sábado, 2 de mayo de 2009

Difunde La Cábula Ediciones títulos creados por convictos para romper su marginalidad

CARLOS F. MARQUEZ / LA JORNADA MICHOACAN

El sosiego campea leve en las exclusas y patios del Centro de Readaptación Social II de Hermosillo, Sonora, pero al menos campea. Las horas aquí no vienen cargadas de incertidumbre como aquellas que revientan en el Cereso principal donde también se quiere aprisionar la conciencia. Si no fuera por las bardas que niegan el lejano horizonte del desierto, la visita pudiera pensar que su estancia en ese lugar fue como una reunión sabatina de amigos que cantan, hablan de política, danza y hasta de literatura. ¡Sí, literatura!

Carlos Sánchez nació como cualquier persona: a fuerza de pujidos y empujones, y su respectiva palmada en las nalgas para comprobar con llanto que está vivo. Pero el destino no se cansa de darle bofetadas al Güero para comprobar el temple de su vitalidad, es así que creció en el popular barrio Las Pilas, ahí donde se ubica la prisión en la que se ejecutara la última pena de muerte en México y que hoy es el Museo de Sonora. Pero la muerte se quedó suelta para levantar el polvo y remover la mugre del barrio, de ello dan cuenta varios amigos de Carlos que sólo han dejado cruces sembradas por todas partes en la colonia.

Carlos entonces creció “pirata”, que es como él se refiere a aquellos que crecieron con las manos vacías, tomando la vida por asalto para recuperar algo de lo prometido. Creció tan “pirata” como para negar los estudios universitarios y forjarse de manera autodidacta. Pese a que no tiene grado universitario, fortuitamente ha sido “asesor” de algunos políticos en el terreno amoroso, aunque más adelante éstos utilicen sus consejos para flirtear con el pueblo en pleno apogeo proselitista y decir: “nada es tan mío como tus ojos cuando los miro”. Si la mentada frase tuvo efectos positivos en el hotel, que no los tenga en las urnas. ¡Carlos aborrece la mezquindad!

La Cábula Ediciones es el proyecto que desde la trinchera de lo independiente impulsa Carlos Sánchez y con el cual pretende restituir la voz a “los hombres del alba” para romper con la marginalidad, pero al mismo tiempo con el ánimo renovado de reencontrar sus orígenes y abrir el círculo vicioso para convertirlo en espiral que vaya al fondo de lo clandestino.

Bajo el sello de La Cábula se han publicado diversos títulos creados por convictos que han participado de los talleres de literatura en los dos centros de Readaptación de Hermosillo, algunos de esos títulos en los que se aborda el tema penitenciario son: Breve azul, de Silvia Arvizu que ya ha logrado el reconocimiento en certámenes internacionales; Alguien me observa, de Rubén López Delgado; Señales versos, del propio director de la editorial, y En el lugar equivocado, de Fernando Aristeo Valencia Campoy que presentó su libro esta semana ante los medios ce comunicación sonorenses y la propia población penitenciaria.

El Güero del barrio Las Pilas mantiene esa actitud de chamaco callejero: va de aquí para allá en Hermosillo; visita a la parentela por herencia biológica y a la adoptada por afinidad o amor, camarea con meseros y con Cuca que ofrece un café o un taco a los locos de la calle a cambio de que se pongan a leer, aunque a veces llegan tan grifos que no hay de otra más que darles el café de okis, o de a grapa pues para que se entienda. Carlos Sánchez es un genuino promotor ambulante de la lectura, a todos los lugares que llega se habla del libro En el lugar equivocado y la gente lo comenta tan entusiasmada como si estuviera hablando de una película o de la telenovela.

En la biblioteca del Cereso II se habla de lo mismo y uno de los de cuello blanco le reprocha al autor que falta más violencia en las páginas, más sangre... y quizás más dinero sucio fluyendo en las manos de los personajes. El Charlie argumenta que no es necesario, que eso se puede ver en exceso en la realidad concreta y el autor comparte más en corto que la intención de este libro es que “los de afuera” cambien su imagen respecto a “los de adentro”, que se den cuenta que “aquí hay gente capaz”.

