miércoles, 2 de octubre de 2013

Octubre


Carlos Sánchez
Eran ríos de sangre. Lo vieron sus ojos de joven. Eran los cuerpos reventados destilando el líquido que corría por las aceras, por el pavimento. Daban vuelta en la avenida, otras tantas calles arriba, los cuerpos encimados en los cuerpos, estaban.
Eran jóvenes que necesitaban ser escuchados, eran la pasión defensa a ultranza de sus ideas.
Los vio con sus ojos que ahora rebasan los cincuenta años resistiendo el recuerdo. Dice ella que se llama Julieta Cárdenas, que hay una laguna en su mente, de ese tiempo, porque en la laguna de sangre se le perdió el control de su cuerpo, y la memoria se extravió también.
Ahora vive en el norte que es Sonora, lejos de su tierra, pero un estupor le hace presa cada vez que se acerca ese mes en el cual la luna es tan grande como la crueldad de ese día.
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En La plaza, la prosa es ilimitada en calidad y dolor. Luis Spota aguzado periodista narrador, cuenta esos días de sometimiento. Página 45:
--Batallón Olimpia. 
Empezaron a gritar en coro, para hacerse oír en lo más nutrido del tiroteo:
--Batallón Olimpia, no disparen.
La sangre germinaba arrebatadora de sus vasos con la misma furia que fue encendida apenas un segundo antes de encontrar por dónde irse; sangre negra tendiendo a guinda, de las venas; sangre roja, rojo sangre, de las arterias; y era tanta la prisa de la sangre por lavar con sangre esa deuda de sangre, que de solo mirarla correr se le bajaba a uno la sangre de los talones, se le hacía a uno mala sangre, se le pudría, se le freía, daban ganas de gritar que la sangre llegaría al río, al río de sangre, no de excrementos, en la venganza que toda sangridad pedía.
Con el guante o pañuelo blanco en la mano izquierda pasaban continuamente, arrastrándose sobre los codos; no tenían al parecer manera de comunicarse con la tropa que abajo disparaba contra todo.
A nosotros / sólo nos extrañaba que tardaran / tanto en asesinarnos/
--¿Quién? ¿Quién ordenó esto?
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Luego vinieron otros hijos que cayeron también. Los hijos mutilados por las piedras, por el silencio, por la oscuridad del recuerdo en que ahora los ven sus madres.
Es una de ellas doña Consuelo Murillo, la maestra del barrio, la que nos dio clases a los de las Pilas, la Matanza, la Hacienda de la Flor, el Cerro de la campana, la colonia San Juan.
Se retuerce aún en el dolor por los hijos idos, los mismos que le fueron arrebatados por la misma intolerancia. Suena su voz cansada, sus ojos en otoño, suenan como un río a punto de secarse, porque la alegría la opacó la angustia desde ese día que los del gobierno le decomisaron la sonrisa de sus hijos. 
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Ahora una canción se ha puesto de moda, y levantamos la cerveza mientras movemos nuestros cuerpos con alegría, festejando el ritmo y no la letra, ni el contenido. Rubén Blades quiso hablarnos del dolor; se nos fue el avión de la reflexión y trepados ahora en la embriaguez de felicidad coreamos todos “adónde van los desaparecidos” en la voz por demás insulsa de Maná. Porque somos revolucionarios en los billares, con el polvo entrando por la nariz. Somos disidentes de lo establecido, disidentes incluso de la conciencia. Destapamos otra cerveza, echamos otras monedas a la rocola. Es nuestra la revolución. ¡Que muera el maldito gobierno! Antes una línea más, un Marlboro blanco, el taco para encontrar la bola ocho. Los pies en el concreto, la moneda en el bolsillo, el reloj
checador regocijado de nuestra puntualidad.
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Página 251, La plaza de Spota; fragmento:
...nos quedamos así, sentados a esperar, y a la diez de la noche volvieron los tiros sin que se supiera muy bien desde dónde tiraban... Las mujeres se aterrorizaron y empezaron a llamar a gritos, a pedir que les abrieran la puerta para poder refugiarse en su interior:
--Ábranos.
--Nosotros también somos mexicanos.

