jueves, 11 de agosto de 2011
Soy un escritor que me dejo invadir por los personajes: Eliseo Alberto
Eliseo Alberto
foto: Edith Cota
Esta entrevista la realicé en verano de 2008, en el centro de Hermosillo, Sonora. Eliseo Alberto vino a presentar su novela El retablo del Conde Eros. Su mirada estaba marchita, su respiración la similitud de un radio mal sintonizado.
Por Carlos Sánchez
En su mirada cuenta la añoranza por esa Cuba a la que ha vuelto en circunstancias fatales: La muerte de su hermano, y la más reciente, la de su madre. En su mente viven sus amigos presos de un régimen autoritario cuyo final parece inalcanzable.
Eliseo Alberto habla con ironía y en un dolor agudo de su voz sentencia que al parecer a los protagonistas del control cubano les agrada encarcelar a sus amigos, “porque mientras unos son liberados, otros son sentenciados; parecería que le dan a uno más fuerza para el dolor”.
“El retablo del Conde Eros”, su más reciente novela que vino a presentar en Hermosillo, es el pretexto de esta entrevista. Sus ojos son un pozo profundo que contiene años de imágenes, Eliseo conversa sobre esos días de infancia donde la ínfima edad le impedía conocer por dentro los teatros nocturnos de La Habana, donde transcurre la historia de este libro.
“Los teatros que narro en la novela yo no los conocí, porque cuando éstos existían yo tenía cinco años y eran para hombres grandes. La novela sucede en La Habana en las altas horas de la noche, en un mundo un tantito calenturiento, en un teatro sólo para hombres, con unos personajes que yo estoy inventando”.
Apegado a la realidad
Al llegar a Hermosillo, lo primero que pidió Eliseo, fue agua. En el tráfico de la ciudad aumentó su sed, y la petición de líquido fue insistente. El calor arreciaba y caía en su cuerpo cuyo desvelo le exigía reposo.
Ante un trago más de agua, se le inquiere sobre esas noches calurosas de La Habana que Eliseo cuenta sobre la inclusión de su novela, las cuales, seguramente no tendrán nada qué ver con el calor que hace en Hermosillo: “No te creas, en Cuba hace un calor igual pero con más humedad, y también tenemos nuestros cuarenta grados, cuarenta y uno”.
Volver a la infancia es inevitable si el recuerdo, la memoria inventada, como bien lo sugiere el cubano, fluye en la conversación: “En esta novela hay un bonito ejercicio, porque con la memoria puedes hacer dos cosas: Activarla y recordar o inventarla. Este cuento es inventado, desde niño he ido acumulando memoria falsa, a la cual me apego. Fue un bonito ejercicio de algunas zonas de la ciudad, de una zona que está condenada a desaparecer, para unos para bien, para otros para mal.
“Hace poco hablaba con unos amigos, y concluía que en México hay muchas ciudades, unas puestas sobre las otras, si tú sales en la noche puedes llegar a los cuarenta, con una prostitución igualita a la de esos años, pero si sigues caminando ten cuidado porque puedes llegar al siglo XVII, en ese México profundo, y puedes llegar hasta los indígenas.
“En Cuba no es así, es demasiado chiquito, y esa Cuba de mi novela desapareció hace mucho tiempo, porque lo que pasó en Cuba fue una revolución y se dio cambio en el sistema social, económico, un cambio brutal que de tan brutal no dejó nada, los edificios, las casas, se fueron cayendo, ha sido un proceso complicado pero al mismo tiempo muy grato.
“En la construcción de esta novela he investigado sobre los arquitectos, he escuchado a los músicos, he leído a los escritores cubanos, sobre todo a Guillermo Cabrera Infante, gran narrador”.
¿Escribir esta novela desde México le da la posibilidad de disfrutarla, pero también de dolerle?
Una cosa es elegir el tiempo, el escenario donde sucede una historia que quieres contar, yo soy un escritor que me dejo invadir por los personajes, hay otros escritores más seguros quizá, que le ponen freno a sus personajes, y tratan de llevarlos.
Como escritor soy una prostituta, yo dejo que mis personajes me penetren, por decirlo de alguna manera, con albur. Pero la historia principal contada en doscientas y tantas páginas de esta novela que es como una colmena, son muchos personajes en el teatro y a quienes yo vengo oyendo desde hace mucho.
Conocí a los personajes; para mí el proceso más grato escribiendo la novela es cómo voy conociendo a los personajes que voy a contar y que me van a acompañar durante mucho tiempo, yo los extraño mucho, cuando los mato o se mueren, los entierro pero los que quedan vivos andan dando vuelta por ahí.
Los amigos que me han leído completo, saben que cada novela que hago la trato de hacer diferente, pero seguramente algún crítico encontrara en mis novelas la misma mirada.
El dolor de la pobreza en La Habana, contada también en ese libro intitulado “Informe contra mí mismo”, de su autoría, ¿es vigente?
Las últimas veces que he ido a La Habana fue por la muerte de mi madre, y la penúltima vez fue la muerte de mi hermano, así que son viajes marcados por estos acontecimientos. Yo no estoy al día que lo que pasa en Cuba, estoy al tanto que es distinto, yo no veo ningún avance, yo veo a la gente sin camisa, veo hambre, y veo trescientos presos políticos, mucho menos de los que había antes, y hasta que no suelten a esos presos políticos no creo en ningún cambio, y también no sólo Cuba se destruye en el mapa, se destruye en mi memoria, soy yo el olvido... estoy condenado a olvidarla”.
Si volteas a La Habana y encuentras esas restricciones políticas para salir de ella, podrás observar que ahora la palabra te otorga la posibilidad de viajar, ¿eres un privilegiado?
Habría que voltear esa pregunta, otros son los que ponen las reglas del juego, y uno juega esas reglas que ellos mismos trazaron: Por qué uno tiene que pedir perdón por irse de su casa, no sé; por qué alguien si se va de su casa al volver ya se la quitaron, no sé; por qué alguien que no piensa igual no tiene derecho a estar cerca del cadáver de su papá, no sé; pero esta es la vida que a mí me tocó y a millones de cubanos, y si volviera a nacer me gustaría que fuera igualita, y conocer a mucha gente en circunstancias extraordinarias”.
Volver a la vida
Desesperado clama por un espacio abierto; es la urgencia del encendedor prendiendo su tabaco, similitud de oxígeno para acompañar esa respiración agitada. Una bocanada de humo es volver a la vida.
Por su manera de hablar, de respirar, de caminar incluso, Eliseo Alberto es la evidencia del cansancio, se le comenta y ágil repara: “Es que anoche no dormí nada, me fui de parranda con mi amigo Carlos Varela, y los Van Van, estoy cansado... es importante la fiesta, porque para los cubanos música es igual que fiesta, fiesta igual a amigos: Música, fiesta y amigos es igual a una buena noche”.
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