lunes, 29 de noviembre de 2010

Sones, blues, jazz: un toque de acordeón y bajo sexto


por Carlos Sánchez

A capela las estrofas. Las voces son la analogía de un futbolista que con respeto se dirige al público para festejar un gol en el ángulo, en pase a la final. Es viernes por la noche y hay ritmo, cervezas para aumentar los grados centígrados en la piel, afinar la garganta para corear los cánticos.
Las notas de un violín tocan la alegría. Arriba, hacia el cielo, un cúmulo de petates es el techo que contiene el sereno de una noche de música. Aquí son Los Jarritos, una cantina, aquí es la oportunidad preciosa para auscultar la propuesta de Zazhil: son rock / blues jazz.
En la cinco de mayo, que es el barrio, en una esquina, debajo de la enramada, encima de las piedras (que son el suelo en el foro) convergen la pasión y la bebida, el humo y las notas, el estallido en la garganta, acordes en los dedos.
Después de los versos a capela, y a manera de presentación, Ramón Sánchez, domador de la flauta transversa, expone los motivos de las palabras en coro:
“Somos el grupo Zazhil, venimos de la ciudad de México con un repertorio revuelto de música mexicana de diferentes estados, y lo que escucharon (a manera de presentación y a capela) es diciéndoles salud para que consuman, si no la casa pierde, y no nos vamos de aquí si no nos ponemos hasta las chanclas. Empezamos con una canción que es del estado de Morelos, es algo para pedir permiso, así como estamos reunidos, el cantor viene a pedir permiso para que lo dejen echarse una canción, después de ahí cantamos un son de Jalisco que compuso Panchito Madrigal, que compuso la canción Jacinto Cenobio, pues él también hizo este son que se llamó La paloma habanera, esta paloma habanera se la compuso a los cubanos con tantos años de bronca que han cargado con el bloqueo, a él se le ocurrió hacer esta metáfora entre el gavilán y la paloma. Y como no hay programa hoy hay les va esta Petenera.
Cantan después de una breve introducción sobre la rola de marras. Cantan y se divierten. Tienen los músicos prendida en sus pupilas la palabra euforia, les cae por sus mejillas el deseo de sus pies sobre el escenario, se trepan y a capela advierten que la música se hizo, la hacen.
Y son una vela para encender el testimonio de lo que con los años se construye: calidad lúdica a cada zarpazo en el rasgueo del bajo, las yemas en los teclados, el aire en la flauta, el violín hecho un corazón que irriga de armonía el foro como choza. Atmósfera febril.
Porque dicen y es sabido que en la cantina se canta el amor y la vida, porque destapar una caguama tiene implícito el encontronazo con la sensibilidad: se destapa también la libertad de sentir, decir.
***
Zazhil es la cordura encima del barrio, los locos que afortunadamente en la música tienen todo y en ella misma nada qué perder. Y también antier estuvieron en otro estado, en otro país, y también mañana se treparán del viento para recorrer las islas que les esperan y habrán de, como ahora, entregarlo todo que es la música: otros estados, otros países, otros barrios.
Dicen que estos muchachos, los zazhiles, un día acompañaron en sus cantos a la siempre dignidad incólume de Amparo Ochoa, y uno de sus integrantes anduvo al compás del grupo Los Folkloristas. Dicen en los medios, en las páginas de internet, que de un lado a otro se la viven. Dicen ellos, con la actitud, que cualesquier espacio es digno para ejercer el oficio. Y lo hacen ahora ante el Paco Luna (maestro universitario, escritor, músico), quien permanece con un rictus de felicidad en las cejas que le pueblan el rostro que sólo es sonrisa. Paco canta y conversa con señas, pide una y otra, la complacencia es otra vez la reiteración de la actitud afable de quienes hacen la noche dentro del foro.
***
Y si hubo sones bluseados, jazzecito de aquellas, detrás de las cortinas de palma, a un ladito, los muchachos de botas y sombreros, allá, calladitos, esperando su turno. Y vino el momento de trepar al escenario, no sin antes la gratitud del grupo Zazhil para con los integrantes de Tributo, los que todos los viernes llenan con su bajo sexto y acordeón las emociones de los parroquianos.
No falta la espontaneidad, que de esto también está hecha la vida. Arriba y con micrófono en mano Susana Salcido hace estallar su garganta para evocar a doña Chayito Valdez al interpretar Celosa, y bueno, que las palmas tronando también fueron de gratitud.
Noche de fraternidad. Celebración del oficio, y la vocación de los que persiguen a estos locos que se aposentaron para siempre en la construcción de notas. Dicen los que saben que Zazhil un día antes tuvo multitud en la explanada del museo y biblioteca de la Universidad de Sonora. Y que vinieron estos muchachos a la celebración de trova y poesía que se ofrece desde el área de Publicaciones del alma máter.

1 comentario:

jose fá dijo...

Cuánta falta me hace la música...