Tengo ganas de ver bailar a un loco. Por el bulevar de la muerte, donde todas las noches un borracho fallece, después de librar la puerta de la cantina. Tengo ganas de ver bailar un loco, después que los faros de un automóvil alumbre su cuerpo y el vendedor de flores arrojé sobre el asfalto las flores que no vendió. Y un borracho inerte a un costado, en la cera de enfrente.
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