lunes, 2 de noviembre de 2009
Café Tacvba: noche de concierto y una fábula de cenicienta
Los integrantes de Café Tacvba tardaron en salir a escena. El viernes por la noche, en Expoforum, con el frío cálido de la emoción, la raza se amontonó, dispuesta esperar. En primera fila estaba ella. Tal vez con sus labios rosados. Seguramente con la garganta preparada para la euforia.
Los cafés, los tacvbos, mientras tanto, se paseaban acompañados de Yuridia, la cantante hermosillense, por algunos antros de la ciudad. Antros de veras. De esos en los que las chicas encienden sus cuerpos al ritmo de una canción. Y se desnudan no sin antes gozar con los ojos abiertos la rechifla, los aplausos, la coreografía desde su creatividad.
No hay maestro que marque los tiempos, el rimo de la guitarra, la voz, el bajo, el sax. Se mueven las damas con la intuición de su origen, con el latido de la sangre en sus venas. Allí, en los teibol dans, ellas eligen la melodía, la historia en una canción. Soslayan las tragedias, inventan el placer. Están para cumplir su función: servir con la belleza a quien lo necesita.
Dicen que lo tacvbos, y no es cuento, previo a su concierto en esta ciudad del sol, se metieron al vientre de varios teibol, en busca de esa chava que como repertorio de sus coreografías tienen el toque musical de ellos. Y los músicos se emocionaron cuando les dijeron que en La Habana, allá, en la del periférico norte, una bailarina conoce a perfección el contenido de esas canciones, porque en su nómina de cuadros, apoyada de un tubo, las incluye siempre.
La chava de los labios rosados y garganta afilada, esperaba el arribo de su grupo consentido. Quería prender el ánimo viendo de cerca a los autores de ese ramillete de canciones que le acarician el alma cada que los escucha. Un grito, dos. Una cerveza. El olor del gallo encendido es sólo el antídoto para la desesperación. Empero, la ansiedad es inevitable.
A esa hora, en ese instante, los cafés continúan en la búsqueda de la dama del teibol, le tienen preparada una sorpresa: proponerle que se trepe al escenario para que mientras ellos cantan, ella baile, tal vez, la canción María, por su anécdota, porque al meterse el sol el oficio de la calle es un desliz al filo de la navaja. Sale sola de noche María / pena por la ciudad / recorriendo las calles que un día / negó besos en la oscuridad…
Los tacvbos en compañía de Yuridia, recorren la oscuridad también de esas calles que notan la ausencia de la bailarina que no encontraron. Y vienen con el corazón hecho una bomba, sabedores de que en ese concierto María no trepara al escenario para acompañarlos, porque no dieron con su cuerpo, la chava que les recomendaron, esa noche, simplemente, no se presentó a trabajar.
Ella, en primera fila, con la garganta lista y ya los ojos desorbitados, porque aparecen sus músicos predilectos, se dispone a gozar del concierto. Se desgañita. Baila. Canta a la par del vocalista. Mueve sus caderas, las que tantos ojos le han recorrido. Y la canción que pide no llega. Todas menos esa. No obstante su pelo está en el viento.
Los cafés hacen lo suyo. Encienden la ciudad. No cuentan la historia de esa búsqueda de en interiores de los teibol minutos previos al concierto, ni informan a los presentes que el motivo de su retrazo se debió a que insistían en sondear los terrenos por donde les dijeron que habita la bailarina.
Ella durmió para soñar en el concierto. A la mañana siguiente se enteraría que la noche anterior llegaron unos músicos a su trabajo, preguntando por esa bailadora que tiene como repertorio musical canciones de Café tacvba, esa danzarina que es ella. (carlosánchez)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
órale, me gustó mucho, aunque lo casi adivinaba, ese cierre, desde la mención de los labios rosados...
Publicar un comentario