; tuvo a bien enviarme el texto la escritora, con unas líneas de preámbulo-aclaratorias. La publico ahora, y al final de ésta, el comentario de un lector, respecto de la entrevista. Vale:
Queridas amigas y amigos:
¿Yo, “polémica e impulsiva”? Seguramente Enrique Krauze no es nada impulsivo.
De todas formas aquí lo reenvío, aunque por causas de fuerza mayor (dicen) le cortaron toda pregunta y, en consecuencia, no se entiende a qué estoy reaccionando “impulsivamente”, dizque contradiciéndome a mí e, incluso, al maestro González Rojo (no respondiendo a la holgazanería de quien no leyó el libro —como realmente ocurrió—, sino al texto de González Rojo, como jamás sucedió), y les pido que, si les es posible y tienen hambre, se coman una enchilada verde o un taco de carnitas con limoncito en mi honor, no por otra razón sino porque aquí no hay. Y porque, claro, la comida mexicana a mí sí me gusta. El libro de Como agua..., no.
Muchos besos hambrientos, que no necesariamente impulsivos.
Malú.
La invención enemiga de Malú Huacuja del Toro
por: Rafaela Canarias
"En mi libro todo parece obra del Demonio, que es el enemigo".
Malú Huacuja del Toro.
La invención del enemigo es la nueva novela de Malú Huacuja del Toro (Ciudad de México, 1961), editada un poco antes de que acabara 2008 por Plaza y Valdés. La autora, apunta el poeta Enrique González Rojo en la contraportada, "ha encontrado su tema en la literatura de espionaje durante la Guerra Fría".
Siempre polémica, siempre impulsiva, la narradora envía, desde Nueva York -donde radica-, unas palabras para darle forma a esta entrevista.
"Como su título lo indica", señala Malú Huacuja del Toro para desmentir, de paso, a González Rojo, "mi novela no es sobre la Guerra Fría ni sobre las pugnas entre escritores, sino sobre la invención del enemigo y su consecuente reescritura de la historia. En Nueva York, después de la caída del Muro de Berlín, un desvalido Iván Chernov, ex escritor de novelas de espionaje, se enamora de quien fuera su enemigo durante años. No les voy a decir quién es, porque es una falta de respeto a quien quiera leer la novela. Pero sí les adelanto que, como en los viejos tiempos, la gente se avienta por los balcones en circunstancias inexplicables y ocurren linchamientos ideológicos. En el libro todo parece obra del Demonio. El Demonio es el enemigo. Al joven socarrón Ted Miller, detective (¿privado?) de izquierda (según reza en su tarjeta de presentación), le corresponde desentrañar este misterio".
Malú Huacuja ha intervenido en continuas algarabías discursivas contra los plagios literarios, de los que ha sido, afirma, un blanco sucesivo. Por eso, asegura que las peleas entre escritores parecieran incluso normales: "En eso se pasaron la segunda mitad del siglo XX desde autores de la talla de Jean-Paul Sartre y Malraux hasta Octavio Paz, un poeta que parecería que en 1968 renunció a su puesto de embajador de México en la India... para convertirse en embajador del gobierno de Estados Unidos en México, ¿qué no? -cuestiona-. Y, en México, pasando por Enrique Krauze, quien virtualmente asesinó a don Gregorio Selzer. El de Gregorio Selzer es uno de los suicidios en los que está inspirada esta novela, y es un respetuoso recordatorio de lo que Enrique Krauze fue capaz. Los escritores se mataban, intelectualmente, sobre todo; pero casi también físicamente. No sé si estos enfrentamientos son o no idiotas, asunto del que no quiero inmiscuirme. Es como discutir no si tienen razón los árabes o los judíos sino si es o no idiota la razón de los bombardeos en Gaza. ¿Qué relevancia tiene que lo sea o no? Lo importante es la gente que está sufriendo y la imposibilidad de la paz."
Esta nueva novela, apunta su autora, "se empezó a forjar cuando llegué aquí a vivir a Estados Unidos y vi que la fecha del Día del Trabajo había sido cambiada por motivos políticos; que la historia entera de esclavitud del país se escondía, y que la democracia que Octavio Paz defendió con creces era una sociedad de castas donde ni él ni Enrique Krauze habrían tenido derecho al voto si hubieran nacido aquí, pues por el hecho de ser mexicanos no les habrían dado más que una ciudadanía de segunda clase y no les habrían permitido dirigir más que un restaurante de comida mexicana. Las únicas publicaciones que les habrían permitido editar habrían sido las del menú. ¿Por tontos? No, por no querer observar. Con tal de hacer propaganda política, El laberinto de la soledad está inundado de mentiras sobre Estados Unidos, de la misma manera que Paz miente sobre la India. Tengo aquí amigos hindúes a los que les platico lo que dice Octavio Paz de su religión y se mueren de la risa... Pero también de la indignación, de que sea un Premio Nobel quien lo dice".
Por eso la novelista transcurre su vida apacible fuera de las fronteras mexicanas. Hubo un momento en que, presionada por sus decires, y por lo que éstos le acarreaban, ya no pudo más, y decidió voluntariamente exiliarse en Estados Unidos, donde ya ha montado en el Gene Frankel Theater, en 2004, una pieza dramatúrgica. Muchos escritores de novelas de espionaje fueron espías, dice Malú Huacuja, "el propio John Le Carré trabajaba antes para el servicio secreto. Y ahora, como acabamos de leer en la prensa, Milan Kundera también fue delator. Cuando yo escribí la novela no se sabía esto de Kundera. Pero los conozco, y en Estados Unidos se sabía que a Kundera le pagaba la CIA".
"Tú eras el libro que ibas leyendo -escribe Malú Huacuja en las primeras líneas de su nueva novela-. Como ser mitológico, tú y el libro eran uno solo, mitad hombre o mujer y mitad empastado, montada o montado en el lomo de las páginas del diablo o de dios, cabalgando y disfrutando orgasmos religiosos. Pero, a diferencia de las imágenes antropoequinas, tú no eras el jinete del caballo. Era el libro lo que domaba a tu mente: esa bestiezuela salvaje que no sabía distinguir entre auras y cuernos. Así era en aquellos años. No se podía abrir un volumen sin estar instantáneamente de acuerdo con el autor, como si de sexo inseguro, infeccioso y mortal debiera tratarse el acto de leer."
Como en toda su obra, tanto fílmica como teatral, radiofónica o de cabaret, Malú Huacuja del Toro no deja de mirar las crueldades por las que se asoma el humano debido a los quehaceres de la política. En La invención del enemigo, según Enrique González Rojo, la autora "nos conduce a la reflexión de lo que somos los humanos en general y de cómo nos comportamos en ciertas coyunturas, como la de la época de la bipolaridad política mundial, en que afloran la tragedia y la comicidad de nuestros actos". Y ésa es, tal vez, la justa expresión de los escritos de Malú Huacuja: comicidad, pues en ellos se ven reflejados los típicos comportamientos de las personas que siempre parecen estar simulando ser lo que justamente nunca serán.
Nota: el siguiente texto, publicado en un recuadro del 26 de febrero en El Financiero, en el que opinan que les he sacado “demasiado punta a los plagios” fue consecuencia de que me preguntaron: “¿Y sí es cierto que a usted la plagiaron? Hay quienes lo dudan”. Pero borraron la pregunta (¿por qué será?) y pusieron su opinión.
PLAGIOS
(RC)
Jueves, 26 de febrero de 2009
Y escribanos.
Y, de nuevo, aborda los problemas de los plagios, un tema del que le ha sacado demasiada punta la autora. Quizás algunos se resistan a creer que Malú Huacuja del Toro es sucesivamente plagiada, incluso hace poco se decía que en una obra teatral de Jesusa Rodríguez otra vez esta dramaturga y actriz había tomado palabras de Malú (antigua guionista de Jesusa por varios años) sin otorgarle por supuesto crédito alguno.
A esto, la novelista responde que es natural que cierta gente se resista a creer que ella es continuamente plagiada... ¡si "los y las empleadas de la propia editorial Alfaguara" también lo creen!
"Y, vaya, hasta una señorita de la editorial Grijalbo, que ya no trabaja ahí, y que me contaba que en Grijalbo, no bajo la actual dirección, sino justo poco antes del cambio de dirección de Grijalbo a Océano, se les entregó mi manuscrito de Un Dios para Cordelia y que había un ghost-writer al que se le encargó plagiarse mi novela para escribir la de Laura Esquivel, que porque ella ni siquiera escribe sola lo que publica, pero que era un ghost writer 'medio pendejo' y que no le entendió bien a Un Dios para Cordelia [novela editada en 1995 por Malú Huacuja bajo el sello de Océano], y que por eso salió así la de La ley del amor. A decir de la ex empleada de esta editorial, le costaba trabajo creerlo, porque no podía imaginar que la gente fuera tan malvada. Yo, menos. Como siempre he dicho, por lo que yo critiqué públicamente a la empresaria Esquivel es por lo que me consta que hizo, no de lo que no la vi hacer. No la vi sentada copiándome mi manuscrito, ni a ella ni a su escribano. Me consta que me levantó infundios con otros artistas, lo cual dañó mi carrera; me consta que ofreció sobornos, que amenazó a las personas con las que yo trabajaba y que impulsó el acoso laboral. Los sobornos siguen estando a la vista: hace poco me regalaron por error, en serio, un disco que no había visto, que se llama Mexican Divas, por cuya producción Liliana Felipe da las gracias 'a New York y a Laura Esquivel'. Los cinco años de trabajo con Liliana para ella no significaron nada porque, como todo el mundo sabe, mi trabajo como guionista y mi amistad bien valen un disco apantalla gringos y la amistad con una empresaria millonaria, que no artista. Y sí es cierto, ¿verdad?, ja, ja. Además, lamento es que nos hayamos olvidado de la palabra escribano y tengamos que recurrir al término en inglés de ghost writer, acaso sólo porque la confeccionadora de productos librescos o sus promotores no se sabían la traducción."
