viernes, 13 de noviembre de 2009

patita de perro, encender el pensamiento


El requinto, la batería, el bajo. Suenan diez minutos antes de la hora. Los niños y no tan niños, un solo grito. Aplauden el inicio del concierto. Patita de perro se llama el grupo, y en su participación en el marco de la Feria del Libro de Hermosillo, están más que puntuales

Boletín ISC No. 339 / Noviembre 12 / 2009: Año de la lectura

Al sonar la nota que cierra la rola, el vocalista advierte: “Esta es una prueba de sonido, para que vean que también tocamos, que no sólo tenemos cara bonita”.

Y la inquietud después del silencio. A esperar lo que falta para las ocho. Nadie se mueve de sus lugares. Al contrario, más oídos llegan.

Los tambores son el aviso para el inicio formal del concierto, al compás de un requinto, un bajo, y la voz, una rata se aparece tocando el saxofón.

Los rockeros, con un discurso hábil, lúdico, informan de manera tácita a los asistentes, que ni para ellos, ni para los niños, existen los imposibles. Es entonces que la libertad para crear se apodera de sus ideas. Pon pin es un muñeco, muy naco y barrigón. La parodia para la felicidad. El aval se convierte en aplausos.

Baila el padre con su hija, la madre con su hijo. Las cabelleras son árboles entre el viento. Una fila de adolescentes es una coreografía improvisada ante el ritmo del grupo que contagia.

Entre la diversión no se puede concluir quién goza más, el padre, la madre, los hijos. No hay cómo concluirlo. Cuando todos mueven sus manos acatando las consignas del vocalista, la risa no tiene manera de medir la intensidad del gozo.

Esa noche, entre el callejón Velazco y calle Allende, desde la actuación de Patita de perro, las mamás sugirieron con un grito rockero a sus hijos, que se pusieran ya el uniforme. La tiranía lúdica de los padres que exigen a los hijos. Perfecta manera de proponer para la corrección de los excesos rutinarios que se ejercen dentro del hogar.

En la carrera de diversión, una niña tamborileó sobre una batería imaginaria. Un niño requinteó al viento como si en sus manos existiera de veras una guitarra.

Los Patitas: Fehaciente realidad de la alegría como antídoto para la violencia. Incluso la familiar.

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