jueves, 22 de abril de 2010
Postales de la tía Juana
por Carlos Sánchez
La velocidad es permanente. Se despeina uno apenas al pisar la ciudad. Esta región es la historia de un rancho que por nombre llevara La tía Juana. De ahí la etimología que da fe de bautismo para lo que hoy es una de las urbes más progresivas del país: Tijuana.
La distorsión en la mirada es inevitable cuando los carros parecen manada de toros en brama. El grito de un voceador da el pulso del día al anunciar la nota de ocho: “Ya se soltó el frío, encuentran a encobijado en pleno bulevar”. La sonrisa irónica del vendedor de periódicos puede leerse como si fuera ya una costumbre la aparición de un ejecutado tras otro.
La ciudad está en velocidad permanente. Por las calles, entre vendedores ambulantes, adolescentes o viejos que limpian el parabrisas a cambio de una moneda, Jack Mendoza, personaje de Los motivos de Caín (novela de José Revueltas) está siempre a punto de aparecer con su paranoia, con su atribulada mirada que se escapó ni él sabe cómo, de las muertes dentro de una guerra.
Duele el vientre de angustia ante los anuncios publicitarios, la constancia de edificios ostentosos, por la contrastante existencia de hombres y mujeres que se escaparon de las páginas de la novela de marras. Estos seres que llegaron un día de cualesquier lugar del sur del país, habitan ahora Tijuana y las consecuencias pudieran ser devastadoras. En ocasiones también, a muchos, les abraza el progreso. A favor.
De camino hacia la colonia Francisco Villa, las postales se diversifican. Hay un hombre que tira de la rienda de un burro, el cual ni se inmuta de que su paso es por una avenida y en sentido contrario. Un par de chavalos corren detrás de una patrulla cuya leyenda impresa en la puerta corrediza, es del DIF, y según sirve para atender problemas de niños, supuestamente víctimas de violencia intrafamiliar. Más lo que se acumule.
El conductor de la patrulla hace una seña a los jóvenes que suplican ayuda con desesperación. La patrulla se pierde hacia el sur de la ciudad. No sabremos nosotros, ni los chavales, si regresará para atender la petición de auxilio.
En la Francisco Villa hay un tianguis dominical (en Tijuana se le llama mercado sobre ruedas), que se extiende por calles y calles. No alcanza la mirada para indagar los productos en oferta, ni los oídos que se llenan de música y oraciones en un tono sui géneris intentando alcanzar a los clientes.
Hay en este tianguis la posibilidad de lo que busques, incluso una muñeca inflable a la cual le han pegado un parche en el pecho, justo donde debiera tener el corazón. La pregunta me secuestra el pensamiento: ¿Encontrará pronto comprador este aparato de hule? Ojalá que no, me digo, porque pienso regresar y tomarla del brazo.
En la misma colonia, después del tianguis, está El Mezón, una casa azul cuyas habitantes, mujeres todas, intentan modificar la historia de sus vidas. Escriben con esperanza la palabra sobriedad. Miran con humildad y las horas las emplean en ejercicios terapéuticos, con el objetivo de que el oxígeno no les abandone la razón, el pensamiento.
En este albergue encuentro a las Morras. Las vengo a ver desde mi tierra que es Sonora. Un taller de escritura es el pretexto para llenarme de sus vidas a través de sus miradas. En derredor mío todas me conducen hacia una balsa sutil con frases precisas, incluso, con sus silencios.
Un día me dijo Miriam García, historiadora, filántropa, amante de esas causas que duelen de placer la razón para dar, que le acompañara a El Mezón. Y fui un sábado de noviembre del dos mil ocho. Hoy he vuelto a invitación de ella, y de Lorena Mancilla, y de Esmeralda Ceballos, morras todas que integran el colectivo la Línea y creadoras de la posibilidad de tocar a quienes habitan este centro.
Hay un recurso a partir de una beca del estado. Invertir en arte y compartir las herramientas. Tocar en el decir. Para eso, cada sábado se ejerce un taller de escritura. Y personalidades diversas, solidarias, son quienes ofrecen sus conocimientos: Roberto Castillo, Paty Blake, Elizabeth Algravez, entre otros.