Malú:
El asunto este de La invención enemiga de Malú Huacuja, está un poco enredado. ¿De veras tú desmientes a Enrique González Rojo? ¿Él dice lo que dicen que tú dices sobre él? Bueno, tal vez se deba a que no he leído tu nuevo libro, ya me explicarás mejor este entuerto. Sí creo haber percibido algo de mala leche en el texto o entrevista. Frases como esta: “Hubo un momento en que, presionada por sus decires, y por lo que éstos le acarreaban, ya no pudo más, y decidió voluntariamente exiliarse en Estados Unidos”, son cuando menos raras. ¿Qué quiere decir con presionada con sus decires? ¿Acaso se refiere a que tus críticas al sistema, el Fonca, la cultura, la literatura mexicana o etcétera eran verdaderas denuncias que ponían en riesgo tu vida? ¿O tal vez que tus decires eran fallidos y tú misma entonces decidiste voluntariamente exiliarte en Estados Unidos? ¿Qué es lo que” tus decires” te acarreaban? ¿Por qué no decir simplemente lo que denunciabas en su momento -y ahora-, a cerca de la Poniatowska y la Jesusa, o sobre el poder y el cuatachismo que ejercen las mafias literarias para repartirse el pastel, como tantas veces lo has expresado? ¿Es de veras el exilio algo voluntario? ¿No será que ni siquiera se imaginan el exilio, que desconocen lo doloroso que es dejar el país de uno porque se le cierra (o de plano le cierran a uno intencionalmente) el horizonte? Conceptos como éste del exilio para mí siempre han denotado una falta de comprensión del emigrante y su mundo; la manera zalamera como se maneja este asunto es francamente espeluznante. En fin.
V.M.
viernes, 27 de febrero de 2009
Cárcel carretera
Carlos Sánchez
Hay en el taller una parrilla eléctrica, una máquina de coser, varios trastes entre cucharas, platos, sartenes. Tijeras, navajas, punzones, un martillo, o dos.
Hay una grabadora que toca canciones de amor a veces. Llegan despacio y uno a uno los camaradas. Acomodan sus cuerpos en el cuadro de paredes similitud de un elevador. Parecería que al entrar allí el viaje hacia el cielo es inevitable.
Se habla de comida mientras el agua para el café hierve. Luego chilla el aceite para los huevos con chorizo, las papas; de gala también se aparecen espontáneos los jotqueis.
Escribo acaso de un lugar donde la fraternidad es el pan diario. Desde ese punto donde se puede observar que ya una parcela mueve los cuerpos de hombres que aman el oficio de la siembra, el olor superlativo de la naturaleza cultivada.
Hay en ese pequeño e inmenso cuadro de paredes de concreto y metales como puertas, ventanas, la cotidiana presencia del comandante Rodolfo quien desde su estatura observa la vida como desde un séptimo piso. El muchacho es grande y dentro le vive un corazón como su estatura lo amerita.
Lo conocí una mañana de asistir a dar el taller de literatura. No supe cómo ni cuándo pero de repente el abrazo efusivo me obligó al reparo de su capacidad de la palabra amor pendiendo de sus pupilas. Vinieron luego como desfile de emoción esas charlas sobre literatura, música, vida cotidiana, oficio, pasión por el arte y temas que construyen el intelecto y el espíritu, la sensibilidad.
Hablamos de los clásicos de la literatura, los que él ha consumido, yo ni por asomo; llegó también la colección de títulos que sobre Vicente Leñero ya ha leído. Nos paseamos por algunas rolas de Sabina. Incluso le escuché cantar alguna melodía evocando la valentía de Ernesto el Ché Guevara mientras el Pecas, su compadre, ponía notas en una guitarra.
Así se fueron construyendo los días de verlo en la vida. Dentro de ese espacio al que llaman cárcel, en ese cuadro que es su taller y desde donde chambea para aportar a la manutención de su familia. Desde allí.
Inevitable hubo un día de verlo regalarme un cinto de vaqueta para terminarse de forjar en mi cintura; después otro cinturón para sujetar los pantalones en el cuerpo de mi hijo. Y así la camaradería inscribiéndose en la honestidad de la mirada.
Hace unos días le dije a Rodolfo que me está echando a perder. Con la necesidad de hilvanar lo que en el corazón obsesiona, le he confesado que ahora lo pienso durante el día, cuando escucho alguna rola nueva, al leer un texto poca madre: esta aprehensión por ansiar el día para verlo y comentarle la literatura, me invade todos los días.
Lo sabe, lo sé: coincidir con alguien en temas que seducen, no es fácil.
En Rodolfo, más allá de la solidaridad ante un café desde sus manos y para mis tripas, más allá de la nobleza de sus acciones, la honestidad prendida de su cuerpo, más allá de una sonrisa siempre puesta, está la atmósfera y el viaje hacia el cielo por las conversaciones sobre el arte. El mar. A huevo e inevitable recorrer con sus verbos esa arena frágil de la playa de su pueblo: Mazatlán.
Se dice que Rodolfo vive preso. Difiero. No saben y lo confieso ahora cuántas ocasiones he sentido la adrenalina de la velocidad trepado en un trailer conducido desde sus palabras. Hubo una vez de llegar a un retén e increpar a una mujer policía, mientras ésta, hipnotista, nos pedía que le miráramos a los ojos. Claro, mientras esto ocurría la mente del chofer que se llama Rodolfo, cantaba una canción improvisada cuya narración iba encaminada hacia el “ya te la pelaste mamacita”.
En ese viaje el acelerador del trailer se sumergió de nuevo y hacia la frontera ya sin descansar.
Puedo decir también el trato para con las damas que alguna ocasión han visitado su taller, la posibilidad de su mirada apreciando la belleza, con discreción, con ese tacto en las palabras, sin desbocarse, con actitud de caballero.
Dónde nace la educación de este muchacho que toca los dos metros de altura, me pregunto. De dónde le viene la diversidad de temas para compartir. Qué hace que desde sus manos la vaqueta se transforme en obra artesanal ya sea al través de unos huaraches, un cinturón, una cartera, la pulsera, el sostén de los lentes.
Apenas ayer hubo día para conversar y beber café, comer jotqueis. Apenas ayer volviendo a la ciudad Jaime López me increpó con sus rolas para decirme, a la orilla de la carretera… y yo concluir: tienes que oírla camarada Rodolfo. Pronto se la compartiré como gratitud a esas mañanas de conversar.
Hay en el taller una parrilla eléctrica, una máquina de coser, varios trastes entre cucharas, platos, sartenes. Tijeras, navajas, punzones, un martillo, o dos.
Hay una grabadora que toca canciones de amor a veces. Llegan despacio y uno a uno los camaradas. Acomodan sus cuerpos en el cuadro de paredes similitud de un elevador. Parecería que al entrar allí el viaje hacia el cielo es inevitable.
Se habla de comida mientras el agua para el café hierve. Luego chilla el aceite para los huevos con chorizo, las papas; de gala también se aparecen espontáneos los jotqueis.
Escribo acaso de un lugar donde la fraternidad es el pan diario. Desde ese punto donde se puede observar que ya una parcela mueve los cuerpos de hombres que aman el oficio de la siembra, el olor superlativo de la naturaleza cultivada.
Hay en ese pequeño e inmenso cuadro de paredes de concreto y metales como puertas, ventanas, la cotidiana presencia del comandante Rodolfo quien desde su estatura observa la vida como desde un séptimo piso. El muchacho es grande y dentro le vive un corazón como su estatura lo amerita.
Lo conocí una mañana de asistir a dar el taller de literatura. No supe cómo ni cuándo pero de repente el abrazo efusivo me obligó al reparo de su capacidad de la palabra amor pendiendo de sus pupilas. Vinieron luego como desfile de emoción esas charlas sobre literatura, música, vida cotidiana, oficio, pasión por el arte y temas que construyen el intelecto y el espíritu, la sensibilidad.
Hablamos de los clásicos de la literatura, los que él ha consumido, yo ni por asomo; llegó también la colección de títulos que sobre Vicente Leñero ya ha leído. Nos paseamos por algunas rolas de Sabina. Incluso le escuché cantar alguna melodía evocando la valentía de Ernesto el Ché Guevara mientras el Pecas, su compadre, ponía notas en una guitarra.
Así se fueron construyendo los días de verlo en la vida. Dentro de ese espacio al que llaman cárcel, en ese cuadro que es su taller y desde donde chambea para aportar a la manutención de su familia. Desde allí.
Inevitable hubo un día de verlo regalarme un cinto de vaqueta para terminarse de forjar en mi cintura; después otro cinturón para sujetar los pantalones en el cuerpo de mi hijo. Y así la camaradería inscribiéndose en la honestidad de la mirada.
Hace unos días le dije a Rodolfo que me está echando a perder. Con la necesidad de hilvanar lo que en el corazón obsesiona, le he confesado que ahora lo pienso durante el día, cuando escucho alguna rola nueva, al leer un texto poca madre: esta aprehensión por ansiar el día para verlo y comentarle la literatura, me invade todos los días.
Lo sabe, lo sé: coincidir con alguien en temas que seducen, no es fácil.
En Rodolfo, más allá de la solidaridad ante un café desde sus manos y para mis tripas, más allá de la nobleza de sus acciones, la honestidad prendida de su cuerpo, más allá de una sonrisa siempre puesta, está la atmósfera y el viaje hacia el cielo por las conversaciones sobre el arte. El mar. A huevo e inevitable recorrer con sus verbos esa arena frágil de la playa de su pueblo: Mazatlán.
