domingo, 19 de diciembre de 2010

El agua sobre la acera


Carlos Sánchez

Nostalgia. Los colores me tocan la emoción como un pincel toca el lienzo. De a poco se construye en la mirada el recuerdo de una tarde de lluvia, de un amanecer mojado. Vista que encuentra un paisaje inscrito en la memoria.
Observo la fotografía una y otra vez. Despacio. Aprecio la sutileza en la edición. La urbanidad echa paz: textura para encontrar los latidos del corazón.
En la fotografía está la atmósfera, la vida en un trazo de cables para comunicar la luz, el audio en una llamada telefónica. Para eso deben servir las líneas encima del aire. La fotografía fue un disparo desde el impulso de Josefa Isabel Rojas Molina, escritora consecuente y diletante del amor.
Por qué no subrayar la palabra amor, por qué de un tiempo a la fecha se nos hace añicos la inocencia y nos sonroja cualesquier indicio de ternura. En qué momento el temor a la nobleza nos hizo su presa.
Debe ser la época en la que estamos para vivir en un marasmo, la constante información que nos devasta y reacción para prevenirnos de lo que sucede allá afuera, en la capacidad para la crueldad.
Pero he vuelto, gracias a Dios y ya era tiempo, como bien dice Sabines, el Jaime, a esta tierra que en el mundo se cuece aparte, esta región que me satisface al encontrarla de nuevo en su puntual atmósfera, con el tono ocre para encender de emoción mis pupilas, a través de esta foto que describo, y vivo.
He vuelto a ella a través de una imagen, poética, como los versos que escribe su autora, la Josefa. Y debe ser que ya el otoño cubre el cielo los días el aire la vida de Cananea, adonde he vuelto, y debe ser que la nostalgia es verbigracia al escuchar el ritmo recio y evocador de las sílabas que componen el nombre de este territorio.
Hay nubes, cierto, lugar aparente común en el paisaje cananense, pero no, debo decirlo, acá los nublados tienen otro matiz, alas que conversan con los pobladores de este pueblo, dicha de encontrarlo con este mote, porque acá la cercanía entre los habitantes es puntual, el saludo reiteración de la generosidad social.
Veo esta fotografía y soy un niño andando las calles, con la infancia puesta en la memoria, un costal de bellotas en el lomo de un burro, el paso del obrero una mañana sin sol llena de calor cuando el destino es hacia el trabajo. Una tarde después de la jornada y regresar al fuego del hogar para reencontrarse con la familia. Encuentro esto al contemplar una y otra vez la imagen. Me trepo en ella y paseo feliz en la imaginación, el recuerdo de lo que sé me ha satisfecho este lugar.
La fotografía, como la poesía, sugiere y al observarla en ella encuentro (y seguro estoy de que cada quien encontrará lo suyo) el mundo dispuesto a mis ojos en nostalgia. Porque la poesía es eso, una estocada sutil en medio del pecho. En este disparo la Josefa que es poeta y hace fotos, construye con tino un dardo embadurnado de historia y acierta en el blanco sobre la imagen que es una postal precisa para contar, contarnos, la crónica de un idilio otoñal en pleno vientre de la ciudad. Cananea. Nostalgia por sus colores, el volumen en las nubes, los cables reiteración de esfuerzo, vestigio de que alguien una vez enclavó un poste para ir facilitando la vida, la luz, la comunicación.
Nostalgia en el agua sobre la acera, porque hace apenas unos minutos antes el cielo quiso con su fruto tocar la ciudad.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Me gusta contar historias