La puerta no se abrió jamás.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Técnica y sensibilidad, la suma de sus fotos



Fausto Ibarra, In memoriam, dieciséis años de fotografía


 Carlos Sánchez

La fotografía trasciende el instante del disparo. La amistad la enaltece. Y es un venero a la memoria de quien se dedicó al oficio de retratar el día y sus circunstancias.

En el Kiosco del Arte, el miércoles veinticinco de septiembre por la noche, la reunión fue de amigos, y de adoradores de la fotografía. Allí para recordar y analizar las propuestas de Fausto Ibarra (QEPD), quien ejerciera su oficio de reportero gráfico para el periódico El Imparcial.

Entrañable amigo, comprometido fotógrafo. Sus amigos para organizar esta exposición que se intitula Fausto Ibarra In Memoriam, dieciséis años de Fotografía, y se realiza en el marco de Fotoseptiembre, organizado desde Instituto Sonorense de Cultura.

Los amigos, entre ellos Alonso Castillo, Alejandro Gutiérrez, Claudia Miranda, Julia Astrid Enríquez, son algunos de los responsables de que esta exposición ocurra. Aquí una conversación con Julia Astrid, compañera de tránsito por la ciudad, en la búsqueda de fotos al lado de Fausto, cuando ambos se dedicaban a fotografiar la realidad para medios impresos.

--¿Julia, cuál es la importancia del trabajo de Fausto?
                                                 
--Su trabajo es muy variado, ya que cubrió varias fuentes de información. En esta exposición en su honor encontramos mucho trabajo de la frontera, ya que estuvo asignado a Nogales por cuatro años, aquí los instantes de motines, cateos, migrantes, que Fausto pudo captar. También hizo muchas coberturas relacionadas con la guardería ABC, viajó a Sacramento cuando se llevaron al hospital Schriners a los niños con quemaduras. Hizo un amplio trabajo para la sección Espectáculos de El Imparcial, así como de deportes.

Era un fotógrafo muy versátil al que le confiaban las coberturas más importantes del medio en el que trabajaba. Sumaba técnica y sensibilidad en sus fotos, es algo que se percibe al ver sus imágenes. 

--¿Cuándo conversaban, qué decía respecto de la fotografía, su trabajo?

--A él le gustaba mucho lo  que hacía, había coberturas muy difíciles pero entendía su trabajo como algo que le apasionaba, no lo escuché quejarse, aunque a veces el trabajo era muy duro, sin horario fijo, con coberturas foráneas, nunca se quedaba quieto. Pero eso le gustaba a él, la posibilidad de conocer cosas nuevas. Conoció y disfrutó su trabajo, nunca decía que no.

--¿Qué foto es la que más te impresiona o gusta de Fausto?

--Hay una de un motín en el Cereso de Nogales donde hay varios internos con palos en la mano enfrentándose a la policía. Ellos a su vez les están disparando. Me impresiona mucho esa foto porque no se movió del lugar, estaba casi en medio de lo que estaba sucediendo, se percibe en la foto. Esa foto dice mucho de la entrega que tenía por su trabajo.

--¿Cómo fue el proceso de selección de su obra para esta exposición?

Su esposa Claudia Miranda y el fotógrafo Alonso Castillo se encargaron de buscar en el archivo personal de Fausto. Él tenía todo su material bien ordenado y clasificado por fecha en discos y carpetas en su computadora. Fue un trabajo que llevó meses de revisión.

--¿Por qué se mueren las buenas personas?

Fausto era único por su calidad humana. Un excelente amigo con el que siempre podías contar, como decía él sus amigos eran perfectos. Estaba siempre dispuesto a hacer un favor, evitaba la confrontación. Es un tipo de persona que es difícil de encontrar, por eso se le extraña tanto. Llevó su enfermedad con valor y eso es de lo que más admiro de él, que eso nunca lo detuvo para hacer su trabajo, incluso hasta la última vez que lo vi nunca se quejó, al contrario, siempre pensó positivo, era muy fuerte y te transmitía esa fuerza.

--¿Qué foto le hubieras tomado que no le tomaste a Fausto?