Se dice que Rodolfo vive preso. Difiero. No saben y lo confieso ahora cuántas ocasiones he sentido la adrenalina de la velocidad trepado en un trailer conducido desde sus palabras. Hubo una vez de llegar a un retén e increpar a una mujer policía, mientras ésta, hipnotista, nos pedía que le miráramos a los ojos. Claro, mientras esto ocurría la mente del chofer que se llama Rodolfo, cantaba una canción improvisada cuya narración iba encaminada hacia el “ya te la pelaste mamacita”.
En ese viaje el acelerador del trailer se sumergió de nuevo y hacia la frontera ya sin descansar.
Puedo decir también el trato para con las damas que alguna ocasión han visitado su taller, la posibilidad de su mirada apreciando la belleza, con discreción, con ese tacto en las palabras, sin desbocarse, con actitud de caballero.
Dónde nace la educación de este muchacho que toca los dos metros de altura, me pregunto. De dónde le viene la diversidad de temas para compartir. Qué hace que desde sus manos la vaqueta se transforme en obra artesanal ya sea al través de unos huaraches, un cinturón, una cartera, la pulsera, el sostén de los lentes.
Apenas ayer hubo día para conversar y beber café, comer jotqueis. Apenas ayer volviendo a la ciudad Jaime López me increpó con sus rolas para decirme, a la orilla de la carretera… y yo concluir: tienes que oírla camarada Rodolfo. Pronto se la compartiré como gratitud a esas mañanas de conversar.
sábado, 21 de febrero de 2009
Guaymas es tierra de poetas, no sólo de políticos
Poeta con ritmo en los versos, y en el cuerpo
Raúl Acevedo Savín recibió flor natural y 35 mil pesos en reconocimiento a su obra poética dentro de los Juegos Florales Darío Galaviz del Carnaval Internacional de Guaymas 2009. También coronó a la reina
Carlos Sánchez
Guaymas,Sonora.- Quizá la similitud radique en la belleza. Tal vez al mirar un rostro estético la catarsis sea invariable. Probablemente sentir es el efecto más concreto cuando se lee poesía.
¿Por qué premiar a un poeta en el marco de una coronación de la reina elegida dentro de un carnaval?
Tiene su origen esta práctica en la vieja Europa. Se retiene la tradición y la poesía cobra fuero en el Carnaval de Guaymas 2009. Se reconoce la belleza física, igual la belleza de un discurso en verso.
En esta ocasión y por vez primera, recibe a manera de homenaje el extinto crítico, maestro de literatura Darío Galaviz Quezada, el reconocimiento con su nombre en los Juegos Florales. Y es el poeta y editor Raúl Acevedo Savín, quien recibe el reconocimiento a su obra y como premio la flor natural, 35 mil pesos, y desde sus manos la coronación de la reina.
En el puerto de Guaymas hace viento en noche de carnaval. Cerca del Malecón y dentro del auditorio Fray Ivo Tonek, confluyen los admiradores de la belleza, autoridades culturales y funcionarios, incluso el presidente municipal, Antonio Astiazarán Gutiérrez, es espectador e invitado especial, también ejerce su función de premiador.
Hay luces multicolores, un escenario de ostentosa algarabía, y el momento inevitable para argumentar los por qué de la elección del poema ganador.
“Siendo las 19 horas del día 13 de febrero del año en curso, se reunieron en las instalaciones del Casa de la Cultura de este puerto los miembros del jurado calificador de los Juegos Florales Darío Galaviz Quezada del Carnaval Internacional de Guaymas 2009, Josefina Isabel Saucedo Morales, Ernesto Moya Amaya y Bruno Hernández Leyva, para deliberar sobre los 48 poemas entregados en tiempo y forma como lo señala la convocatoria. Después de haber revisado los trabajos recibidos, fue seleccionado como ganador el poemario titulado: Aquella noche el mar bebió de tu corazón náufrago, firmado con el pseudónimo de Daga, por su consistencia, sencillez y claridad, sin caer en la gratuitidad de los recursos retóricos….”
Gracias y buenas noches, dijo el poeta Savín en el preámbulo a su intervención. Luego rememoró los días de editar la revista Hayaza, y ser alumno de Darío.
Con un saludo previo a la asistencia, leyó: “…deseo antes que nada, antes de leer el fragmento de este poemario, expresar mi agradecimiento al jurado e instituciones que hacen posible esta honrosa distinción.
“Fue precisamente un poeta quien dijo que una ciudad que tiene historia sabe de dónde viene, pero sabe sobre todo adónde va, Guaymas es una ciudad histórica, es indudable. Pero una ciudad que tiene poetas, vislumbra los espacios necesarios donde la vida y el amor cobran sentido. Guaymas es también territorio de poetas, no sólo de políticos. Desde Alfonso Iberry y Mosén Franisco de Ávila, pasando por el callejón de losTriquis donde nació Edmundo Valadés, este escritor uno de los más grandes y promotores culturales en la historia de la literatura hispanoamericana.
“Quizá a muchos les parecerá extraño el nombre de Edmundo Valadés, quizá por eso escribió uno de los más hermosos relatos mexicanos que se llama precisamente El extraño, y que hace referencia a esta ciudad.
“Poetas de la talla de Miguel Manríquez, Alejandro Ramírez, Gilberto Gastélum, José Luis Ojeda Bravo, Bruno Hernández, Ramón Santoyo, Josefina Saucedo, todos con talento excepcional, que con sus búsquedas y exploraciones de lenguaje han enriquecido a la poesía sonorense.
“Un premio literario tiene muchas connotaciones, sé que un premio así se debe también a la perseverancia y al trabajo, al regresar una y otra vez a los textos llevan realmente a un objetivo con estas características. Como sea, esto es parte de la vida, como lo es lo que un poeta hace acerca de la vida y de la muerte, que al fin de cuentas es también un carnaval”.
En el instante de la emoción inevitable es compartir un fragmento de creación, Y Raúl Acevedo Savín desenvaina versos del poema ganador. Antes palabras de elogio a otro poeta muerto, quizá el mayor de sonora y esta región.
“En el día de tu cumpleaños viejo Abigael / no importa que este poema no se escuche más allá de las fronteras, también la tierra que ensombrece tu rostro / una larga e imperfecta ternura sucumbió en tus cantos / y toda protesta fue blanco de sufrimientos: la fatiga, el sexo, el alcohol, se desvanecieron en los expedientes estratégicos violentados; dale permiso a esta tierra para que pueda seguir transpirando:
Qué simple: un poeta queda en su lecho,
abandona el mundo
y va a la puerta de la desesperanza.
El dolor tiene hambre.
(Ardua tarea esta
de despertar a tu propio ser, Abigael,
mientras el olvido terco como perro fiel
lame tu rostro...)
Finalmente – acota el poeta- a cerca de Mosén Francisco de Ávila: “Deberíamos inundar al puerto de poetas, abrirles el cráneo y sembrar cuidadosamente de claveles sus pisadas, leer a Francisco Mosén de Ávila nada más, les aseguro que la vida sería distinta, algo que Tagmar siempre agradecerá, rociando de letras las paredes, grafiteando las voces de nuestras almas… hay que rajarle la espalda a la revolución hasta que la salamandra invoque su perdón.”
En sus palabras como borbotones desde un corazón acelerado, el poeta laureado no dejó de recordar las enseñanzas de su maestro Darío Galavíz, y allá en el colofón de la premiación, Bola de ruido, muchachos éstos con música en el alma y las manos, con pasos alegres contagiando a la concurrencia, llenaron de alegría el escenario. David Norzagaray Félix, director de la Bola… se acercó al poeta y lo trepó al escenario, para que acompañado de las baila’oras enseñara también sus desplantes. La alegría es un dique para la palabra “no”. El poeta sobre el escenario hizo su mejor esfuerzo, empero nos dejó claro que su maestro Darío le enseñó literatura, más no el secreto del baile que tan bien ejercía.
Y que viva el verso dentro también de un carnaval.
*Raúl Acevedo Savín es poeta, narrador. Oriundo de Isla de Cedros, Baja California Sur. Actualmente es director de publicaciones de Universidad de Sonora. Cuenta con amplia trayectoria como editor y promotor de las letras; organiza el Encuentro Hispanoamericano de Escritores Horas de Junio.
domingo, 15 de febrero de 2009
El libro y la cuestión editorial
TODO EN ARAS DE LA CULTURA
Raúl Olvera Mijares
Editar libros se ha convertido en la forma más cómoda de hacer ajustar cualquier presupuesto, tanto en instituciones públicas como privadas con presuntos fines culturales. Como tantas compras, el libro se cotiza a un precio con el impresor que ya incluye la hinchazón de donde han de salir las partes para distintos oficiosos, llámense jefe de publicaciones, coordinador editorial o diseñador. Una vez publicados, los libros acaban en bodegas a dormir el sueño de los justos, donde los ratones y el agua dan cuenta de ellos. Aún hoy se cree que hacer libros se limita a contratar un formador, una imprenta y organizar una sola presentación, para luego almacenar los ejemplares que queden.
De dudosa calidad resultan la mayoría de los volúmenes, al menos los publicados con fondos estatales, empleados más bien como tarjetas de presentación entre autores noveles –jóvenes imberbes o bien viejos desahuciados para la verdadera escritura. Las bibliotecas, el fomento a la lectura, la distribución real de los materiales bibliográficos se han visto resumidos en proclamas demagógicas, como aquella de Hacia un país de lectores y la absurda erección de bibliotecas que, por mala planeación, permanecen cerradas, pues podrían venirse abajo en cualquier momento.
Varias son las instituciones que se han echado a cuestas la encomiable labor de sacar a la luz valerosos volúmenes. Entre ellas, los institutos de cultura, las universidades tanto autónomas como de paga, los centros culturales y por supuesto las casas editoras privadas, que van desde las grandes, verdaderos trusts en manos de mercenarios extranjeros, hasta las pequeñas, no pocas veces casas chicas de escritores coludidos con el régimen, quienes se dedican a editar a sus amigos y a autores de renombre que puedan trasmitir un poco de fama. El círculo vicioso de ver publicada la propia obra es difícil de romper y, sin ser conocido de antemano o tener conectes estratégicos, se erige empresa, si no imposible, casi milagrosa.