Tijuana es la razón, pudiera decir, y lo digo, para la distorsión en la mirada. En Tijuana rola lo que buscamos en esa persecución inevitable de la identidad. Y hemos caído en la seducción de un gramo de placer, de un pinchazo de dolor feliz. Entramos un día cualesquiera en el estímulo de una sustancia para instalarse en la sangre. Ahora compartimos los placeres y las facturas, que no son frágiles.
En derredor comentamos, ya una tarde de sábado y previo a la urgencia de la fiesta de quienes habitan allá afuera, las alegrías y dolores de nuestra infancia. Rubí que también es niña, madre, hermana, enamorada, cuenta en su ejercicio literario que “una tarde mi padre envejeció”. Y todos podemos ver a través de los oídos, cómo su progenitor se marchó de súbito y así el desconcierto de los días venideros.
Amable su actitud, y por demás valiente al ir narrando las tristezas y alegrías. La reacción de su madre ante la muerte del marido, y como consecuencia el aliento alcohólico todos los días de la semana. Y ella, Rubí niña, refugiada en la horqueta de un árbol que le representaba un caballo en el cual galopaba con libertad feliz. Imaginación sin límites.
El calosfrío me arropó ante el ritmo en las oraciones construidas por la morra en rehabilitación. Ella que nunca antes, en la libre, fuera de El Mezón, había tomado una clase de redacción, me daba, nos daba, una lección de economía en la construcción de una prosa precisa. También hubo pudor por aquello de que en no pocas ocasiones al presentarme he dicho que soy escritor. Qué pena la pretensión.
No puedo nombrar a cada una de las morras, alrededor de treinta. Todas expresando, ya sea en la lectura de su texto, o en la mirada, en el llanto incluso al identificarse con los personajes de esas historias construidas en el taller.
María se me adhiera la memoria. Y me envuelve la alegría otra vez al verle de niña escondiéndose del rechazo de la madre, allá, entre el verde del campo. Su texto de infancia es un torrente de dicha, intercalado de violencia y de nuevo la alegría. Un desorbitado y soberbio grito como latido de un corazón al punto del infarto. María escribe a borbotones y no hay letra que desperdicie. Dice que cuando egrese de El Mezón, buscará la manera de seguir leyendo, escribiendo, dentro de la dinámica de un taller.
Les prometí volver el domingo por la tarde. Las autoridades que dirigen el programa de rehabilitación, accedieron sin chistar. Las morras con la mirada celebraron (eso quiero suponer). Regresé y el domingo nublado me estremeció al encontrarme con los textos ahora escritos en dirección del amor.
De pronto la mujer escribiendo a la mujer, al hombre, al novio, la hija a la madre, la madre a la hija. Un dolor de abandono se hizo constante y no pude más que celebrar la ilusión, la ternura, el deseo del reencuentro que vive como un motivo para no fenecer en la lucha contra lo que el cuerpo pide pero afecta: las dosis de placer, el dolor de la pérdida de ese remo que es la dignidad.
Una a una las morras estuvieron para refrendar la existencia de este tallerista en el que me he convertido, no sé por qué causa o suerte incomprensible. Porque viniendo de los mismos dolores que las morras, tengo ahora la virtud de encontrarlas allí, en El Mezón, dentro de su lucha interna, la cual, sé con certeza, estarán dando la batalla hasta la victoria.
Tijuana es la distorsión en la mirada, ante la velocidad. Tijuana es también, un motivo para la lucha por alcanzar el otro lado de la página en esas historias aún inconclusas que se escriben en El Mezón.
Al final del taller las morras aplaudieron mi existencia. Nunca antes tanto rubor en las mejillas. Ahora vivo para saber que no habré de morir sin antes regresar. Porque Tijuana es también un abrazo en la memoria, ese que recibí colectivo e individual en cada una de las chavas que me inventan el deseo de seguir viviendo.
miércoles, 21 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Carlos Sánchez
Julio Saucedo toma un meteorito, indica que ahí se pueden encontrar elementos primordiales que formaron el sistema solar. Y del cual se formó todo lo demás.
Las primeras preguntas que le asaltaron a Julio, fueron en ese tiempo de infancia, al dormir a la intemperie, bajo el cielo del barrio La pilas, en Hermosillo, Sonora. Encima de un catre, incitaba a su hermano con interrogantes sobre qué habrá más allá, para que él respondiera: “No le busques más explicación porque te vas a volver loco”.