--Afortunadamente tengo muchas fotos para recordarlo como era, en la convivencia con los amigos, ameno, y siempre con una sonrisa.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Lo que busco es compartir lo que me toca vivir y lo que me toca ver


Mauricio Palos, fotógrafo

Carlos Sánchez

Hermosillo, Sonora.- Mauricio Palos es fotógrafo, documentalista. Respondiendo a pregunta expresa, mirando a los ojos, comenta: La cámara es la compañía similar a la de un músico y su guitarra, o la de un reportero y su grabadora, una herramienta que nos acompaña todos los días.

Mauricio visita Hermosillo para impartir el Taller Introducción a la fotografía documental y la mirada del autor. El taller se da en el marco de Fotoseptiembre Sonora 2013, coordinado por el Instituto Sonorense de Cultura.
Previo al inicio del taller que se desarrolla en Casa de la Cultura de Sonora, hay tiempo para conversar. Mauricio Palos cuenta la historia de una fotografía donde los ojos de una madre son la compuerta que derriban las lágrimas. También, Palos, muestra su sentido profesional y ético del oficio que consiste en compartir con la sociedad instantes desde su mirada.

--¿Qué aprenderán, qué compartirán tus alumnos en este taller?

--Vamos a estar compartiendo la forma en la que se trabaja normalmente en la fotografía documental. Más que metodología de trabajo será ir entendiendo los intereses que tiene cada fotógrafo personalmente, para ir de alguna forma, encontrando su propia voz como fotógrafos. 

Ya teniendo eso se irán analizando distintas formas de cómo contar historias propiamente, cómo editarlas, pero creo que lo más importante para los fotógrafos que se interesan en este tipo de talleres es que vayan entendiendo que en la fotografía la idea es que cada quien vaya buscando su propio camino.

--Tu trabajo es social, ¿por qué habiendo tantas vías, elegiste esta?

--Empecé a trabajar en La Jornada de San Luis, antes había estudiado mercadotecnia, interesado en la fotografía publicitaria. Con el tiempo fui aprendiendo a trabajar en la calle, y se dio de forma natural la fotografía social. Definitivamente me interesa mucho lo que pasa en el país, en la región, trabajé mucho tiempo en Centroamérica, y he entendido que mi trabajo tiene que llevar esa dirección, el lugar donde tengo que estar, de alguna forma terminé aquí y hay que seguir haciéndolo con responsabilidad.
                                                          
 --¿Qué es lo que buscas cuando disparas?

--Lo que busco cuando disparo es tratar de crear el grupo de imágenes que puedan explicar las situaciones o los lugares en los que me encuentro, las distintas problemáticas, o simplemente puede ser un buen momento del día, no todo tiene que ser caos. Lo que busco es compartir lo que me toca vivir y lo que me toca ver.

--Hay una fotografía dramática, tuya, donde una señora abraza a un joven, la expresión de la señora conmueve, es de dolor. Cuéntame la historia de esa foto.