Tanto políticos como entusiastas de la cultura reconocen el valor del libro, el cual es uno de los objetos culturales más delicados y exigentes. No basta con dar a la imprenta materiales de dudosa pluma o bien emplear un papel de una calidad y textura aceptables, cuando la tipografía, el diseño, la corrección de estilo dejan mucho o más bien todo que desear. Da verdadera pena por la tala inmoderada de árboles y el empleo inútil de celulosa.
LA RESPONSABILIDAD DEL EDITOR
La cultura cuesta. Sólo el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes tiene un presupuesto equivalente al de varias secretarías de Estado juntas. Es un despropósito pensar que haber pergeñado un par de libros lo califiquen a uno para ser editor. Este es el inveterado mito de que todo escritor es por naturaleza editor. Ser editor de verdad implica tener una formación cultural amplia, no solamente en las bellas letras, sino haber pasado varios años por la universidad y no en cualquier carrera, por cierto. Ser lector también de periódicos, revistas y obras académicas, sobre todo, científicas y humanistas. Tener los ojos abiertos a cualquier manifestación escrita o tipográfica. Ser editor es estar poseído por un prurito casi morboso por la perfección, ese ideal de la nula errata, horizonte casi inalcanzable pero que al fin da sentido a la callada y maniática labor.
El poder industrial y el cultural no están reñidos. Barcelona, Milán, Fráncfort del Meno, son centros de la industria y el comercio pero, al mismo tiempo, son capitales alternas de la cultura, en disputa continua con las verdaderas capitales, Madrid, Roma y Berlín. Las casas editoras, para sorpresa de muchos, representan el punto de confluencia entre el pensamiento teórico y el práctico, entre las ideas y las obras, entre los sueños y la realidad. Nunca resultará inútil insistir en la importancia del humanismo y la promoción de la lectura. Hacer libros para gente que no lee es un despropósito, sólo justificable por el deseo de cultivar la imagen, tal como sucede con ciertas instituciones que navegan bajo el cómoda bandera de la Cultura. Reformas en el sistema educativo –en todos los órdenes– se requieren con urgencia. La participación de los particulares es imprescindible. El Estado, por sí solo, no es suficiente.
EL SECTOR PRIVADO
El impulso necesario tendría que venir de la inversión privada. Ojalá que, como en la rama de los bancos, un día los mejores libros se los disputen, en nuestro país, las principales ciudades –la capital, Guadalajara, Monterrey, Puebla. Sacar a la luz libros propios –hechos, escritos, editados o traducidos en el lugar– es una de las maneras más eficaces de fomentar el desarrollo económico y político de la región. Es ofrecer trabajo a mucha gente y recoger ganancias nada desdeñables, hallando nuevos terrenos para la inversión.
Si se piensa que los grandes sellos editoriales tienen la cuestión resuelta, bastaría acercarse a alguno de los llamados editores comerciales para tomarle la temperatura a la situación. En la pasada Feria del Libro, que tuvo lugar en Monterrey, hubo ocasión de entrevistar a editores y autores. Además de las molestas giras por las ferias, las entrevistas concertadas y las declaraciones bajo mordaza, los escritores deben padecer, y no poco, bajo las jurisdicciones de los grandes sellos editoriales. Quizá quienes escriben parezcan invulnerables, todopoderosos, colocados en un mundo más allá de toda perturbación aunque esto, en la realidad, no es más que pura apariencia. “¡Qué es un escritor sin un editor!”, le oí alguna vez afirmar en tono de autosuficiencia a un editor de un connotado sello comercial. Más que editor habría que hablar de publisher –así en inglés– o de publirrelacionista, otro horrible neologismo. Se puede ser bastante ignorante, no conocer el idioma, mucho menos tener gusto para las bellas letras y desempeñar, no obstante, la labor de seleccionar libros y autores en el ámbito comercial.
Pedro Ángel Palou, autor y figura pública en su natal Puebla, concibe el problema del trato recibido de las grandes casas editoras en estos términos: “ Hay un grupo de escritores latinoamericanos que hoy curiosamente, publicando en editoriales globales (Planeta, Alfaguara, Mondadori), no nos leemos. Es necesario romper este círculo vicioso de lo que llamo el nuevo colonialismo cultural de las editoriales españolas, que compran los derechos mundiales de un autor en castellano, para sólo publicarlo en su país o en los países que quieren y, precisamente, para no llevarlo a España. Hay toda una perversión incluso en el modo como se promueve al escritor en América Latina a partir de las famosas ferias, que tienen también su propio sector. ¿Quién viene a la feria? Pues, sobre todo, alguien que lee. Y el esfuerzo que hace el país, el esfuerzo que hacen los propios escritores de venir, el esfuerzo que hacen sus editoriales se diluye, porque lo que no hacemos es leernos y discutir entre nosotros.”
LA CUESTIÓN DESDE DENTRO
A propósito de la situación que debe enfrentar una editorial de gran envergadura y trayectoria histórica como es el Fondo de Cultura Económica, que debe enfrentar, con un presupuesto restringido, dificultades como la de reeditar todo lo que los académicos, intelectuales y escritores demandan. El problema del almacenamiento de los libros, el volumen de los tirajes, el presupuesto para promoción son otras tantas cuestiones. Joaquín Díez Canedo, anterior jefe de ediciones, explicó: “Efectivamente, reeditar lo que tiene el Fondo es muy difícil. ¿Qué viene en auxilio? Las nuevas tecnologías, aún no incorporadas del todo. La impresión bajo demanda, por ejemplo, favorece el manejo de volúmenes muy reducidos. De hecho hay un gran interés entre los autores de publicar sus libros en el Fondo. Nos parece que todo autor tiene una convicción de que su libro es importante y original. Alguien que quiere proponer un libro, sin embargo, debe primero hacer un pequeño examen de conciencia y, por lo menos, que lo lea alguien más.”
Ser autor parece algo glamoroso, vivir de lo que a uno le gusta hacer, no está nada mal, pero entraña una serie de consideraciones éticas respecto a los usuarios finales de los libros. Sería irresponsable por parte de todos –creadores, mecenas y publicistas– no pensar en que elevar el ego de alguien, poner en el mercado una serie de artículos que difícilmente se consumen y especular en nombre de la cultura, sin hacer verdaderas campañas para formar lectores, es traer cada cual agua para su molino, desdeñando el provecho general y el bien común. Los libros son necesarios y hasta indispensables, pero únicamente los buenos, no cualquier mamotreto que por estar impreso y encuadernado se presenta como un producto valioso.
sábado, 14 de febrero de 2009
Borges seguirá en Ginebra
por SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ / El País
La diputada argentina María Lenz, que impulsaba el proyecto para que el Parlamento argentino reclamara la repatriación de los restos mortales del escritor Jorge Luis Borges, ha abandonado la idea de someter una iniciativa semejante ante la Comisión de Cultura del Congreso. Según explicó ayer a EL PAÍS, la diputada mantuvo el pasado jueves una conversación de hora y media con la viuda de Borges, María Kodama, que no desea que se muevan los restos del escritor, enterrado en Ginebra (Suiza).
"Nunca quise plantear la eventual repatriación de los restos de Borges como un hecho traumático, que diera origen a una polémica ni que causara angustia a nadie", aseguró Lenz. "María Kodama es la heredera universal de Borges y pretender hacer algo en contra de su voluntad es absurdo. Sería ponerme en contra de la institucionalidad", aseguró. "No se trata de retirar ningún proyecto, porque nunca llegué a presentarlo formalmente en la Cámara, pero sí de decir que abandono la idea".
María Lenz, una joven diputada de la mayoría oficialista (peronista), muy vinculada a proyectos culturales, había planteado la posibilidad de impulsar la repatriación de los restos de Borges y otros dos ilustres argentinos que murieron en Europa: el escritor Julio Cortázar, enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París, y el músico Alberto Ginastera, uno de los más grandes compositores de América Latina, que se trasladó a Europa en 1970 y que está también enterrado en Suiza. El proyecto fue concebido como una forma de rendirles homenaje. "Hay muchas maneras posibles de homenajear a Borges y su repatriación era sólo una de ellas. Kodama y yo hablamos de la posibilidad de crear un museo con algunos objetos y manuscritos". La calle en la que nació Borges, en Buenos Aires, lleva ahora su nombre. Su memoria es también notoria en algunos cafés o restaurantes a los que acudía, pero no existe un museo dedicado al escritor, aunque una amplia colección documental relacionada con él se encuentra en la Fundación San Telmo, en pleno centro histórico.
Lenz no quiso entrar en polémicas sobre dónde hubiera querido ser enterrado Borges. Uno de sus biógrafos, Alejandro Váccaro, mantiene que el escritor deseaba descansar en el famoso cementerio porteño de La Recoleta y recientemente se ha insistido en unas declaraciones que Borges efectuó para un documental en el que recorría ese cementerio y expresaba su deseo de ser enterrado allí. Todo eso ocurrió, sin embargo, en los años sesenta, cuando aún no había decidido marcharse de Argentina ni solicitar la ciudadanía suiza. Su esposa, María Kodama, que le acompañó en sus años finales y en ese exilio voluntario, se ha mostrado siempre partidaria de dejar en paz sus restos mortales en la ciudad donde murió. Borges, que siempre imaginó el paraíso como una especie de biblioteca y que creía que "la muerte es una vida vivida", seguirá reposando en su amada Ginebra.
viernes, 13 de febrero de 2009
Espérame en otro mundo
Carlos Sánchez
La iluminación me obliga a la gratitud. Observo esas atmósferas tan cotidianas, en esas locaciones que son la casa, la calle, la ciudad que no es la misma y no sé porqué contengo el deseo de llevar las manos al rostro.