Esa locura a la que se refería el hermano, ahora se concentra en el Centro de investigación Física de la Universidad de Sonora (CIFUS), donde Julio es jefe de departamento.
En torno a un escritorio repleto de meteoros, amonitas, fósiles, el investigador que ya desarrollo el estudio de doctorado en astronomía, expone los objetivos de la creación del observatorio de la Universidad de Sonora.
Julio es más que un pez en el agua al conversar sobre la materia que investiga, es incluso el símil de una estrella que ilumina el campus. Y expone:
“El observatorio que acabamos de inaugurar le llamamos Carl Sagan, Campo Agrícola, por el astrónomo famoso, y por estar localizado en el campo agrícola de Universidad de Sonora que está a 21 km. al poniente de Hermosillo. Se inauguró el 15 de febrero de este año. Se hizo la ceremonia de primera luz, que así es como le llamamos nosotros cuando se inaugura un observatorio.
--¿Con qué objeto fue creado este observatorio, cuáles son las funciones?
--Son varias, pero todas ellas entre el campo de la Unison por un lado nos interesa la parte educativa para preparar futuros astrónomos y científicos de las áreas de física interesado en ver cómo se hace la investigación astronómica, la parte de investigación que es el estudio del cosmos, tratar de saber un poco más del universo y tener aportaciones a través de observaciones astronómicas.
Por otro lado está la parte de educación hacia afuera de la universidad en el aspecto de producir programas educativos y cosas que le interesan en general a la sociedad.
En sí el observatorio no está abierto al público, pero sí lo estaremos abriendo en ciertas ocasiones, tendremos eventos en el año, dos o tres y estaremos invitando, como lo hicimos en la inauguración.
--¿Qué tipo de tecnología tiene el observatorio?
--Tenemos un telescopio que es un robot prácticamente. Todavía no lo tenemos al cien por ciento de las capacidades que puede desarrollar pero la idea es que eventualmente va a poder trabajar solo, le dejaremos tareas para que las haga en toda una noche y sin presencia humana. También se podrá controlar por internet, vamos a poder moverlo a distancia. Ahorita lo estamos trabajando en el lugar, vamos frecuentemente a ver que todo esté avanzando bien. Está el domo que es una estructura que se mueve y que tiene que estar siguiendo al telescopio, y todo lo demás que está involucrado en esto, en principio cuestiones de energía, cuestiones de internet y todo eso de comunicación, factores que son importantes.
--¿Por qué son importantes los observatorios para la humanidad?
--Para la humanidad en general los observatorios han significado un avance de la civilización, podría ir a muchas frases concretas pero lo puedo exponer en términos generales, por ejemplo históricamente todas nuestras definiciones, las básicas, el tiempo, la masa, la distancia, tienen su origen en observatorios astronómicos, de hecho tenemos que remontarnos a tiempos de los babilonios que ahí fue donde se inventó lo que es el segundo, que iba a ser una fracción de un día. Y muchas cosas más como el kilogramo, el metro, definiciones que se hicieron en el observatorio de París.
Si vamos a la definición de la hora que se maneja a nivel mundial, ahí hubo una disputa fuerte entre el observatorio de Paris y el observatorio de Greenwich, y ahí tenemos una rayita roja donde se señala el momento en que inicia el día y es lo que conocemos como tiempo universal, que también tiene que ver con las composiciones geográficas, la longitud cero se encuentra precisamente en ese lugar, en un suburbio de Londres. Ahí es donde se miden las posiciones geográficas.
Después para los viajes que se hicieron para descubrir nuevos mundos, como el descubrimiento de América, se usaron instrumentos astronómicos, por ejemplo la estrella Polaris permite determinar la latitud, que esto les ayudaba a los marineros saber si tenían que dirigirse hacia el norte o el sur para poder legar a su sitio, más adelante, cuando quisieron mejores definiciones, determinar mejor las posiciones de un sitio en la tierra, tuvieron que recurrir a cuestiones como por ejemplo a la medición de longitud se requirió a la vez relojes muy precisos, también determinación de los astros. Eso es algo que ha venido avanzando con el tiempo y hoy día toda la cuestión satelital depende de los conocimientos que han ido avanzando.