--En esa foto lo que estaba pasando es que había un chavo que se llama Lenin, (ya no he tenido contacto con él, no supe si al final llegó a Estados Unidos), yo estaba en San Manuel, Cortés, en Honduras, siguiendo la historia de Edgar, un chavo que había caído del tren, se había rehabilitado en San Luis, yo lo conocí allí, posteriormente fue deportado y regresó a San Manuel, de donde es. En ese momento de la historia me interesé en ir a conocer dónde vivía, cómo era su regreso a su país después de haber estado un año rehabilitándose. La forma con la que trabajaba en el pueblo era básicamente con los conocidos de Edgar, es un pueblo pequeño, todo mundo me veía allí, y se empezaban  a preguntar quién era yo, unos se interesaban, otros ignoraban, y en el caso de Lenin lo conocí un día antes de esa fotografía, estaba caminando en el pueblo, en ese momento traía trencitas, se las había hecho tal vez influido por la cultura fronteriza y me comentó que al otro día se iría a Estados Unidos, porque poco antes lo habían deportado y él tenía su esposa e hija en Estados Unidos y quería regresar. Estaba organizándose con un grupo de chavos del pueblo, para el otro día viajar hacia la frontera con México y agarrar el tren. La cita fue llegar a las siete de la tarde a casa de Lenin, había muchas personas, familiares, vecinos y la dinámica era curiosa, porque al contrario de parecer una despedida trágica, como lo muestra la imagen, la gente estaba animada, platicando, compartiendo, las señoras estaban preparando baleadas, que son tortillas de harina con mantequilla y frijoles, los niños estaban jugando y los chavos preparándose para el viaje, en el cuarto, empacando. Llegó un momento en el que una de las tías mandó a llamar a Lenin, para su cuarto, cerraron la puerta, pregunté si podía pasar, dijeron que sí, y empezaron a rezar, a invocar a Dios, a desearle buena suerte, acabo de escuchar esa oración ahora en Juárez, con el grupo de Los Ángeles, que se visten y van a escenas de crímenes, entonces creo que tiene qué ver con los cristianos, creo que es una oración en la que desean buena fortuna y como que haya un buen trabajo. Mientras la tía estaba rezando, estaban los distintos personajes, acompañados de sus madres, que iban a viajar, la ceremonia o el rito duró como quince minutos, estuve haciendo fotografías, terminaron de rezar, se abrazaron y se empezaron a despedir, fue un momento fuerte para mí, para ellos. Yo nunca había experimentado eso, era mi primer viaje fuera de México, fue un momento interesante, el poder vivirlo. Posteriormente acompañamos a las personas a la central de autobuses de San Pedro Usula y de allí ellos ya emprendieron su viaje hacia Estados Unidos. De Lenin no volví a saber.

--¿En algún momento te has sentido intruso y has decidido bajar la cámara, no disparar, por prudencia?

--Algunas veces. Hay momentos donde los hechos nos sobrepasan y nos hacen bajar la cámara, y ser alguien más para acompañar que para observar.

--¿Y qué hacer ante la insistencia dura de los editores, que exigen las imágenes sin importarles que a veces tomar fotos no sea posible por prudencia o solidaridad?

--Después del periódico no volví a tener relaciones tan cercanas con los medios precisamente por eso, prefería trabajar a mi ritmo y producir proyectos o ensayos que marcaran más mi paciencia o las cosas que estoy meditando, en vez de lo que está meditando y lo que quiere otro medio.

--¿Algún proyecto en puerta?


--Tenemos en puerta el Encuentro Fotográfico México, que lo estamos haciendo el colega Rafael Durán y yo, todas las actividades son gratuitas, no hay cobro, la idea es capacitar a los fotógrafos de los estados, en materia de trabajos personales, de proyectos, como en materia de seguridad. Tenemos alianza con Artículo 19 y estamos dando talleres de seguridad para periodistas visuales. El evento será del 24 al 26 de octubre en Cholula, Puebla, del 21 al 23 será el taller de seguridad, por si alguien se interesa en aplicar, la convocatoria es para todo el país, aunque nos estamos enfocando al centro del país, se le da prioridad a ello porque posteriormente nos iremos acercando a distintas regiones para que todo mundo pueda tomar el taller. La convocatoria se encuentra en la página de facebook: Encuentro Fotográfico México.

martes, 24 de septiembre de 2013

Mi almorrana y yo; tras Eros, dos libros en uno



Enrique Ramos presenta su más reciente producción literaria, este miércoles 25 de septiembre a las 7:15 de la tarde en el Auditorio de la Escuela de Medicina de Universidad de Sonora

Carlos Sánchez

De un tiempo a la fecha utiliza la pluma de manera incesante. Tres ediciones en menos de tres años, y en ellas cuatro títulos, porque el más reciente de sus libros ofrece dos historias, en lectura dual.

Enrique Ramos escribe desde la reflexión personal, no sin antes ser dueño de un bagaje de lecturas excepcionales. En esta conversación cita a sus escritores de cabecera, también aborda los motivos por los cuáles bautiza con sus respectivos nombres a sus libros.

--En una sociedad recatada, podría ser un riesgo intitular un libro: Mi almorrana y yo, o bien el de tras Eros, ¿con esto cuál es el objetivo?