Tanto tiempo sin atinar a una película insultándome de tanta sensibilidad en el director, los actores, el fotógrafo, la iluminación, su música.
Cuán difícil es el inicio de un guión para cine, me comentan, es como el ejercicio de decidir cuál es el inicio de una nota informativa, acotan.
Yo sólo me dispongo en la sala, a merced de dos personas dentro del vacío de las butacas, porque esta peli no tiene, ni tendrá ráfagas publicitarias, porque no se sabe mucho del contenido, porque no aparece ni un Gael menos un Diego porque Hollywod es primero y las salas adjuntas ofrecen a la misma hora la función estelar.
En cartelera nada importa si la sinopsis anuncia una película mexicana, menos si el argumento tiene que ver con nuestra realidad.
Pude durante el desarrollo de la cinta, llenarme de emoción ante la perfecta actuación de Margarita Sanz. Cómo puede una persona entrar en la mente de otra, con esa enfermedad que es la nostalgia, el amor ido, la desmemoria, de manera tan perfecta como lo hace esta actriz. Me pregunto también sobre las habilidades del guionista y el iluminador, no sólo para intuir la atmósfera precisa en los colores, sino para llenar cuando es necesario, un instante lúdico en un programa de radio.
También indago sobre lo que le caracteriza a este guión, y vuelvo al escritor, director, Juan Pablo Villaseñor, a quien no dejo de ver cargando toneladas de sensibilidad dentro de su piel. Intuición.
Cuán ocioso resulta llegar a la esquina del barrio, después de hacer el amor con una película en la pantalla grande, cuán infructuoso será contarles a los camaradas la anécdota, de nada servirá, porque así como en las otras salas los murmullos de la multitud evidencian las preferencias sobre el tipo de películas, así entre la raza los lamentos por la derrota de la selección mexicana de futbol llenan la cuadra y el barrio entero. Parecería no importarles nada más. Los medios se posicionan implacables. Y forman conductas.
Me exonera tal vez la felicidad en el recuerdo de observar una peli después de evadir la carretera y mejor comprar palomitas y un té, en la gana por descubrir lo que nunca pensé: un filme preciso para abundar sobre la nostalgia de esos seres que fueron nuestros padres, tan llenos del reflejo de la película como espejo.
Hace unos meses conversé con Juan Pablo Villaseñor, y ayer al ver Espérame en otro mundo, sentí un placer completo de verlo por anticipado, es decir, antes de esta historia que nos da.
Siento tantas ganas de abrazar a la actriz Margarita Sanz, tan llena de esa melancolía por el amor perdido, y deseo igual pararme sobre la duela de un salón de baile donde trabaja Marcela (Natalia Esperón), o bien echarme un trago con el padre protagonista que aterriza sus penas en el alcohol, siento tantas ganas de esto como de volverme a mirar en los ojos de Juan Pablo.
Qué obtendría con el hecho de mirarme en los ojos de él, resumo y concluyo: la oportunidad de agradecerle por este texto, este filme, la perfecta historia de lo que un corto tiempo habremos de vivir muchos de los que ahora nos sentimos jóvenes.
Ir al cine la tarde de jueves, fue atinar y refrendar, confirmar una vez más que el arte me puede instalar en un globo hasta tocar el cielo.
La iluminación me obliga a la gratitud. Observo esas atmósferas tan cotidianas, en esas locaciones que son la casa, la calle, la ciudad que no es la misma y no sé porqué contengo el deseo de llevar las manos al rostro.
Tanto tiempo sin atinar a una película insultándome de tanta sensibilidad en el director, los actores, el fotógrafo, la iluminación, su música.
Cuán difícil es el inicio de un guión para cine, me comentan, es como el ejercicio de decidir cuál es el inicio de una nota informativa, acotan.
Yo sólo me dispongo en la sala, a merced de dos personas dentro del vacío de las butacas, porque esta peli no tiene, ni tendrá ráfagas publicitarias, porque no se sabe mucho del contenido, porque no aparece ni un Gael menos un Diego porque Hollywod es primero y las salas adjuntas ofrecen a la misma hora la función estelar.
En cartelera nada importa si la sinopsis anuncia una película mexicana, menos si el argumento tiene que ver con nuestra realidad.
Pude durante el desarrollo de la cinta, llenarme de emoción ante la perfecta actuación de Margarita Sanz. Cómo puede una persona entrar en la mente de otra, con esa enfermedad que es la nostalgia, el amor ido, la desmemoria, de manera tan perfecta como lo hace esta actriz. Me pregunto también sobre las habilidades del guionista y el iluminador, no sólo para intuir la atmósfera precisa en los colores, sino para llenar cuando es necesario, un instante lúdico en un programa de radio.
También indago sobre lo que le caracteriza a este guión, y vuelvo al escritor, director, Juan Pablo Villaseñor, a quien no dejo de ver cargando toneladas de sensibilidad dentro de su piel. Intuición.
Cuán ocioso resulta llegar a la esquina del barrio, después de hacer el amor con una película en la pantalla grande, cuán infructuoso será contarles a los camaradas la anécdota, de nada servirá, porque así como en las otras salas los murmullos de la multitud evidencian las preferencias sobre el tipo de películas, así entre la raza los lamentos por la derrota de la selección mexicana de futbol llenan la cuadra y el barrio entero. Parecería no importarles nada más. Los medios se posicionan implacables. Y forman conductas.
Me exonera tal vez la felicidad en el recuerdo de observar una peli después de evadir la carretera y mejor comprar palomitas y un té, en la gana por descubrir lo que nunca pensé: un filme preciso para abundar sobre la nostalgia de esos seres que fueron nuestros padres, tan llenos del reflejo de la película como espejo.
Hace unos meses conversé con Juan Pablo Villaseñor, y ayer al ver Espérame en otro mundo, sentí un placer completo de verlo por anticipado, es decir, antes de esta historia que nos da.
Siento tantas ganas de abrazar a la actriz Margarita Sanz, tan llena de esa melancolía por el amor perdido, y deseo igual pararme sobre la duela de un salón de baile donde trabaja Marcela (Natalia Esperón), o bien echarme un trago con el padre protagonista que aterriza sus penas en el alcohol, siento tantas ganas de esto como de volverme a mirar en los ojos de Juan Pablo.
Qué obtendría con el hecho de mirarme en los ojos de él, resumo y concluyo: la oportunidad de agradecerle por este texto, este filme, la perfecta historia de lo que un corto tiempo habremos de vivir muchos de los que ahora nos sentimos jóvenes.
Ir al cine la tarde de jueves, fue atinar y refrendar, confirmar una vez más que el arte me puede instalar en un globo hasta tocar el cielo.
martes, 10 de febrero de 2009
ahora que las hojas se menean con el viento
carlos sánchez
Las nubes avasallan mis pupilas. Anoche soñé a mi padre en su cama sucia y lleno de alcohol en la panza. Miento si digo que estaba ebrio. Nunca se emborrachaba. Siempre tomaba.
Mi madre me ha dicho que necesita luz, que encienda una veladora. Yo me dispongo en la imaginación a tomar una escoba para limpiar su tumba. ¿Su tumba? Si sólo hay una plancha de cemento a medio terminar. Esa es su tumba. Y olvido la dirección, sólo doy a veces con ella y por inercia del recuerdo de ese instante de entrarlo en una caja en el vació del hoyo.
Las nubes se estrellan en la memoria y dibujan las palabras que mi padre pronunciaba lleno de felicidad cuando ya el chubasco inundaba el techo, el patio, los rincones de la casa.
Esta mañana después de evocar a mi padre en sueños, he llegado a la casa de la Cuca, y se apersonan los recuerdos de los camaradas muertos: el Juanito, David, Víctor Hugo. A unas cuadras de esta casa vivió el Abigael, poeta de apellido y de pasos indagando siempre la ciudad con sus naranjos en los camellones del boulevard de la opulencia.
Qué si camino hacia el norte y entro en el camposanto para ver si los muertos se levantan para disfrutar conmigo el dolor de las nubes entrando en el cuerpo. Me he dicho. Y me aposento mejor a ver el horizonte debajo de los árboles de la casa de la Cuca. Porque no tengo el valor de increpar los nombres de mis muertos dentro ya de su casa que es la única verdad en este imaginar.
A mi padre creo que lo evoco siempre porque fue el constructor de un discurso sin violencia, a diferencia de los gritos en boca de la otra familia que encontraba en mi existencia un desahogo para sus frustraciones.
Ahora que he crecido en los años los amigos se le parecen a mi padre con su voz pausada, y es inevitable recordarlo a diario. Y ahora mis amigos me protegen y me tienden como capa sobre las piernas una tela para amainar el frío. Y sirven café para mis tripas.
En ese trance de la disyuntiva, de ir al panteón, la voz de María Dolores Pradera ronda entre los olores que emanan desde la cocina de la Cuca. Yo la veo existir otra vez y sus máscaras de cerámica me espantan la conciencia. Me río de la gente que envidia por la calle, según dice la Pradera, yo ahora envidio la muerte de mi hermana que decidió irse hace un año con una inyección que le sofocara los pulmones hasta hacerlos reventar. También ella me llama entre sueños.
Al son de una guitarra las nubes duelen menos. Y la Cuca grita impávida y espontánea, resalta la lindura de mi rostro con la boca abierta: “Ni en California te tratarán así”, y es el trapeador que ya mueve sus manos entre el susurro que acompaña otra canción.
Las nubes, cierto, vienen como arpón para regresarme la piel descalza en esos días de correr los charcos, de subir las piedras del barrio. Viene la nostalgia de una tarde de lluvia caminando el pavimento al lado de una dama que ya no es, que me grita en el recuerdo la existencia de alguna vez la felicidad.
