sábado, 25 de abril de 2009

Papáyanoquieroserpapaya


Un desierto para la danza 17. Danza Colombia


por Carlos F. Márquez

El término Papaya, por virtud del uso coloquial que le confieren los colombianos, ha dejado de ser un sustantivo para convertirse en un calificativo, incluso un modus vivendi a contrapelo de la pretendida solidaridad latinoamericana. Angela Bello, codirectora del grupo de danza contemporánea Cortocinesis, explica la connotación que adquiere la palabra en los sectores populares de Colombia, esa nación convulsiva en el aliento de Fernando Vallejo: “Papaya es una expresión que se utiliza en Colombia cuando aprovechamos cualquier oportunidad de que otra persona nos dé algo. Es una manera abusiva de hacerlo: cuando uno da papaya se expone y el que la toma aprovecha el papayazo que le dan”. En México le decimos agandalle.

Una vez referida la naturaleza del modismo se puede entender al montaje de danza contemporánea, Papayanoquieroserpapaya, como una ruptura generacional propuesta por el grupo colombiano Cortocinesis, que en voz de su director Valdimir Rodríguez expresa: “hay una postura generacional; nosotros somos una joven compañía, pertenecemos a la nueva generación de creadores y bailarines de nuestro país. Siempre hemos tratado de establecer una posición en cuanto a lo que hacemos y sentimos que los discursos que están en nuestro país no son los que nos identifican, no solamente por la manera de hacer este oficio y la manera en que el oficio se conforma respecto al contexto”.

“Nosotros decidimos que queríamos hablar de la identidad a partir de los clichés colombianos y latinoamericanos. Retomamos los más obvios, los más expuestos; estamos hablando del secuestro, de la guerra interna en nuestro país entre tres fuerzas que se contradicen (militar, paramilitar y guerrilla), el narcotráfico y la situación absurda de los países latinoamericanos de tener que solicitar permisos para traspasar fronteras entre nosotros mismos. Hay una globalidad que estamos tocando desde la localidad, pero hay un sentido de identidad mayor”.
Para entender este montaje desde la perspectiva de una ruptura generacional, es necesario cambiar la estructura de la sintaxis que confiere titulo a la obra; “Papá, ya no quiero ser papaya” : estructurado así el enunciado habla de una rebelión al talante patriarcal del sistema social y Vladimir Rodríguez lo explica de la siguiente manera: “cuando dijimos ‘Papá ya’ era como el hecho de referirnos a una autoridad que, a nuestro juicio, era la autoridad de la cultura y del mismo Estado que nos ha enseñado a vivir y responder a estas reglas que no son las únicas del juego”. Pero también está otra forma de nombrar la obra; Papaya, ya no quiero ser papaya: entonces el titulo nos habla ya de la herencia de un bagaje cultural atrapado en la inercia del círculo vicioso, casi como Saturno devorando a sus hijos.

Esta propuesta artística de Cortocinesis se fundamenta en la realidad de Colombia y la necesidad de las nuevas generaciones de construir un destino diferente, entonces el grupo ha transfigurado la convulsión social del país en una revulsión que opera desde la dimensión del arte. Al mismo tiempo reivindican la fuerza política de la danza tal como lo manifiesta Vladimir Rodríguez: “Tenemos derecho político también nosotros. La danza está eximida de ese derecho político, se le considera analfabeta en el discurso de lo político. Se le considera analfabeta también en el ámbito de lo teatral en el sentido de que creemos que el teatro nos concede el estatus que la danza por si misma tiene problemas para argumentar. ¡Todo eso es una conducta política!”

Papayanoquieroserpapaya se presenta está noche a las 20:00 horas en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura de Sonora, durante la segunda jornada de la muestra internacional Un desierto para la danza 17.

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