--Llamar la atención. Los títulos son clave para un libro, son el gancho, claro que pueden ser, en este caso, mal necesario, porque el contenido a lo mejor adolece de profundidad y de muchas cosas, pero independientemente de eso ya el lector dirá si el contenido vale la pena o no.

--Tú qué opinas, ¿el contenido vale la pena?

--Claro, digo que sí porque es un intento por crear arte narrativo, a pesar de los títulos, que también es una especie de desafío y de parodia de la literatura en general, porque la pregunta es si es un tema para tratarse literariamente. En la literatura caben todos los temas, y curiosamente yo pensaba que el tema escatológico estaba poco tratado y resulta que no, desde los clásicos antiguos, de Roma y Grecia, están tratados en El Satiricón, en el Decamerón, en la edad Media, en la edad Antigua, en Inglaterra. En Los cuentos de Canterbury hay una muchacha que enseña el trasero y hace que se lo bese un cuate que anda detrás de ellas. Quevedo tiene un ensayo muy bonito, de cinco páginas, que se llama Gracias y desgracias del ojo del culo.

En el tiempo en que escribí Mi almorrana y yo, yo padecía de eso, y la escribí una buena parte en convalecencia en una hamaca, en el campo, me saltó mucho en ese tiempo la lectura de Platero y yo, que la recupero, un libro que nos mostraban en la primaria, en los libros de texto, todo mundo sabe de Platero y yo aunque no todo mundo lo ha leí, y es un libro fregonsísimo, que se lleva a cabo en el campo, con descripciones de paisajes, de animales. Entonces yo agarro el formato, porque Platero y yo son textos cortos, de media página, entonces Mi almorrana y yo está diseñado de acuerdo a este libro.

--Son dos libros en una sola edición, se leen a la inversa, ¿por qué?

--Cuando terminé Mi almorrana y yo me quedó muy pequeño, y pensé en escribir otro, se me ocurrió la idea de escribir tras Eros, por la otra parte, y bueno tras Eros está ligado con Mi almorrana y yo por su cercanía física, pero tras Eros es la historia de cómo la vida le fue presentando las experiencias sexuales a un mexicano, norteño, de los sesenta, que es el caso de muchos que vivimos ese tiempo. Yo no puedo escribir en la forma clásica de elaborar personajes y tramas, a mí se me da escribir en primera persona, reflexiones personales, pero no las presento como si fuera protagónico, de hecho allí discuto que ya hasta el nombre es irrelevante, el personaje se llama Enrique Ramos, igual que yo, pero no soy yo, aunque estén muchas anécdotas mías, no las presento como protagonista sino como un caso. Allí incluyo las impresiones que tuve desde que vi a la primer mujer desnuda, a los cinco o seis años, hasta que paso por cuando vi a una mujer dándole de mamar a su niño, en la lucha, o cuando ya tuve mis primeros contactos sexuales, con amigas o personas de la calle, la iniciación terrible de una primera experiencia a propuesta del padre, con una prostituta, forzados por la carrilla de no eres hombre, y eso realmente no se lo deseo a nadie, no es lo mejor para vivir una sexualidad, la sexualidad es una fuente de placer muy chingona como para estarla forzando.

--¿Qué te deja la construcción de estos dos libros?


--He leído o escuchado  autores que dicen ‘este libro lo empecé hace veinticinco años’, ah, cabrón, digo, cómo pueden hacerle para durar tanto tiempo. Pero bueno, hace veinte años recibí un libro de Umberto Eco, que se llama Obra abierta, en ese libro, que es ensayo sobre estética, Eco se refiere a Mallarme, este poeta francés, que él dice que estaba escribiendo un libro que se iba a llamar Libro, y que era su obra total, el libro perfecto que él buscaba escribir, y nunca lo escribió, pero lo describe y dice que es un libro sin principio ni fin, con muchas ambigüedades, que es se puede leer en cualquier parte y en cualquier orden, y tiene sentido. Yo me quedé con esa idea, y cuando se vino este libro me dije haré el intento de un libro que se pueda leer así. 

domingo, 22 de septiembre de 2013

Desde adentro: exposición fotográfica de jóvenes presos




Carlos Sánchez

De pronto lo imposible ocurre. Un disparo, dos, tres. Los muchos click en las cámaras. Las miradas indagando el interior, el hábitat. Pergeñar con la vista lo que se puede, lo que se tiene.