Carlos Sánchez

Obregón, Sonora.- Agobiado por su situación, Emiliano experimenta una serie de eventos que lo hunden hasta la desesperación. Buscando ser libre, sólo encuentra una manera de lograrlo.
El párrafo anterior es la sinopsis del cortometraje Es cuestión, escrito y dirigido por Paco Espinoza, diletante de la elaboración de cine, desde la resistencia que es la búsqueda, desde los recursos más inmediatos con los que cuenta, desde las posibilidades que siempre estarán cuando la pasión rige el oficio.
Paco Espinoza no rebasa los treinta años de edad, radica en ciudad Obregón, y cuenta historias, porque le gusta contar historias. Escribe poemas, algunos cuentos, dibuja, escribe guiones para cortometrajes. Los realiza.
Paco Espinoza anda la vida con el cine en los ojos, en la mente, en la obsesión. Paco nos conversa algunos de los porqués de su vocación.
--¿Cuánto tiempo apostándole a hacer cine?
--Me interesé desde que estaba en la preparatoria, pero ya dedicado a hacer cine, con una estructura, guión, actores, con una finalidad, desde el dos mil seis.
--¿Cuál es tu ópera prima?
--Fue un pequeño cortito, de siete minutos, se llama La última vez, prácticamente es un monólogo, hay dos personajes, uno no habla y todo se centra en la protagonista.
--Este trabajo del cortometraje lo haces más a partir de la intuición más que del aprendizaje en la academia.
--Así es, es totalmente autodidacta, un día agarré la cámara y ahora ya con los años, desde el año pasado, sobre todo, he estado asistiendo a talleres, eventos relacionados con el cine donde se dan conferencias y cursos, pero de inicio me aventé con lo que tenía: la cámara, los camaradas que actúan y la historia.
--Cuando decides hacer esto, ¿a qué le apuestas?
--Desde que comencé, no nada más con el cine, a mí me gusta contar historias, y encontré en el cine un lenguaje para poder contar más, poder expresar, creo por ahí va: utilizarlo para poder contar historias.
--Es cuestión, es tu más reciente cortometraje, el cual contiene como epígrafe la frase Cualquiera puede ser libre, cuéntame sobre este trabajo.
--Este corto nace con motivo de una convocatoria que se abre en la Benemérita Universidad de Puebla, ellos tienen este festival de cine Revolución en corto, segunda edición, y generan una convocatoria dentro de tres vertientes, la primera: cortometraje tema libre; segunda: documental en tema libre; y la otra es cortometraje teniendo como temática la libertad. Lo que sucede es que armo una historia donde se toca lo que es la libertad para el ser humano.
La idea en este corto fue seguir de la mano la convocatoria que pedía demostrar a través del cine las posibilidades que tiene el ser humano ante la libertad, que muchas veces puede encumbrarlo con buenas acciones o puede llevar a socavar la naturaleza humana. Mi idea fue tomar un poco de ambos elementos, del engrandecer, y del sufrir por la carencia de libertad y de ahí es donde se desprende esta historia que trata de un señor que va perdiendo libertades, algunas razones son por cuestiones externas, de la sociedad, otras por cuestiones internas: familiares, personales. Esta historia está grabada en la comunidad de Fundición, un pueblo al sur de ciudad Obregón, y allí se graba en locaciones naturales.
--Tengo entendido que familiares tuyos son los actores en Es cuestión.
--Se dio algo muy interesante con los protagonistas, dos de ellos son mis amigos, dos de ellos son mis abuelos, dadas las características de la historia yo pensé la historia pudiendo utilizarlos a ellos, el tema funciona en base a ellos, se lo comenté a mis abuelos, que nunca habían experimentado la actuación, y fue una experiencia enriquecedora, trabajar con ellos no como familia, sino en un proyecto que va encaminado al desarrollo fílmico, ellos saben que me gusta el cine, que siempre he andado con mi cámara de video y ahora busqué integrarlos. Van muchas cuestiones personales en ese aspecto.
--Cuando tienes el proyecto de Es cuestión, hay una visión, un rumbo, un trabajo previo para tener el elemento y desarrollarlo, ¿pero qué ocurre una vez que observas en la pantalla el trabajo terminado, qué sensaciones experimentas?
--En el trabajo previo uno piensa en imágenes, uno dice: quiero que se vea así, que suceda esto y que digan esto. A partir de ahí desarrollas el plan de trabajo, formas un guión, divides las escenas, como lo vas a grabar, después de hacer la grabación ves que estás armando la película, ves que estás buscando estas imágenes, buscando contar las historias, encontrar las voces, y finalmente se edita para tener el producto terminado, y aquí se dio, como en todas las producciones, yo supongo, que es una película la que se piensa, otra película la que se escribe, otra película la que haces y otra la que ya tienes como resultado final, y ha sido una experiencia muy enriquecedora y me siento muy a gusto con el resultado porque es algo que yo buscaba. Hay escenas, como es cine independiente, a lo mejor no lo grabamos con esa rigidez que exige el cine como profesión, sin embargo se lograron imágenes que me llegan, porque estoy viendo a mis abuelos, sé que esas situaciones son posibles, a lo mejor no las he visto, a lo mejor sí las he escuchado, pero sé que están ahí, a lo mejor nos enteramos por otras personas, pero se da.
--En el contenido del arte, en la propuesta artística, ¿crees que es necesario el compromiso social?
--Creo que no es necesario darle un discurso, un trasfondo a la obra, el arista lo decide, si alguien siente la necesidad es totalmente válido, si alguien opta por no hacerlo se puede prescindir de ello, creo que es lo bueno del arte, que podemos darnos esa libertad de elegir, si yo quiero enviar un mensaje o si sólo me quiero desahogar, creo que eso es lo bueno.
--¿El arte debe estar comprometido o no, es decir, el arte tiene qué incluir una propuesta de compromiso?
-El artista debe estar comprometido con su arte. Que sea él quien busque algo, a lo mejor no es representar a la sociedad, no dar un grito de exigencia, un grito de protesta, a lo mejor es nada más buscar el desahogo.
--¿Cómo te visualizas en el futuro, hasta adónde vas a llegar?
--Voy a hacer cine, me gusta el cine, me gusta contar historias, me gusta escribir, dibujar, y eso voy a hacer porque son experiencias que me llenan, las disfruto, y me veo haciéndolo.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Biutiful: espléndida ingratitud del vivir