Esto desde el punto práctico ha sido cierto desde tiempo de los egipcios como cuando requerían de un buen calendario para poder aprovechar a su beneficio las inundaciones que siempre tenían con el río Nilo, y en el presente igual: se requieren en esta época igual los GPS (Sistema de Posicionamiento Global), que nos permiten mantenernos informados a detalle en qué punto, ubicación y qué tiempo estamos. Esto es el sentido utilitario del conocimiento astronómico, pero realmente, y principalmente para quienes nos gusta esto, buscamos cosas más profundas, no cuestiones utilitarias. Sabemos que la astronomía es motor de la civilización, al primera ciencia que hubo, y los grandes avances, las grandes revoluciones empiezan con Copérnico cuando todavía la revolución no tenía el contexto que tiene ahora y que sale precisamente del libro de Copérnico (Nicolás), la revolución de los cuerpos celestes, ("De revolutionibus orbium coelestium" de las revoluciones de las esferas celestes, N. de la R. ) ahí mismo se inventa esto y se inventa la revolución científica posteriormente. Toda esa muerte del oscurantismo ocurre gracias a gente como Galileo, etcétera, que estuvieron pegándole digamos a las viejas ideas y para tratar de transformar esto en un mundo más racional. Y creo que tuvieron éxito, obviamente el ser humano es un ente complejo, pero en realidad ha sido indispensable la astronomía y esas partes podemos considerarlas como utilitarias.
El motor, lo que estaba detrás de Galileo cuando hizo las primeras observaciones por telescopio, es lo mismo que tenemos nosotros, que lo que queremos es descubrir el universo y realmente nos remontamos a las primeras preguntas: quién soy, de dónde vengo. Y todas esas preguntas la astronomía las aborda de una manera directa. Uno a la vez se siente uno con el cosmos, porque nos damos cuenta que el hierro de nuestra sangre no fue producto del sistema solar, sino de destrucciones de estrellas, somos polvo de estrellas, nos damos cuenta que el agua de nuestro planeta no es agua que haya sido producida en este plantea sino que viene de otras partes, la molécula compleja que nos da la vida.
jueves, 8 de abril de 2010
volver
Regresé a la granja San Antonio. Aquí viven morritas que satisfacen una condena. Es una prisión que cumple con el adagio de cárcel de oro. Brilla el lugar con el gorjeo de palomas. Hay una fuente en el corazón del territorio. Una maseta (en el pilar de ella es que escribo ahora), y dentro una benjamina.
Muchos días ha desde mi ausencia de este recinto para la readaptación. Porque hubo una vez el grito de la prepotencia, el acceso denegado nomás para ejercer el poder y arrebatarme la posibilidad del aprendizaje del dolor de las morritas en cautiverio.
Se llamaba Rafael Netzahualcóyotl. Gritaba a la menor provocación. O sin argumentos. Era el encargado de la seguridad que para él significa un golpe al rostro de los menores infractores, en el Centro Intermedio, o el castigo en las celdas allá retiradas de la luz del sol.
Se llamaba y ahora he vuelto a la granja San Antonio. El cerrojo corrió hacia la izquierda y mis ojos, mi voz, otra vez encontrando las vidas adolescentes. Que se tragan el mundo de sólo verlo.
Llegaron hasta la prisión después de un impulso, de un cuchillo que brilla para la defensa, ante el temor. Están para contabilizar los días. Saben de memoria y puntuales las cuentas para saber cuántas noches les faltan por dormir encima de un hule-espuma.
Al concluir lo que es mi primera sesión de literatura, en este reencuentro, las morritas me han echado el lazo para que les acompañe al comedor. Y ensalada de pollo, espagueti, frijoles. Poca madre. Agua de fresa.
Una de las morras es de Caborca, y sabe lo que significa una rivotril explotando en el cerebro. Otra viene de la frontera, y también conoció a sus diecisiete la inocencia de pecar contra el prójimo en el quinto mandamiento.
Así los instantes para la reflexión dentro de la granja. Así la necesidad de volver para aprender que del dolor también se forjan las vidas. De a poco seguirá el gorjeo de las palomas. Las morritas en sus días, acomodando letras con lápiz sobre el cuerpo y la mente tras las rejas. Yo contando los días que forman una semana. Y volver.
martes, 6 de abril de 2010
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