Lo imposible deja de serlo, porque en el interior de una celda una cámara fotográfica es realidad. Y retratar lo ídem.

En el marco de Fotoseptiembre Sonora 2013, la fiesta de la imagen también dentro de la cárcel, allá donde los menores de edad cumplen una condena, a manera de infracción.

Desde el Instituto Sonorense de Cultura, a través de un taller impartido por Alonso Castillo, fotógrafo, Carlos Sánchez, escritor, los jóvenes para aprender y decir lo aprendido. Y concluir con la exposición que por nombre lleva Desde adentro.

Alonso Castillo es fotógrafo de amplio bagaje. Con su mochila al hombro asistió durante los días de julio a ofrecer este taller de fotografía creativa. Dentro de un aula, con diez alumnos, compartió los conceptos y criterios fotográficos. Luego la sorpresa para los educandos, en sus manos cámaras desechables y la felicidad haciéndoles temblar las manos, porque el deseo de disparar los invadió.

Pasaron los días y así la construcción de un discurso fotográfico desde los chavos. Pasaron los días y hasta llegar al catorce de septiembre, sábado por la mañana, y en el mismo espacio que habita, Centro Intermedio del ITAMA, las fotografías expuestas para los padres de familia que visitan a sus hijos, también para las autoridades, guardias y directivos, para los mismos jóvenes como espectadores.

Allí la fiesta, la alegría, el saber y reconocer que en cualquier espacio, mientras haya herramientas y deseo, creatividad, la cimentación de una historia, o muchas historias, son posibles.

Las historias están allí, sobre esas mamparas que fraternalmente un día antes Fidel y Nacho, museógrafos ambos, instalaron. Y no sólo eso, los museógrafos compartieron su conocimiento con algunos jóvenes que dispuestos echaron la mano en el montaje, en la colocación de las mamparas, las fotografías.

En esos días de tallerear, el maestro Castillo pidió a sus alumnos que escribieran respecto de su sentir sobre el hecho de hacer fotos. Aquí compartimos algunas de las opiniones. Los chavos, por cuestión de una ley que protege la identidad del menor, firman sólo con su nombre tales testimonios.

Abisael:
"La fotografía para mí era como un retrato cualquiera, como nomás tomar la cámara y poner al mono en medio y ya".

Cristian:
"El taller de fotografía es algo que me gustó mucho, algo que me hizo ver imágenes de otra manera. Poder tomar fotos me hizo crecer, ya que con cada disparo iba formando lo que vivo aquí adentro y lo que es mi vida".

Juan:
"El estar en el taller de fotografía es algo diferente que nunca lo había vivido, no me había dado cuenta que al tomar una foto se queda en una hoja de papel un momento de tu vida".

Heriberto:
"El taller de fotografía es una oportunidad bien chila que me ayudó a ver las fotos de otra manera y también sirvió como terapia, estando en el taller me sentí libre de congelar el momento que yo quisiera".

Omar:
"La fotografía es un recuerdo que se queda congelado para siempre en un simple pedazo de papel pero ese pedazo de papel pauseado te deja mucho, alegrías, tristezas…"


Un paso más hacia el aprendizaje, la gratitud dicha por los educandos, allí mismo, mientras ya el listón imaginario se rompía para declarar inaugurada la exposición Desde adentro. Después vendrían las palabras para reiterar la emoción, algunas canciones dichas a manera de rap, escritas por los noveles fotógrafos, expuestas con la misma emoción que sintieron al disparar sus cámaras. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

No me asusta retratar a los muertos, me asusta y me pesa el dolor de las madres

Alejandro Cossío

Carlos Sánchez

Un día tomó la cámara, hizo un reportaje gráfico, seleccionó el medio impreso donde le dan mayor respeto a la fotografía. Llegó a las oficinas de Zeta, en Tijuana, presentó su portafolio aunado a la solicitud de empleo.