La Cuca parte canturreando entre olores de verduras que hierven. Yo no doy más en este texto, debo agachar la pasión del sentimiento cuando me apresa el clima y su frío del recuerdo. Debo cerrar la puerta de la casa de mi padre, llenar los pulmones de mi hermana para que nazca de nuevo. Debo alzar la vista para saber que los nombres de mis amigos estarán siempre inventando motivos para la existencia. Joder.
Por si estos párrafos necesitaran un colofón, la Cuca dice que a veces se asoma al cuarto de Juan porque escucha ruido, sirve otro café y jala una silla. Por la ventana sus ojos encuentran las nubes.
Las nubes avasallan mis pupilas. Anoche soñé a mi padre en su cama sucia y lleno de alcohol en la panza. Miento si digo que estaba ebrio. Nunca se emborrachaba. Siempre tomaba.
Mi madre me ha dicho que necesita luz, que encienda una veladora. Yo me dispongo en la imaginación a tomar una escoba para limpiar su tumba. ¿Su tumba? Si sólo hay una plancha de cemento a medio terminar. Esa es su tumba. Y olvido la dirección, sólo doy a veces con ella y por inercia del recuerdo de ese instante de entrarlo en una caja en el vació del hoyo.
Las nubes se estrellan en la memoria y dibujan las palabras que mi padre pronunciaba lleno de felicidad cuando ya el chubasco inundaba el techo, el patio, los rincones de la casa.
Esta mañana después de evocar a mi padre en sueños, he llegado a la casa de la Cuca, y se apersonan los recuerdos de los camaradas muertos: el Juanito, David, Víctor Hugo. A unas cuadras de esta casa vivió el Abigael, poeta de apellido y de pasos indagando siempre la ciudad con sus naranjos en los camellones del boulevard de la opulencia.
Qué si camino hacia el norte y entro en el camposanto para ver si los muertos se levantan para disfrutar conmigo el dolor de las nubes entrando en el cuerpo. Me he dicho. Y me aposento mejor a ver el horizonte debajo de los árboles de la casa de la Cuca. Porque no tengo el valor de increpar los nombres de mis muertos dentro ya de su casa que es la única verdad en este imaginar.
A mi padre creo que lo evoco siempre porque fue el constructor de un discurso sin violencia, a diferencia de los gritos en boca de la otra familia que encontraba en mi existencia un desahogo para sus frustraciones.
Ahora que he crecido en los años los amigos se le parecen a mi padre con su voz pausada, y es inevitable recordarlo a diario. Y ahora mis amigos me protegen y me tienden como capa sobre las piernas una tela para amainar el frío. Y sirven café para mis tripas.
En ese trance de la disyuntiva, de ir al panteón, la voz de María Dolores Pradera ronda entre los olores que emanan desde la cocina de la Cuca. Yo la veo existir otra vez y sus máscaras de cerámica me espantan la conciencia. Me río de la gente que envidia por la calle, según dice la Pradera, yo ahora envidio la muerte de mi hermana que decidió irse hace un año con una inyección que le sofocara los pulmones hasta hacerlos reventar. También ella me llama entre sueños.
Al son de una guitarra las nubes duelen menos. Y la Cuca grita impávida y espontánea, resalta la lindura de mi rostro con la boca abierta: “Ni en California te tratarán así”, y es el trapeador que ya mueve sus manos entre el susurro que acompaña otra canción.
Las nubes, cierto, vienen como arpón para regresarme la piel descalza en esos días de correr los charcos, de subir las piedras del barrio. Viene la nostalgia de una tarde de lluvia caminando el pavimento al lado de una dama que ya no es, que me grita en el recuerdo la existencia de alguna vez la felicidad.
La Cuca parte canturreando entre olores de verduras que hierven. Yo no doy más en este texto, debo agachar la pasión del sentimiento cuando me apresa el clima y su frío del recuerdo. Debo cerrar la puerta de la casa de mi padre, llenar los pulmones de mi hermana para que nazca de nuevo. Debo alzar la vista para saber que los nombres de mis amigos estarán siempre inventando motivos para la existencia. Joder.
Por si estos párrafos necesitaran un colofón, la Cuca dice que a veces se asoma al cuarto de Juan porque escucha ruido, sirve otro café y jala una silla. Por la ventana sus ojos encuentran las nubes.
lunes, 9 de febrero de 2009
Paté de Fuá: nostalgia inteligente y música de corazón
Carlos Sánchez
Hermosillo, Sonora.- La plaza Alonso Vidal es un mar de concreto. Paté de Fuá una balsa en la que viaja el ritmo: lúdica propuesta de nostalgia y corazón.
Estos músicos con raíces argentinas, se presentan para cumplir el contrato con el Festival Alfonso Ortiz Tirado, y en ese tiempo nocturno de martes hay la urbanidad en las letras y un toque melancólico en la acordeón que suena como bandoneón.
El contexto es festivo; hay locales comerciales bajo estructuras metálicas y lonas que ofertan souvenirs hechos a mano, cóctel de elote, duros de harina, champurro de galleta.
En ese mar de concreto y desde esa balsa de ritmo lúdico nostálgico el vocalista y guitarra, Yayo González, narra en versos la historia de un trío amoroso entre un hombre, una mujer y un super mercado. En la calle donde el hombre vivió, en el hogar de la dama amada un Walmart se entromete en la relación.
Hay en la interpretación de esta canción un tono de aquellas canciones del cine de Chaplins. Hay sucediendo a esta historia, el drama de un tango sugerido al narrar la historia de don Serafín, ese músico perseverante que sólo cantó una canción en toda su vida.
La vigencia del vals interpretado por don Serafín encuentra el deceso ante la falta de respiración del músico. Morir juntos es sólo consecuencia.
Las historias fluyendo tienen vida y corazón, un viento apacible como música saliendo de la creación de Yayo González, el compositor, cantante, coordinador de los Patés.
Hay en esta banda la trompeta como un pincel adornando las estrofas. Llega indispensable y como remo en la balsa, el contrabajo. La nostalgia es de rigor si se habla de la acordeón haciendo bandoneón. Infaltable la batería para el estruendo paradójicamente apacible; son los timbales un gesto de caricias entre las notas. El timón radica en la guitarra y es la decisión de aferrarse en ella para llegar a buen puerto.
En Hermosillo, y como sub sede, hay un público que si bien no se puede catalogar de melómano, dice presente en estos conciertos que llegan como pausa y respiro para esas ráfagas constantes de música fútil que despliegan como consigna de no formar públicos, en las radios comerciales. Bendito FAOT.
Sones cubanos-mexicanos
carlos sánchez
Álamos, Sonora.- Bailar es también la aprobación de un ritmo que seduce. En una tarde de sábado se construye la euforia. En el escenario de la alameda el grupo Son del alma es augurio de un fin de semana para recordar, dentro de la 25 edición de Festival Alfonso Ortiz Tirado.
Se destapa un refresco ambarino en las manos del espectador que no sólo celebra el ritmo, sino la alegría que obedece a los mejores pasos de la pareja sexagenaria que enseña la coordinación del baile: el movimiento perfecto, los mejores desplantes, la vigencia de la alegría que funda la música.
Suena la trompeta en un cuasi solito acompañado por un desempeño discreto de percusiones, bajo y guitarras. Roberto Ortega es el Betín, músico que apenas rebasa el metro de estatura, y no obstante, desde sus pulmones llena de aire el instrumento: surgen notas para hospedarse en la emoción de quienes bailan o tararean con golpes de palmas sobre sus rodillas.
No hay mejor cura para el alma que una buena nota musical. El grupo Son del ídem lo refrenda. Entonces en el repertorio una y otra canción de antaño, de esas sin margen para el error: Lágrimas negras, Dos gardenias, Chan chan. Y por ahí el repertorio.
Cuenta Juan Pablo Maldonado, director musical del grupo, que esto de los sones cubanos, con arreglos muy mexicanos, surgieron como idea en un viaje que tuvo a La Habana, Cuba. De ahí entonces la necesidad de compartir lo aprendido en ese tiempo de indagar el origen y propuestas del género de marras.
Cuentan también los conocedores, que Carlos Sau, guitarrista del grupo, es la panacea interpretativa en este territorio que es Sonora, origen territorial del grupo. Argumentan también que la chispa y el ángel de Gustavo Asencio, percusionista, le viene de sus raíces en Cuba, su tierra natal. Tiene este músico la precisión para conversar con los espectadores, convocarlos y convencerlos para juntos construir la alegría. Son del alma da su concierto, los invitados bailan y cantan. El percusionista contamina de felicidad a los bailadores, los escuchas y observadores.
El bajo suena, hace vibrar el pecho. Carlos Bejarano, además de tocar dirige los destinos del grupo, afina los proyectos, pone el ojo en el siguiente espacio para ejecutar el talento, la pasión: ejercicio de la vocación para vivir de lo que se ama.
Son del alma es, pues, la perfecta interpretación de un género (los arreglos son autoría del grupo), cuya estafeta es garantía para arrancar de la mente los pendientes, las deudas e historias de crisis. Son del alma es argumento perfecto para soltar las amarras de la inhibición, y bailar, bailar… bailar con libertad. Celebrar con las palmas fue inevitable. Gratitud al trabajo que se desempeña con honestidad y alegría.
jueves, 5 de febrero de 2009
Los actos políticos empiezan realmente desde la cama
Jaime López: Negar a Dios es afirmarlo
Me quedé dormido / con la televisión prendida / con la radio prendida / lavadora prendida / licuadora prendida / con el cigarro prendido / y prendí fuego a la casa / con mis sueños lucidos / de bonzo de Bonzo.