Carlos Sánchez

Esto es el arte: textura, argumento, dolor, placer, vida cotidiana y ficción. Esto es el arte: música, fotografía, literatura, actuación, densidad, liviandad.
Asomarse a la pantalla es la disposición de contemplar las propuestas de quienes hacen cine. Después de instalarse en la butaca, soltarse los cordones de los zapatos, desenvolver el chocolate que se ha metido de contrabando, después de completar el precio de la localidad, veintinueve pesos, para una tarde en la que también se vive para fugarse de uno mismo, procede contemplar con los sentidos dispuestos. Concentración. Éstos son algunos de los móviles por los que se ingresa a una sala de cine. Supongo.
Entender que el retraso es casi obligado, para que la luz se haga sobre la pantalla, no es fácil. Porque las proyecciones se programan con antelación, se publicitan en los periódicos, en la televisión, la radio, en el cine mismo. Se alardea el próximo estreno, la cinta más taquillera, los actores de moda.
Sandeces éstas las mías para decir lo que incomoda. Los muchachos que laboran en cinepolis andan extraviados de sus mismos horarios, tal vez los incentivos nunca llegan para optimizar la tarea cotidiana, tal vez el desencanto de cumplir con un horario en una rutina que no les satisface, es consecuencia para la apatía.
Pero ya está, la imagen aparece con los minutos de retraso que sean, no importa nada ya, Javier Bardem está en un paisaje paradisiaco, observando a un búho mientras escucha la voz de quien le recibe en el mismo paraíso.
Bardem es Uxbal y éste personaje sí sabe de compromisos, porque su existencia es un cúmulo de pasiones, lo refleja en la mirada, y va hacia el encuentro de sus últimos días con el filo de un líquido que debieran ser orines, pero que de a poco el color ambarino se transforma en un púrpura que desgarra el interior, fluye por las vías hacia el inodoro. La próstata se desgarra y a cuenta gotas inicia el conteo regresivo de su existencia.
Sabe Uxbal, clarividente, conversador con los muertos, que la vida no termina con la muerte, no obstante, sabe que desea continuar en los días, por la simple y llana razón de que cada tarde sus dos hijos esperan de sus brazos como un alud de protección a partir de la capacidad de amar.
Para qué carajos, me digo en este momento de escribir, me empecino en decir lo que acontece en Biutiful, cómo es que vine a dar en esta redacción donde intento exponer la anécdota del trabajo que dirige Alejandro González Iñarritu, si ahora mismo recuerdo que mientras veía la película, ayer por la tarde, no podía parpadear, la garganta se me resecaba, y era esto una reacción al contemplar la estética fotográfica. Porque el cine también es textura, me lo repetía mientras los actores caminaban por la escena en la pantalla. El cine también es textura.
Agradecía a cada minuto de la trama recorriéndome las pupilas, el desenfoque en las fotografías, la iluminación, el volumen, la densidad en los tonos. Siempre el desenfoque, atino como metáfora: ¿realmente vemos con claridad lo que somos?
De lo que el contenido de Biutiful me dijera, sería sólo un extra. Aunque ahora sé también que miento. Porque lo más trascendental, lo que vino como arte a tomarte del vientre y exigirme la atención, no fue sólo la textura, la vanguardia, el atrevimiento técnico del productor, innegable es que la literatura de este guión es perfecta, y que me he maravillado de tanta exactitud.
Barcelona en la corrupción, la presencia del futbol como triunfo de los africanos en el nombre de Samuel Eto. Barcelona textura para el contenido cruento de historias de mercaderes improvisados en la elegancia prohibida de sus pasillos ostentosos, la piratería como vehículo para comer algunos, otros para acumular billetes. Barcelona la pobre, la soterrada a todas luces en la cotidianidad de los que menos tienen. Barcelona es un bar donde las bailarinas se desnudan. Barcelona un santuario con la sonrisa que finge para esconder en la fotografía de un paisaje la realidad de los que llegan en busca de la ilusión que significa lograr la manutención.
Se condensan aquí los dolores que a todos nos han tocado. La crítica a la discriminación es puntual (y decirlo me sonroja, porque intuyo el término panfleto y en esta película esa palabra no tiene vigencia), y es ésta acción la que desencadena en tragedia. Siempre lo ha sido. No necesito ejemplificar. Lo sabemos a manos llenas. La falta de oportunidades, la indolencia, el culto al ego, el pensar sólo en los beneficios de uno mismo.
González Iñárritu es un cabrón que significa chingón, se instala en las virtudes y padecimientos de las personas, su investigación rebasa las trivialidades, les indaga el corazón, la mente, penetra en las capacidades de una mujer bipolar, Marambra (Maricel Álvarez), presa del deseo de la fidelidad, presa del deseo de disfrutarlo todo. Las consecuencias son el desequilibrio en una familia a la que dio vida, dos hijos a los que no podrá formar, porque la capacidad de su existencia rompe con los patrones que se requieren para permanecer en el seno de un hogar. Ni siquiera es el vino, la cocaína, es el mismo monstruo que ella, nosotros, todos, cargamos en nuestros nombres. El desasosiego permanente al lidiar con los pecados que nos dijeron que existen.