La respuesta fue positiva. Y desde allí hasta el día de hoy, Alejandro Cossío continúa trabajando para la redacción de uno de los semanarios de mayor prestigio en el noroeste de México.

Cierto que hubo una vez (cuenta Alejandro), que quiso tirar la toalla, porque las balas en contra de Jesús Blancornelas, ex director de Zeta, en ese atentado, intimidaron a Alejandro. Entonces se sinceró con el director, le expuso los temores. Blancornelas habló con él, le agradeció la sinceridad, pero a su vez lo persuadió para que se quedara, bajo argumento de que su fotografía es buena. 

Hubo también otro día en que escuchó por escáner información sobre un ejecutado, se lanzó sobre la nota, al llegar al lugar supo que se trataba de uno de los editores de Zeta quien yacía dentro de su auto con la muerte provocada por balas. Hizo las fotos, no sin temblarle el pulso, no sin lamentarlo.

Desde esos primeros años de forjarse como fotógrafo en la frontera, hasta estos donde ya cuenta con varios premios, uno de ellos otorgado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Alejandro permanece en la búsqueda de elementos para perfeccionar el oficio.

Hace unos días visitó Hermosillo, a propuesta de Instituto Sonorense de Cultura, para impartir el Taller de fotografía documental en el marco del festival anual Fotoseptiembre Sonora 2013.
En esas horas donde la vida es preámbulo para luego acceder a las tareas laborales, Alejandro Cossío conversó sus conceptos respecto el oficio:

--Indudablemente te ha tocado hacer fotografía en tiempos de guerra, ¿qué se necesita para tomar la cámara e ir por esas fotos donde hay o hubo violencia?

--Particularmente en Tijuana hubo momentos en los que sí parecía que hubo una guerra dentro de la ciudad, una guerra civil, un grupo contra otro dándose, el ejército metiéndose, a favor no sé de quién, pero a favor de alguien.

En el ejercicio fotográfico, más que nada tienes que partir, o tener un punto de vista de lo que está sucediendo, no se debe ir a tomar fotos a lo loco, y decir vine a tomar unos muertitos y aquí se acabó, no, creo que se debe reflexionar por qué está sucediendo eso, tener una posición ante el problema, una posición crítica, que a la hora de fotografiar seguramente se notará.

En la práctica se necesita hacer paréntesis, porque si te petrificas y todo te empieza a asustar no harás nada. Hablando del tema de los muertos, no me asusta retratarlos, lo que me asusta y me pesa es escuchar a una madre, sus alaridos a un lado de su ser querido, independientemente si el muerto era narco, es un humano y no sabemos las razones por las que se convirtió en narco, algo lo llevó allí, porque si en este país hubiera oportunidades para la gente, a lo mejor muchos de ellos no hubieran optado por esos caminos, y son víctimas también de una cierta realidad del país.

--¿Por qué es importante tener una posición crítica?

--Porque el trabajo, ya sea escrito o fotográfico, si no se tiene una posición sobre el problema, sobre lo que estés cubriendo, -y aquí entra la objetividad o subjetividad-, quedaría muy por encimita el tratamiento que le des a la cobertura. Y pienso que la objetividad es un mito, hablando de fotografía: cuando elijo tomar una foto y volteo hacia la derecha, ya estoy escogiendo qué tomar, y de cierta manera estoy siendo subjetivo al elegir cierto cuadro dentro de los trescientos sesenta grados que se tienen para tomar y se elige el ángulo, significa que ya se tiene una visión y la claridad de qué es lo que estéás buscando, y la objetividad quién sabe dónde quedó, aunque esto no quiere decir que estés falseando las cosas, uno tiene una visión y lo que nos queda es tratar de ser honestos.

--Partiendo de lo que comentas, elegir en el momento, ¿cómo hacer para encontrar la estética de la foto cuando hay premura sobre la marcha, sobre el acontecimiento?