Se quedó dormida / con mi conversación prendida / a la almohada prendida / con las luces prendidas / y las ganas prendidas / tan apagada a la orilla / que prendí fuego a la cama / mientras ella dormía / de bonzo, de bonzo.
Y me fui al cielo / poco después de aquel incendio / con el alma entre fuego / con aureola de fuego / tan aprendido por fuego / que prendí fuego en el cielo / Dios está en el infierno / de bonzo, de bonzo... (Bonzo, Jaime López, 1982).
Carlos Sánchez
Álamos, Sonora.- En la frontera de Nogales, Sonora, habita el recuerdo de una infancia que trajo como consecuencia el carácter extremo. Allí Jaime López, compositor y cantante, cronista y poeta, era un buqui trepado en el tren de carga, carnales. “… si soy un poco extremoso no es por mi culpa amor mío / desde pequeño a lo loco / voy del calor a lo frío…
Un día después de completar los cincuenta y cinco años de existencia Jaime López se presenta de nuevo en este estado donde alguna vez los tropezones en sus pies fueron contra los durmientes de la vía del ferrocarril. Viene a cantar en el Festival Alfonso Ortiz Tirado. Y en una pausa a la vista de ese paisaje de callejones y casas de arquitectura colonial, de la ciudad sede, Álamos, atiende a los (algún tiempo), colegas de la prensa. Jaime también ejerció el periodismo, según cuenta su vite.
Espigados los brazos y el cuerpo, una sonrisa desde sus labios llenando la sala para la entrevista. La conversación como preguntas y respuestas, la inquietud por la ansiedad de treparse en unos instantes más al escenario. Jaime atiende de buen humor enfundado en su inseparable jeans, y esa vestimenta informal que como religión impone una camiseta.
En su exposición hay tiempo para contar su capacidad para la tristeza, y ejemplifica: “En una ocasión hice un jingle para unos cigarros que ya no existen, y hay voy yo bien entusiasmado (a entregar el jingle), y no, me lo rechazaron, me dijeron qué cosa tan triste, no tienes algo más alegre, y dije, es lo más alegre que he hecho. No se me da la alegría”.
Jaime López es la paradoja en algunas de sus letras contrastando con el ritmo de su música. La alegría se desborda en la guitarra, la armónica, y es la nostalgia un alud dentro de los versos.
Hablar de los tecnicismos en materia de composición es respuesta ante la interrogante. Dice Jaime López que “el compositor es el que hace la música, autor es el que hace la letra, eso es formalmente, a mí lo de cantautor se me hace una cacofonía… soy un lector y la literatura me ha enseñado más que la propia música, uno como letrista es músico, uno trabaja la letra desde la óptica o perspectiva musical.
“Si la literatura me enseñó mucho de música, el inglés me enseñó mucho de mi idioma musicalmente. La labor de un letrista es de un músico, no es un poeta. Una vez en broma, y casi me linchan, en una convención de poeta a la que me invitaron como mariachi, un colega de prensa preguntó: usted es poeta también, yo dije: no, yo sí trabajo. Esa es la diferencia entre letristas y poetas, y espero que no haya un poeta en la sala”.
Poetas no había en la sala, la risa un estruendo entre las paredes, sí.
En el paso del tiempo la formación de la infancia rebota en las obsesiones del artista. La religión inevitable, sería como hablar del sistema político mexicano y omitir la corrupción.
En el repertorio de Jaime López un cuento surrealista está hecho canción. No me podría morir sin tener tu respuesta ante la pregunta, le confieso al esperar turno para poder lanzar la interrogante. Después de otros comentarios, más risas, polémica sobre vicisitudes y netas, el turno para levantar la voz llega. ¿Cómo nace la canción Bonzo? Jaime López da un grito como aprobando la pregunta, y es la respuesta una emoción constante.
“Es una larga historia. Yo no sé si nací naturalmente incrédulo, ateo o qué, no sé si leí el evangelio según san mateo, pero independientemente de que nací en la frontera donde no está muy regulada la religión, la política y demás, vengo de una familia que sí es sumamente católica, realmente nunca tuvimos una disciplina católica, pero sí costumbres porque en México hasta los ateos son católicos.
“Mi primera gran blasfemia la dije como a los cinco años de edad, yo oía siempre a mi mamá, cuando me pasaba algo, decir ya vez te castigó Dios y lo único que logró es que yo odiara más a Dios. Las figuras mesiánicas no me atraen, con pasamontañas o sin pasamontañas, con coronas de espina o sin ellas. Un día que mi madre me dijo Dios te castigó yo voltee al cielo y dije, pos chinga a tu madre pinche Dios. Mi amá se quedó así como qué onda ese, de ahí salió Qué onda ese (la canción). Mi mamá irónicamente se llama Ángela, y tuvo siete hijos, y creo que puros hombres, aunque todavía no me consta, y mi mamá tuvo la fama de tener a puro ateo y aunque no nos pusimos de acuerdo ninguno de mis hermanos cree en Dios.
“Alguna vez fui adolescente, alguna vez fui mamón, y no se me ha quitado, pues ahí fue cuando más duro me dio el ateismo, hasta que una vez me relajé, gracias a mi madre y que tuve estudios filosóficos en la prepa con don Pedro Chávez, y a partir de allí me dije, bueno, por una elemental dialéctica, negar a Dios es afirmarlo, no hay nada peor que ser ateo porque estás afirmando a Dios, entonces después de pensar tanto en esas cosas inútiles, pasó mucho más tiempo hasta que creo que en Bonzo quedaron resuelto los problemas de creer o no creer, al final de cuentas vienes de la descomposición para ir a la composición, la cosa es no pararse en el proceso, uno empieza componiendo porque descompone y al final de cuentas yo no quiero creer en Dios, quiero que Dios crea en mí, si es que existe.
“Cuando llegué a Bonzo fue como alrededor de los veinticinco años, yo estaba muy clavado con una mujer que me llevaba muchos años, ahí fue cuando hice el papel de graduado, y fue una relación muy intensa y no quiero entrar en detalles porque todavía vive, ahora es mi abuela, y había cuestiones que discutíamos para bien, además no hay cosa más chingona que coger y hacer un parlamento en la cama: los actos políticos empiezan realmente desde la cama, entonces era una gran discusión sobre Dios, el partido comunista y demás, entonces yo en ese tiempo hice sin proponerme eso que llaman trilogía con Adiós a los dioses, Mano del mando, y Bonzo. Una planteaba más la cuestión de la religión como poder político, metafóricamente, pero curiosamente Bonzo salió así de tas, yo creo que todavía es una canción imperfecta, pero es irónica porque en el trabajo del letrista una rima innecesaria echa a perder todo, se nota cuando nada más es una rima y no le crees a alguien (al compositor), en Bonzo no hay problema porque tiene un sentido diferente en lo que está antes de la rima, este fue el acto más racional que pude haber tenido y que es de estilo, pero el contenido que al final de cuentas es el resultado de la forma y siempre creo más en ese proceso, en la forma. Con Bonzo me exorcizo en los problemas de creer o no, desde entonces estoy en paz con Dios y conmigo. Ahora puedo presumir que no me importa si hay más allá, si hay Dios o no, el problema es si yo existo o no”.
En la alameda: tararear, bailar
Después con tacuche y tando, la alameda en el corazón de Álamos tuvo como cereza del pastel el canto de Jaime López: trova-rock. El sentimiento y la urbanidad. Historias de camioneros y un grito solicitando el destierro de la historia en: Sácalo.
Aprovechar el trabajo y la diversión. Los ñeros con jorongo y huarache, dos de ellos, (venidos del sur del país en plan de empleo), con el pelo despreocupado, una cerveza corona como arma, entonaron las rolas del ese, el chilango bando.
La armónica ahora en vivo y un estruendo entrando en los cuerpos. La lira exacta y la voz en su manipulación llenaron incluso los árboles en derredor. Si señores, la banda sono-sinaloense calló para otorgar el paso a las rolas del nativo de Matamoros, Tamaulipas, ese delgado caballero que en la muñeca de su mano derecha tiene tatuado en una tira de tela el nombre de su ciudad.
La raza, fan o no, en el empeño de la alegría moviendo los cuerpos. No ha falta el contenido de las letras al pie de la letra. Tararear y bailar.
Fueron poco más de sesenta minutos, fueron más de diez rolas, fue un coro cuasi generalizado que detuvo al bate de la guitarra para que no abandonara el escenario antes de echarse otra. Complació y convenció. Un salud para los colegas de la prensa. Antes de partir, lo inevitable, la rola del tema previo al concierto: Bonzo. La emoción que se desborda.
lunes, 2 de febrero de 2009
Vallejo contra la Iglesia
"La Iglesia Católica nos puso la venda de la moral a todos al momento de nacer. Yo logré quitármela y por eso denuncio todo la hipocresía que la rodea. Detrás de las grandes masacres de la historia de la humanidad están los papas y demás jerarcas de la Iglesia", señaló Vallejo, otro de los asistentes al Hay Festival durante una entrevista con la agencia AFP.
El escritor, que regresó a este balneario del Caribe después de 37 años, disertó la noche del sábado sobre 'Los crímenes del cristianismo', en una conferencia que produjo polémica e hizo que muchos de los asistentes al Teatro Heredia se levantaran y marcharan del lugar, como protesta a sus polémicos dichos.
Según Vallejo, el criticar a la Iglesia Católica y a sus jerarcas le ha llevado a investigar a profundidad la historia donde, dijo, "he encontrado que a los seres más extravagantes, patéticos, llenos de defectos y macabros los nombran sumos pontífices".
"Miren al llamado Juan Pablo II, nos pidió perdón por los crímenes de su Iglesia pero él mismo no fue capaz de explicar por qué la Iglesia que representa siempre fue complaciente con el régimen Nazi y vivió feliz con las limosnas que los genocidas alemanes seguían donando", disparó entre otros dardos.
