martes, 10 de marzo de 2009

La tristeza es sólo un plus para el corazón

Carlos Sánchez

El madrazo es certero. En plena frente con el marrón. Cae inerme el sentimiento. Y a esas horas de la noche, donde la ciudad presta sus calles para la algarabía del poder, yo entro en la casa a lidiar mis tristezas.
Mi hijo me consuela con una sonrisa. Supo él de la jornada, de las esperanzas puestas en un hombre que en sus pasos construye la palabra ecuanimidad.
Algunos dicen que soy poeta y que no debiera expresar lo que siento respecto de las contiendas electorales propias de un partido que se ha encargado de explotar al país y fabricar la pobreza.
Dicen estos cuantos que la revolución es estar en contra de éstos políticos, que hacerles una seña obscena es lo que procede, que me deje ya de análisis y sobre todo, que los jodidos siempre estaremos jodidos.
Pueda que coincida con este paso por la vida siendo un jodido. Pero entonces me llega la lucidez y levanto la voz: no se trata de intentar dejar de estar jodido (que no estaría mal) se trata en todo caso, de que a través de la palabra, uno escuche y concluya quién conviene más para dirigir las funciones gubernamentales de un pueblo.
Es entonces que me sumerjo en las razones y me digo, les digo: cómo puede una persona aspirar a gobernar sin siquiera saber cómo exponer las intenciones, malas o buenas, que tenga para con la sociedad.
Hace un buen que me vengo preocupando, emocionando, relacionando con la lectura. Y propago esta emoción con la raza vulnerable, en las cárceles, en los barrios, con los camaradas. Y ante esta vocación, me duele entonces más la tristeza de escuchar las peroratas que provienen de un señor que por el hecho de tener dinero y cobijo político siente que merece las riendas de un estado como si fuera cualesquier caballo, o burro.
La tristeza me invade y es contundente de saber que nos hemos convertido en un estado metáfora de un potro dócil, complaciente.
Tal vez desatino en mi conjetura, tal vez debiera pensar más en los “perdedores”, ciudadanos éstos a los que un tropel nos arrastró con saña, enseñando el temor de entrarle a una carrera pareja. Estamos ahora con la tristeza en la mirada, pero incólume la dignidad.
Ni un peso nos costó decidir hacia dónde estaba mejor el porvenir. Que nos hayan mutilado la posibilidad, es cosa de una barbarie construida en el ansia del poder. El estado es su empresa, les pertenece, no quitarán el dedo del botín.
Después de esas horas trágicas, llegar casa es intentar apagar la luz del pensamiento, para abrir las puertas del sueño con ganas de encontrar historias dóciles, esperanzadoras, que se apersone otra realidad por lo menos en la vigencia de un sueño.
Despertar después es tener la oportunidad de gozar la supuesta derrota, acariciar la angustia que no es sino producto de la persecución de la congruencia, de apostarle a quien desobedece, a quien no pueden tener en un puño, al que no pueden mutilarle las ideas.
En el día post y de lunes para ser exactos, tuvo que venir la palabra para rescatarme, rescatarnos, otra vez de esa desazón vía el agravio de los todopoderosos. Y estuvimos para escuchar las conclusiones de un hombre al que decidieron, pero no lograron, cortarle las alas y la capacidad de exposición.
Así las cosas, existen quienes nacen para gozar con lo robado. Y su victoria, utilizando los elementos que sean, jamás les causará pudor, porque han nacido para disfrutar el dolor ajeno.
En esta triste mañanita de martes, gozo la libertad y dignidad incólume, porque pueden maquillar las voluntades con cifras compradas desde un billete de doscientos en esos rostros llenos de necesidad, y cómo decir que no cuando no se tiene ni para comer; pueden ahora hacer una seña obscena con el pecho erguido gritando “la victoria”, pueden seguir sintiéndose dueños de un estado, pero jamás, ni por asomo, tendrán en sus coeficientes, ni emocionales ni intelectuales, la capacidad para la sensibilidad y el encuentro con la honestidad.
Cómo pensar que un ser que miente, roba, manipula, puede tener la autoridad moral para ver a sus hijos a los ojos.
¿Ganamos, papá?, preguntará la hija, el hijo.
Ganamos será la respuesta, por dentro pulsará la culpa, en el punto exacto donde debiera existir el corazón.

1 comentario:

Pina dijo...

nos quedamos con lo mejor, mi estimado coterraneo pileño.
y eso (o ésa) no lo (o la) arrebata nadie.