--Eso no se da de la noche a la mañana, es una combinación de dos cosas, de la práctica de trabajar en estos temas, de controlar los nervios, y la otra parte que es la preparación visual, estética. Todo ocurre muy rápido, pero si te has estado preparando, tomando talleres, viendo fotografías, se puede llegar a la estética, y también al hacer fotografías a través del oído al escuchar las sugerencias de los maestros, aprender a  todo mundo, incluso a los fotógrafos de boda que tienen también una estética aunque retraten el lado cursi de la vida. Uno debe andar como esponja todo el tiempo, absorbiendo conocimiento. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Rafa Saavedra: Me gusta la noche. Lo digo tranquilamente desde un lugar preferencial, a punto de tomarme otra cerveza


Border pop:

Postales de Tijuana y sus protagonistas

Carlos Sánchez / sonarquevemos@gmail.com

Un paseo por la frontera, sus actores, sus creadores. Un paseo por las calles de Tijuana, su cultura, los sudores de la noche, los imprevistos de la vida.

Rafa Saavedra vino a la Feria del Libro Hermosillo 2012, debajo de su hombro el libro de su creación Border pop, ( ed. FORCA-Noroeste ICBC), Premio Estatal de Literatura 2010, en Baja California.

Incluye este libro postales de la ciudad que es frontera. El ejercicio periodístico de Rafa quien es académico, investigador, vividor nocturno y especialista en la historia de la ciudad que lo vio nacer, que lo ha visto crecer.

Rafa en su creación desenvaina el discurso para hilvanar los argumentos como escudo y decir las virtudes de Tijuana, los dolores de Tijuana, todo esto desde la existencia de sus personajes a los que escudriña y da voz en la construcción de sus textos.

En Border pop, cita un texto en contraportada : “En el otro extremo, al inicio de la mítica avenida Revolución podemos encontrar un híbrido entre la Zona Rosa, Garibaldi y los espacios alternativos más propios del rock y sus subculturas. Ahí, los pocos turistas que se quedan a vivir la nocturnidad local conviven –en tres cuadras llenas de bares, discotecas y cantinas- con los mariachis y conjuntos norteños, gays de libro, estudiantes universitarios y rockeros. No son precisamente lugares de ligue, aunque la multitud de hoteles de una a tres estrellas te haga sospechar lo contrario”.

Esta sinopsis es la advertencia de lo que se vive en una noche tijuanera, la sugerencia de los pasos que sus protagonistas construyen y hacia adonde se dirigen.

Rafael Saavedra es de a poco y constante el cronista de la ciudad que habita, pero no ese escribidor a partir de la hemeroteca, es el indagador de las madrugadas, el que de pronto reseña la importancia de la existencia de un escritor nacido también en Tijuana, o bien el que construye  partir, otra vez, de la observancia, ese discurso a manera de monólogo de un tipo adicto a la noche:

“Me gusta la noche. Lo digo tranquilamente desde un lugar preferencial, a punto de tomarme otra cerveza, camino al dancefloor, inmerso en una sensación radiante que hace creer al personal que se encuentra en el punto que debe estar. Sí, soy un animal nocturno, pero nunca en el sentido prosaico, aburrido y domesticado que enarbolan ciertos programas. Mi nocturnidad es de esas que hacen de cada hombre y cada mujer, una estrella; que nos recuerda que la buena vida puede estar en cualquier sitio; que provoca esa necesidad urgente de convivir y fluir. Lo acepto, nunca he sido bueno para sentarme muy tranquilo y aplaudir con distancia televisiva”.

Salir es una aventura –agrega el monólogo de la nocturnidad-, la mejor droga, el momento en que las cosas, aún las más impensables y extrañas, pueden ser posibles. Salir es provocar el desborde, perder un poco el control (p) resumir estrategias y tácticas de supervivencia, ponerlas en práctica, divertirse en ello.

En Border pop, Rafa Saavedra deja en claro que “Tijuana es nuestro hogar. Aquí están nuestras raíces, nuestra red de amigos, el futuro de nuestro trabajo y la recompensa de nuestros sueños. Como tantos que salen cada mañana a enfrentar esa incertidumbre y agitación de la caída de un capitalismo feroz, puedo decir esto: no tengo miedo, no quiero tener miedo, me rehúso a tener miedo.

“Una última cosa: si perdemos Tijuana, México se quedará sin futuro”.