El escritor, que regresó a este balneario del Caribe después de 37 años, disertó la noche del sábado sobre 'Los crímenes del cristianismo', en una conferencia que produjo polémica e hizo que muchos de los asistentes al Teatro Heredia se levantaran y marcharan del lugar, como protesta a sus polémicos dichos.
Según Vallejo, el criticar a la Iglesia Católica y a sus jerarcas le ha llevado a investigar a profundidad la historia donde, dijo, "he encontrado que a los seres más extravagantes, patéticos, llenos de defectos y macabros los nombran sumos pontífices".
"Miren al llamado Juan Pablo II, nos pidió perdón por los crímenes de su Iglesia pero él mismo no fue capaz de explicar por qué la Iglesia que representa siempre fue complaciente con el régimen Nazi y vivió feliz con las limosnas que los genocidas alemanes seguían donando", disparó entre otros dardos.
domingo, 1 de febrero de 2009
Cuba, un país con ángel y futuro inevitable
Polito Ibáñez conversa sobre su formación como músico, su familia y su infancia en el batey
Carlos Sánchez
Polito Ibáñez se recuerda en la infancia mirando un charco de agua. Observa también en ese tiempo las piedras en sus manos intentando derribar una tojosa entorno a un batey que significa comunidad campesina asentada en La Habana, Cuba.
Polito ahora vive de cantar. Y en este viaje a México que también es Sonora y con motivo de celebración de la 25 edición del Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT), el cantante regresa en la memoria a esos días de infancia, cuenta también su formación y consecuencia de ésta los temas de creación.
En un cuarto de hotel Polito habla con fruición, las palabras son un gozo y crece la alegría en la mirada cuando se toca en una pregunta el origen de su llegada a la música.
A la música no se llega ni de manera profesional, ni como aficionado, -argumenta el cantante cubano-, simplemente se llega, después se decide cómo se toma el camino. Yo llegué a la música de manera casual. Vengo de una familia campesina, de un batey, palabra indígena cubana que es una especie de lugar en la selva donde se reúne una comunidad.
Mi padre tenía un grupo musical, un sexteto que hacía música tradicional de todos los tiempos. Él intentó desde muy pequeño enseñarme a tocar la guitarra y el tres, pero a mí realmente no me interesaba, yo quería estudiar oceanología, desde niño estaba obsesionado en el mar, pero fue a los trece años que conocí a Pepe Salas, en la secundaria, y él cambió mi vida porque cantaba canciones románticas y enamoraba a las muchachas, entonces fue así que me acerqué a la guitarra, le pedí a mi padre que me enseñara a tocar para enamorar a las muchachas.
Vale la pena comentar que luego yo cantaba a otros autores, hasta que realmente vine a estudiar al Instituto Superior de Arte la carrera de actuación, de donde me gradué, y ahí ya me impliqué más en el mundo de la canción inteligente, de esto que viene a ser la nueva trova, y fue que Polito Ibáñez fue conquistando algunos espacios: este pequeño teatro de La Habana, algunas peñas que se hacían fundamentalmente en los museos, en algunos lugares emblemáticos de la ciudad, como es por ejemplo el Museo Nacional de Bellas Artes, o el Museo de Artes Decorativas, y empecé a hacer un movimiento en la década de los 80 y que implicó mucho, en el campo socialista, en el derrumbamiento del muro de Berlín. Polito Ibáñez fue haciendo esa trayectoria hasta que llegó el 30 de junio del 91 a hacer un gran concierto, (el más importante de mi vida) en el Teatro Mella, un concierto de gran intensidad y mucha tensión porque era un momento histórico de Cuba muy tenso.
--Un recuento de lo que es Cuba en la memoria, la ideología de Polito. El músico fluye en la conversación mientras la luz de una ventana es el saludo de una tarde esperando caer.
De Cuba no se habla nunca de su capacidad de sobreponerse a los momentos históricos y cómo tiene en su magia y destino siempre un paso y un salto especial y singular en la historia, porque fue el primero en América latina en tener telégrafo, el tren, es un país muy próspero en el sentido capitalista que lo era hasta el 59, y después fue un país próspero en otras características y otro sentido. Siempre creo que si algo de Cuba se puede hablar y que no se dice todos los días, es que el ángel que tiene, la aureola que la cubre, lo hace ser un país especial y de futuro inevitable.
Familia y formación
Mi familia es muy humilde y nació, como decía, en un campo. Tiene su sentido de moral extremo, al menos en mis padres. Éstos consideran una familia con un concepto moral arraigado donde es muy importante que mis hermanas se casaran sin haber tenido relaciones sexuales, estas cosas que definen un poco la moral a lo occidental y que realmente tiene algo de sano e importante porque las personas llegan a un estado de madurez sin haber violentado ciertos procesos.
Ese sentido de la moral y la dignidad, el respeto a la persona, al amigo, al hermano, a la esposa del amigo, al compañero, al vecino, ese respeto me creó una escala de valores sólida, y creo que está arraigada en mi personalidad y ha sido decisiva en la cuestión de arrojar ciertos valores en mis canciones a la hora de componer; cuando me comprometo con temas sociales o cualquier cosa, lo que está ocurriendo realmente es que está saliendo el Polito del batey con su naturaleza conceptual, soy muy poco dado a quebrar las reglas, me encanta que confíen de mi persona, practico eso, lo ejercito, más allá de la tentación de que la vida siempre está invitando a no ser amigo, a traicionar, ese tipo de cosas yo las conservo y creo que tiene mucho qué ver con la familia, donde pueden ocurrir cosas que rayan en el tabú, como que nunca he visto a una de mis hermanas desnudas, ni en ropa interior, estas cosas que resultan a veces extremas pero que te definen porque si no, no te vas a dar cuenta hasta donde fuimos una familia ortodoxa, clásica, bien educada y entrenada en el respeto a las personas y a sí mismo.
--Polito Ibáñez en su conversación revive los años de infancia y adolescencia, de formarse en la ternura natural de una casa de madera y las sorpresas de cambio de vida al arribar a un barrio.
En este batey yo estuve hasta las cinco años, y me recuerdo tratando de matar tojosas con una piedra (tojosa es una palomita pequeña), me recuerdo mirando el agua en una charca de un río pequeño al lado de la casa nuestra que era de madera de palma y que tenía el techo de guano y piso de tierra que se baldeaba con la ceniza del carbón y que eso hacía que se pusiera como cemento y eso implicaba que la madre se esmeraba siempre para tener el espacio impoluto.
Me crié en ese espacio hasta los cinco años, después fui a vivir a un pueblo donde me crié en un barrio letal, difícil, donde ocurrieron cosas tan simples como por ejemplo que Luis le dio un arponazo a su padre y lo mató. Un barrio hostil, complicado, donde pude sobrevivir. Me crié entre gente violenta, con carácter de delincuente, pero elegí estudiar y así salir adelante, no obstante el ambiente.
Siempre me caracterizó una nobleza y una especie de distancia de todas las cosas que consideraba malas y a mí no me gustaba hacerle maldad a la gente.
Creo que ese ambiente infantil primero en el campo, en el río, con la tojosa, y después con este barrio donde los chicos se tiraban lanzas y se hacían heridas, esta combinación hizo mis ángeles y demonios, no creo que yo sea una combinación de ángeles y demonios perfectos porque sería un genio, pero hasta donde yo he podido y he sacado como artista, creo que tienen qué ver con esa combinación de ángeles de un campo y demonios de un barrio donde había delincuencia.
La creación sobre temas sociales y el amor
Soy un enamorado de las cosas. He tenido siete relaciones de muchos años, me encanta tener relaciones bien, no soy un hombre que cambie constantemente de pareja, no me gustan. En cada una de esas parejas he sido feliz y he sufrido desengaños, eso te hace madurar desde el punto de vista de la perspectiva de lo que significa el amor, de lo que puede ser bueno o malo, también te enseña a que todo lo que ocurre en el amor es casi siempre bueno, aunque te hayan golpeado es bueno porque sientes, porque sufres, porque vibras, porque te hace sentir una persona con pasión, y es difícil pasarse la vida entera huyéndole al amor o al miedo que provoca enamorarse y que no te sean fiel, creo que esto te hace de una susceptibilidad tremenda en la vida porque uno experimenta la belleza de haber estado enamorado.
Creo que el desamor también enseña, he estado digamos en relaciones en las que de antemano sé que no pasará nada, y eso me ha provocado componer una canción. Me considero un autor que puede combinar estas dos cosas. De hecho compongo más la canción social que la canción de amor, pero he podido combinarlas sin sentir un canto romántico, he compuesto estas canciones: Como a mujeres, Dudas como espejo, Evocaciones. En ésta última le canto a la virgen de la caridad y la gente cree que es de amor, pero son a deidades.
Creo que hay un Polito Ibáñez que tiene una mirilla en su escopeta que le lanza fuego lo mismo al espectro social que significa como el blanco donde quiero dar y al corazón de los seres humanos que es en este caso el amor y donde también quiero dar.
--¿Qué significa, para ti, la existencia de FAOT?
Una oportunidad tremenda de venir, primero, con independencia de algunos detalles, extremadamente organizado. Me he sentido bien, la vez pasada y ahora. Todo aquí fluye y esto me hace sentirme un artista atendido, más que un artista importante. Creo que lo he asumido con humildad, porque soy humilde, aunque es complicado hablar de uno mismo, pero siento que soy así.
FAOT me ha tratado bien, y las personas que organizan este evento son muy respetables con los artistas y han organizado un evento, que yo sé que pudiera ser mejor, pero donde la experiencia mía y un grupo de músicos que traje el año pasado y otro grupo que traje ahora, me dice que hay una atención al proyecto, y que es un proyecto, aunque yo no venga nunca más, que debiera continuar por los artistas de este mundo, que tengan la oportunidad de venir.