Desde que la espalda hace rechinar los engranes de la butaca, desde que la luz se dirige a la pantalla para llenarla de historia, desde ese instante supe que el arte es también para convocarme a la reflexión sobre lo que soy y deseo.
¿Cómo explicar en estos párrafos mi actitud estática al ir encontrando Biutiful con su virtud perfecta de comunicarme lo pequeño o inmenso que soy? ¿Cómo hacer para generar ganas de que quienes lean esto se desboquen y corran hacia el cine en busca de esta historia? Me pasa que cuando leo algún libro que me enamora, escucho una canción que me llena de felicidad, encuentro una película que me desgarra también de placer, me digo: ¿Por qué muy pocos van al cine, muy pocos leen, muy pocos encuentran la otra música?
Vaya estulticia la mía y pose de erudición. Vaya forma fallida esta de intentar salpicar la emoción de lo que me ha hecho comprender Biutiful. Y otra vez me quedo corto y con la frustración de no poder decir lo inmenso que es esta película, donde seguro estoy, su director, el Negro González, no le apuesta a la taquilla: primero la pasión, el compromiso, después las consecuencias que ni él mismo sabe cuáles serán: una cine abarrotado o desierto. Pero seguro estoy que el compromiso consigo mismo, lo tendrá satisfecho, y lo pone a las puertas de ese paraíso con el que abre y cierra Biutiful.
El arte también es esto: textura, y compromiso con la dignidad de lo que se escribe, retrata, proyecta. En Biutiful no hay desperdicio. Después de dos horas y veintiséis minutos de contenido ganas he tenido de agradecer. Sólo tengo la movilidad en los dedos para transmitir lo que por la mirada penetra en mi interior. Intento decirlo.