El taller de talabartería parece ser el corazón intelectual del Cereso II. Esa es la parada obligada de El Charlie y punto de reunión con otros convictos en torno a Rodolfo, un hombre de dimensiones colosales en perfecta proporción con su generosidad. A Rodolfo se le pierde la guitarra entre sus gruesos brazos de trailero, no obstante, toca con delicadeza las canciones de Pablo Milanés o la rola Desapariciones, de Rubén Blades. En ese pequeño espacio del taller, entre herramientas de talabartería, se analiza a los candidatos a la gubernatura y se habla del festival Un Desierto para la Danza porque Rodolfo recrimina a Charlie que en su libro de entrevistas con bailarines sonorenses hizo falta la (Beatriz) Juvera.

Ahí, entre la discusión seria o el simple camareo, se afinan los detalles de la presentación. Rodolfo le propone a Fernando Aristeo El Chino, que vaya a pedir media cubeta de pintura para retocarse barba y cabello, y estar bien presentable. El Chino simplemente se ríe y le insiste a Charlie para que contacte a su hija y la convenza de asistir a la presentación.

Fernando Aristeo confiesa que lo que quisiera es que este libro llegara a su familia, que sirviera como especie de reconciliación. Y para que no quede duda de sus intenciones manifiesta en la dedicatoria de la obra: “A toda mi familia para que haga conciencia de que pude haber muerto pensando en ellos. Pero estoy vivo en el lugar equivocado”.

Los convictos avanzan en una sola fila por los estrechos pasillos del Cereso II y uno de ellos pregunta: ¿a dónde van a presentar el libro? “Vamos a la Casa de la Cultura”, responde otro sarcástico y echa al vuelo las carcajadas de los compañeros. Los reporteros hacen las consabidas preguntas de la fuente policiaca: ¿Por qué está aquí? “por delitos contra la salud”; ¿cuántos años lleva aquí? Nueve y meses, y ¿por qué se llama así el libro?: Porque estuve en el lugar equivocado y porque ahora estoy en el lugar equivocado”, manifiesta con seguridad El Chino que no se ha cansado de esperar con la mirada la llegada de su hija. El Chino dedica y firma libros, se toma fotos para los periódicos, responde preguntas para la televisión... Ella nunca llegó.

La gente se va, llega la hora de “la yegua” y Rodolfo prepara calabacitas con carne para El Chino y sus invitados. “¡Ah cómo se antoja una Tecate con limón!”, dice El Chino mientras da un sorbo a su soda. Entre tortillas frías y doble ración de pastel de mango, el periodista y escritor Arturo Soto habla de la silenciosa tristeza de Hungría, de la fama de desmadrosos que allá tienen los mexicanos y de lo mucho que les gustan a las mujeres.

Alan Etchechury escucha el relato con un centelleo en la mirada y en ese fuego quisiera consumir los nueve días que le faltan para irse por la libre, pero ahora sí hacerlo real, no como en aquel intento de fuga en que logró pisar la calle pero gracias al saludo de otro convicto fue descubierto y regresado al foso donde sólo brilla el sol una hora al día. ¡Esa deuda ya está saldada! El sabe que “afuera con la crisis está más cabrón”, pero le consuela pensar en que “no hay crisis que aguante 18 horas de trabajo”. También piensa continuar los estudios de licenciatura que cursaba becado gracias a su buen promedio antes de que pariera la leona.

El compañero de celda de Fernando Aristeo hace planes para distribuir el libro en todos los Oxxo que se ubican en las gasolineras de Hermosillo, “quizás así lo lea alguien conocido”. Fernando permanece en silencio por un momento, quizás piensa en la muerte o se convence de que todos estamos En el lugar equivocado. Sus ojos humildes se ven un poco sombríos y su mirada parece parafrasear el último párrafo del libro: “Quizá a los que yo amé y me amaron pese a mi vanidad, mis agravios, puedan hacer un hueco en la memoria, albergar un recuerdo que se irá consumiendo con los años, algunos tal vez llorarán, pero las lágrimas también se vuelven polvo”.

1 comentario:

Araceli Gallardo Peña dijo...

Me ha encantado este post, la manera en como presentas a estas personas y la humanidad que nos hace condolernos con sus penas... Me interesa ese libro, y perdona mi ignorancia, ¿dónde puedo conseguirlo?
Gracias!