por Carlos Sánchez
Congruencia. Tiene la palabra su peso. La encuentro ahora en una cita de un medio que cubre las declaraciones del señor gobernador.
Congruencia, dice él y pronto viene a mi mente su arribo al poder, cuatro años atrás, en ese momento de optimizar el tiempo y despedir a quienes no eran de su simpatía, de mutilar la oportunidad del pan en los hogares de muchos trabajadores incrustados en la burocracia, su única oportunidad de sobre vivencia.
Congruencia desde su voz me aturde al recordar que en campaña declaraba que generaría empleos.
Cuanta arrogancia cabe en un cuerpo tan pequeño. Y lacera la actitud de los medios: lo que usted diga señor mandatario, es la consigna de editores, porque apostarle al poder es negocio redituable.
Y van las citas en las páginas principales, secundando su coraje, su intolerancia. Y es el espacio del lector la oportunidad preciosa de los panegíricos que se regocijan haciendo eco a las palabras del señor ejecutivo.
¿Vale la pena reflexionar en la incongruencia de esas frases de Eduardo Bours? ¿Cuando el funcionario critica la incongruencia, sabrá de lo que habla?
Una pugna insulsa, estéril, es el grito mediático del empresario, dueño de Sonora, un berrinche contra los agentes del AFI porque le molestaron al coordinador de su escolta.
Pide el señor, desconociendo los códigos de la ley, alejar a los AFIS de Sonora. Porque son prepotentes, porque afectan la imagen y la tranquilidad de los ciudadanos.
Nadie le ha informado al señor Eduardo que los policías estatales son tan prepotentes y corruptos como los agentes federales.
No, cohabitantes de esta sociedad ahora fresca y de colores dóciles que se ponen por las tardes. No, compañeros del mismo dolor, resignados al sometimiento. No, camaradas de lucha diaria. No a la prepotencia, no a la soberbia que se ejerce desde palacio y se propaga por todo el estado. No al olvido.
¿A caso montar a caballo y llenar a los medios de comunicación de ese paseo escaparate donde se evidencia la riqueza de su majestad, no es un acto de perversidad mientras muchos no tienen la posibilidad del empleo, un espacio donde pernoctar, el pago del semestre para seguir estudiando, el recibo de la luz, del agua, la madre enferma y dónde y cómo surtir la receta?
¿De quién es el dedo que señala a los incongruentes, a los corruptos? ¿Quién puede tener ahora una hemorragia en la lengua? Sólo usted señor gobernador.
Aún recuerdo la información en El Imparcial, en una página detallando que su majestad, al arribo del poder, habitaría la casa de gobierno una vez que estuviera remodelada. Había imágenes ilustrando la remodelación. En la página siguiente, una nota informaba sobre la pérdida de la habitación de una familia de la periferia, porque se incendiaron las paredes y el techo que eran de cartón. Contraste ilustrativo de la sociedad que somos.
Amanera de post data: pronto le molestaremos a la imagen del centro de gobierno con nuestra presencia, porque lo complaceremos: allí estaremos para comprar las láminas nuevas, esas que van frente y atrás de los carros. Disculpe usted nuestro atrevimiento, señor gobernador.
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