martes, 24 de enero de 2012

De las manos al cielo

Álamos.- Pájaros de colores, esqueletos de palo. Se elevan, giran, suben a más, vuelan bajo el control de la alegría desde las manos que se inventan para soñar.
En Álamos y durante el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado, el cielo se pinta de aves ficticias. Hay de diversos colores, variedad de formas: media luna, cajones, murciélagos, cometas, artefactos englobados en el nombre de papalotes.

La vida también se improvisa, los papalotes durante el festival ejercen esta función, ante su vuelo y desde la Plaza de Armas, La Alameda, los callejones, quienes presencian las manifestaciones artísticas también concentran sus miradas hacia el cielo, y no se sabe de dónde, en qué punto preciso, emerge el vuelo de un papalote.

Y es una estrella que juega a moverse sobre los ojos de quien la atrapa con su mirada. Tiene luz propia. Ayer, por ejemplo, en la tarde y durante el recorrido de los Zaikocirco en su desfile callejero, algunos niños intentando trepar a las narices de los personajes zaicos, también pudieron treparse al vuelo de una media luna que giraba en descontrol. Era un baile encima del cielo.

Entonces la risa para la emoción desde los movimientos de payasos también clowns, el divertimento del espectáculo sobre los callejones para introducirse en la risa de esos niños que aún adultos seguimos siendo niños.

En el interior del ruido, las risas, el dedo índice del niño para subrayar el gesto del payaso, también el comentario de un papá que se yergue para decir que allá en el cielo anda uno de los papalotes que él construyó, “Es la media luna color naranja, tiene cola blanca con puntos negros”.

Después en el río de la emoción la conversación toma su cauce, ya sobre una banca don Rosario Zayas se transporta con palabras e imaginación hacia el techo de su casa, bajo un guamúchil que lo guarece, y es allí donde unas tijeras, un cúmulo de varas que por nombre llevan popote, histafiate, un carrete de hilo, un recipiente con engrudo, son los utensilios para fabricar las ilusiones, la magia que se convierte en vuelo.

Durante el Festival Alfonso Ortiz Tirado la demanda de papalotes se dispara, y es entonces que el cerro del perico se llena de voladores de pájaros ficticios, y todos, o la mayoría de los objetos que vuelan, provienen desde la casa de don Rosario, El nano, quien vive allá, en el barrio la Ladrillera.

Cuenta El nano, con los ojos abotagados de emoción, que una vez pudo ver cómo un zopilote se enredó en la cuerda, “Y “ai” lleva arrastrando el papalote y la hoja, la hoja hacía ruido, y ahí lleva el papalote enredado, y lo único que hizo él, la defensa del zopilote, se tiró un clavado entre las ramas de un árbol, y se trozó, y ahí lo dejó pegado”.

También, dice El nano, que hubo una ocasión en la que un avión le arrebató un pájaro que volaba rete alto. “Eso nadie me lo cree, pero ahí está Felipito quien fue mi testigo”.

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