Andar la ciudad. Como el poeta levantando colillas de cigarros. En frágil ayunanza. Buscar sus pasos extraviados una tarde de domingo. Con la puesta del sol hundido en su nombre. Recorrer las calles corroborando sus huellas. Inalcanzable la mirada para encontrar su sombra latiendo a kilómetros por hora.
Trepando las banquetas fue niño vitalicio. Le arrancó a la planta un girasol donde deshojar la suerte. La palabra como oficio y el dolor como apellido. La poesía es más que un membrete. Aposento para ver y sentirse el alma. Canicas para celebrar la infancia. Caminar.
Caminar hacia el trabajo. Con el reloj en el pulso contando la vida. Mover el cuerpo y los ojos para encontrar el tráfico. El polvo. Caminar a la plaza donde los pájaros inauguran la palabra alegría. Caminar es un libro escrito con tinta en los pies.
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